OPINIóN
Balance anual

Tu 2021 tecnológico: balance de los grandes cambios del año

Así como Spotify señala, gracias a sus algoritmos, qué música escuchamos más durante el año, corresponde analizar cuáles fueron los hechos de impacto en la tecnología del año que está terminando.

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Tendencias. De este año: la masificación de las criptomonedas, en particular en Argentina, la carrera especial privada y los dilemas del control social gracias a la tecnología. | cedoc

Debo confesar que este año me tomó un poco por sorpresa el ya clásico “Tu 2021 en Spotify”. No porque el algoritmo haya detectado que mi banda más escuchada fue Radiohead, o que el tema que más resonó en mis auriculares fue “Iron Sky” de Paolo Nutini, sino más bien porque este resumen musical es una muestra indeclinable de que el año se está yendo. Las invitaciones a los eventos de fin de año y los mensajes de “¡nos tenemos que ver!” terminaron de confirmarlo. Y cuidado que en cualquier momento comienzan a aparecer los balances personales en redes para rematarlo.

Esta especie de bofetada del calendario que llega con igual sorpresa más o menos por el comienzo de diciembre me llevó a escribir un pequeño resumen de los grandes cambios tecnológicos que se produjeron en este arbitrario corte temporal de los últimos once meses y medio. Y me apuro a hacerlo, antes que el exceso de oferta vuelva intolerable su lectura.

Para ayudar en términos didácticos la disposición de este repaso anual, podemos identificar tres grandes tendencias: la masificación de las criptomonedas, el regreso de la carrera espacial y la instalación del dilema ético

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La masificación de las criptomonedas. Dicen que crisis es sinónimo de oportunidad. No es casual que solo unos días después del estallido financiero de 2008, Satoshi Nakamoto haya lanzado su ya célebre “whitepaper” sobre Bitcoin. En ese sentido, 2020 y especialmente 2021, marcaron un nuevo punto de inflexión para la economía digital en Argentina y el mundo.

Paulo Passoni de SoftBank: “Las Criptomonedas son la inversión obvia en Latinoamérica”
 

El enorme crecimiento de ETH, BTC, Dogecoin, Uniswap o Cardano marcan el ritmo de las criptomonedas a nivel global. Pero no solo eso. También crecieron masivamente en el mercado tanto los NFT como los videojuegos Play to Earn -encabezados por el hit mundial Axie Infinity-. No por nada durante este año escuchamos declaraciones de Andrew Wilson, CEO de Electronics Arts, decir que estos dos elementos conforman el futuro del gaming a nivel global.

Para el ecosistema cripto, 2021 fue un año que quedará en la historia como pocos. No por los famosos “all time high”, que parecen sorprendernos cada año, sino más bien porque puede ser definido como el año de la masificación cripto. 

Durante 2020, la excesiva emisión de moneda fiduciaria que se produjo en el mundo, y especialmente en los países desarrollados, para afrontar la expansión fiscal que requirió la pandemia, generó altos picos en el valor de las criptomonedas. Principalmente de Bitcoin y Ethereum. Esto motivó que cada vez más gente se interesara por invertir en estos activos. Personas que, sin ser especialistas, o sin buscar investigar demasiado, querían subirse a la ola cripto. Por este motivo, durante 2021, estamos viendo un auge de las billeteras y plataformas usadas como exchange, que permiten bajar las barreras de entrada para el público en general, y permiten realizar operaciones de compra o venta en locales comerciales, llevando esta revolución a un próximo nivel.

Las transacciones cripto en 2020 de la Argentina fueron equivalentes al 12% de su producto bruto, mientras que en Estados Unidos la proporción de transacciones fue del 7,3%

Argentina es de los países en donde esta tendencia a la adopción de criptomonedas ha sido más marcada, por las complicaciones macroeconómicas que ya todos conocemos. Las cripto aparecen como una opción ante el mercado de capitales poco desarrollado, la desconfianza en la moneda local, las dificultades de acceder al dólar, y la brecha cambiaria. 

Argentina. En los últimos días Maximiliano Hinz, director de operaciones para Latinoamérica de Binance, dijo que el crecimiento más fuerte de la empresa en cuanto a usuarios se viene produciendo en Argentina. Y esto no debería sorprendernos. En 2020, un estudio de Atlántico posicionó a nuestro país como el con mayor volumen de transacciones cripto en la región, 48 millones de dólares, mientras que Brasil y Chile tuvieron transacciones por 25 y 24 millones, respectivamente. 

Pero la cosa se pone aún más interesante si cruzamos este dato con el porcentaje del PBI que representan esos números: mientras en Estados Unidos es un 7,3%, en Argentina ese número alcanza al 12%.

Esto hace que el ecosistema se vuelva atractivo y rentable para invertir en el mercado argentino. Así lo demuestran casos de plataformas locales como Buenbit o Lemoncash, que ya han lanzado durante este año sus tarjetas prepagas. Ambas compañías nacidas en Argentina lograron levantar 27,3 millones de dólares de financiamiento durante este año. A estas podríamos sumarle billeteras como Ripio, Belo o SatoshiTango, entre otras.  

Además, como decíamos, la demanda por capacitación y formación en estos temas crece día a día. Y la oferta, acompaña. Criptolab, por ejemplo, es una plataforma educativa fundada por Gonzalo Waisman y Agustin Schmilovich que busca capacitar a personas sobre cómo invertir en cripto de forma segura. La iniciativa es apoyada por Defiant, Buenbit y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. 

Y como último, no menos importante, sino todo lo contrario, empresas multinacionales como Paxful invierten en nuestro país tanto como para comunicar, como para educar y democratizar sobre cripto, por considerarnos como uno de los polos más importantes de la industria. 

