“La dimensión económica está resuelta” decían, en el primer semestre, y entonces por añadidura asumían que la dimensión de la política se ordenaba. Una suerte de efecto derrame de lo económico a lo político. Raro, puede pasar en el primer mundo pero no en nuestro país.
Por esto, lo anterior eran supuestos a probarse ante el primer escándalo político. Y estos aparecieron por distintos motivos, intereses, más o menos operados pero al fin de cuentas para la sociedad son hechos escandalosos. No tienen tiempo ni mucha paciencia como para prestarle tiempo al gobierno y a las oposiciones para que justifiquen lo que moral y emocionalmente no se acepta y además hay un cansancio social que bien podríamos entender es de carácter extendido y hasta histórico.
Aquí, puede estar el principio que explique los resultados electorales y el final que explique por qué deben cambiar o ajustar con sintonía fina -nunca mejor expresada- la acción política para que vuelva a tener cierta sensibilidad ante vacas sagradas que deben tratarse con empatía, mucha comunicación que explique abiertamente las políticas, y no sólo en atención al déficit fiscal, como respuesta a todo.
El control del déficit fiscal son las bases pero quedó demostrado que no son las paredes ni techo menos las puertas que se abren a la política que den lugar al diálogo político.
Entonces, como hemos dicho en unacolumna anteriores, De la Barvariedad en el Congreso Nacional a la Dictadura de las Formas, hay un punto de conexión sustancial y procedimental.
Gracias a la barvariedad, los más razonables terminaron justificando la irrazonabilidad en medidas contra sectores vulnerables. Bajo la dictadura de las formas, dejaron sin valor la dimensión deliberativa de la democracia plural y compleja que busca reconducir los conflictos vía institucional para generar bienes públicos.
Los dos fenómenos no son alentadores en democracias con medios digitales y transmedia que afectan irremediablemente la ejemplaridad pública sin mediar efectos y afectados.
Por esto, no sólo la campaña política debe volver a tener una dimensión propositiva sino que esencialmente la comunicación de riesgo de las políticas públicas, todas son de riesgo, bajo la denominación de campaña permanente para el oficialismo debe cohesionarse y coordinarse para revalorizar lo que han olvidado en el camino y poco dirigentes lo enarbolan como parte de la gestión diaria: los valores y perspectiva del republicanismo.
Quizás, para la impronta y perfil de Milei y su campaña podrían comenzar a evaluar e implementar además del régimen valorativo liberal la integración del republicanismo económico: transparencia y ética pública, activismo político y económico y debate amplio e inclusivo institucionalizado con razones y razonabilidad conforme a la Constitución Nacional.
Recordemos, en función de lo anterior, que la Omnipotencia del Estado es la Negación de la Libertad Individual (Juan Bautista Alberdi, 1880) y esto se ejerce con funcionarios que no escuchan, no debaten, no responden y no cambian un ápice sus ideas político económicas frente a la vitalidad, pluralidad de intereses y preferencias individuales en competencia o pugna.
Recuerden a Alberdi, es indispensable, pero no pierdan de vista el contexto real actual sino de tanto ver las estrellas del firmamento liberal pierden de vista el arraigo territorial provincial y en suma, el federal. Fin.