El regreso de la carrera espacial. La fascinación y el interés de nuestra especie por el espacio exterior parecería tener ciertos picos. Los expertos en comunicación saben que esto es algo común a cualquier fenómeno social y político, ya que nadie puede mantener el interés en el mismo tema durante demasiado tiempo. Menos en la era del scrolling y las historias fugaces de 15 segundos. 

Pero en la cuestión espacial puede que haya algo más que una simple cuestión de agenda mediática o elementos relacionados a la curva de atención. 

En 2021, hemos visto manifestarse una tendencia que se venía dando con más profundidad en las últimas dos décadas: el rol creciente de los actores no estatales en la exploración espacial. Richard Branson, Elon Musk y Jeff Bezos, apodados como los tres barones del espacio, son los que lideran esta tendencia. En julio de este año, Bezos y su equipo de Blue Origin realizaron un exitoso vuelo suborbital con el propio fundador de Amazon a bordo y experimentando la gravedad cero. Una semana antes, Branson había realizado su primer vuelo exitoso con una nave de su empresa, Virgin Galactic. 

Lo que para muchos no es más que un par de millonarios compitiendo por quién tiene la billetera más grande, es, en realidad, una muestra más del cambio de paradigma del poder en el siglo XXI. 

La obsesión de Xi Jinping con su impulso a la salida al espacio de China es dar golpes de efecto como el del alunizaje de 1969 que consagró a Estados Unidos en plena Guerra Fría

En mi último libro, “El Dilema Humano: del Homo Sapiens al Homo Tech”,  le dedico un capítulo entero a la cuestión del poder, en el que repaso la creciente influencia relativa de los individuos y las compañías tecnológicas por sobre los Estados, que eran el órgano de poder por excelencia en el siglo XX. Edward Snowden, Julian Assange son tan ejemplos de este fenómeno como Musk, Branson y Bezos. Como también lo son los lobos solitarios que pusieron en jaque a Europa entre 2015 y 2018, o los trece sujetos que tiraron abajo las torres gemelas hace 20 años. 

Pero, volviendo al espacio, no son solo las compañías privadas las que están teniendo una creciente relevancia en la conquista del espacio. China y Estados Unidos también están escalando sus conflictos terrestres en el espacio exterior.  Y lo estamos viendo reflejado con el establecimiento de una nueva estación y el lanzamiento de misiones espaciales por parte del gigante asiático. La obsesión de Xi Jinping es dar golpes de efecto como el del alunizaje norteamericano de 1969. En este caso en particular, el objetivo es llegar a Marte y a los asteroides. El reciente lanzamiento de un planeador hipersónico por parte de Beijing tomó por sorpresa al mundo, y encendió las alarmas de la NASA.

La tecnología nos brinda herramientas muy sofisticadas y precisas para favorecer ese control social. El verdadero dilema pasaría a ser entonces: ¿la usamos?

Privados, millonarios, y Estados aceleraron durante todo el 2021 su carrera espacial, y la cosa no parecería tender a aflojar en el 2022.

El dilema ético. Si algo nos ha dejado la crisis de Covid-19 es el dilema entre libertad individual y control social. No es mi especialidad y, por ende, tampoco mi objetivo, ahondar en esta cuestión. Pero sí agregar un elemento al análisis: la tecnología nos brinda herramientas muy sofisticadas y precisas para favorecer ese control social. El verdadero dilema pasaría a ser entonces: ¿las usamos?

En los últimos dos años, China profundizó la utilización de algoritmos en un sistema de control social mediante el uso de herramientas de computer vision e inteligencia artificial que premian y castigan a los ciudadanos en función de sus actitudes en el día a día. 

A cualquier persona que haya crecido de este lado del meridiano de Greenwich, este sistema le resulta, cuanto menos, escandaloso. Ahora bien, si dijéramos que mediante sistemas similares se puede detectar que alguien con coronavirus está por subirse al mismo avión que nosotros, o entrar a la misma sala de cine, ¿qué opinaríamos?

Probablemente puesto en ese contexto, el debate se complejizaría, y encontraríamos posiciones muy distintas en un ámbito como la mesa de fin de año. Y ese es el tema con los dilemas éticos: es difícil encontrar una respuesta correcta. 

Justamente ante esta realidad, la Unesco lanzó en noviembre año el primer texto mundial para enmarcar el uso de inteligencia artificial desde un punto de vista ético, donde, por ejemplo, prohíbe herramientas como la calificación social y la vigilancia masiva. 

El dilema es humano. Somos los humanos quienes tenemos que desarrollar los marcos teóricos y éticos para utilizar la tecnología que nosotros mismos estamos inventando.

Probablemente este texto no sea el último, ni genere un consenso global para la humanidad, pero su mera presencia nos marca un punto importante: la ética en los algoritmos es un tema que importa cada vez más a los tomadores de decisión y a los desarrolladores de tecnología.

Quizás no todavía al público en general que consume día a día estos algoritmos. Peor e cuestión de tiempo.

La respuesta a este dilema es uno de los ejes en torno a los cuales gira mi libro. Haciendo honor al título, voy a brindar un pequeño spoiler: El dilema es humano. Somos los humanos quienes tenemos que desarrollar los marcos teóricos y éticos para utilizar la tecnología que nosotros mismos estamos inventando. Las criptomonedas cambiarán el mundo de las finanzas, las compañías privadas están cambiando la carrera espacial y los algoritmos prometen involucrarse cada vez más en nuestro día a día. 

Discutir y poner en debate estos elementos, buscar nuevas categorías para entender la nueva realidad y trabajar en una nueva síntesis de la relación humano-máquina depende exclusivamente de nosotros. 

Y es una tarea que no puede esperar al balance del 2022.

 

*Autor y divulgador. Especialista en tecnologías emergentes.