OPINIóN
ALTERNATIVAS

Un triángulo y dos escenarios

Para entender la gobernabiliad del momento actual hay que tener en cuenta tres cosas: el Congreso, “la calle” (la protesta social) y el mercado financiero.

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Cada día peor. | Pablo Temes

El fracaso de la ley ómnibus parece haber sido a los ojos del mercado financiero un evento menor. El riesgo país alcanzó esta semana el nivel más bajo en 22 meses. Es evidente que de momento la gobernabilidad no se presenta como un problema para los mercados, entusiasmados por un gobierno que promete equilibrar las cuentas públicas, honrar sus compromisos y cambiar de raíz el fallido modelo económico del kirchnerismo.

Para algunos analistas el mercado financiero finge demencia. ¿Es efectivamente así? ¿Debería ser la gobernabilidad una preocupación, ya no solo de los inversores financieros sino del sector privado y de la dirigencia política en general?

Creo que para entender el momento actual es relevante pensar en un triángulo cuyos vértices son: a) el Congreso, b) “la calle” (la protesta social) y c) el mercado financiero. Lo que ocurre en cada uno de los vértices incide sobre los otros dos. Dependiendo de lo que ocurra en cada uno de ellos y del impacto sobre los demás, es posible pensar en dos escenarios, uno virtuoso y otro problemático.

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El Congreso y la calle son claves para la gobernabilidad. Pero también lo es el mercado dado que, si el sector financiero desconfía de la capacidad política del Gobierno de llevar adelante su plan económico, no le importará cuán dura sea la promesa de ajuste fiscal y de cambio que hagan las autoridades económicas. ¿Cuál es la situación actual y qué podemos esperar?

El riesgo país alcanzó esta semana el nivel más bajo en 22 meses

El Gobierno se encuentra en una situación de hiperminoría en el Congreso. Controla solo el 10% de las bancas del Senado y un 15% de la Cámara de Diputados. En los últimos días los rumores acerca de un acuerdo de gobernabilidad entre La Libertad Avanza y el PRO –cuyos términos aún estarían siendo objeto de negociación– estuvieron a la orden del día. Desde el punto de vista de la gobernabilidad, sería desde ya positivo que el Gobierno ampliara su base de respaldo legislativo. Pero con el PRO solo no alcanza. No llegaría a contar con un tercio de cada cámara, con lo cual el escudo legislativo del Presidente seguiría siendo débil. Amén de ello, no es claro si todos los legisladores del PRO se allanarían a una incorporación al gobierno de LLA. Sumar aliados en el Congreso ofreciendo a cambio cargos en el Ejecutivo es la práctica usual en el presidencialismo de coalición. Esta es la fórmula a la que han apelado los jefes de Estado de países tan distintos como Chile, Uruguay, Brasil o Colombia para evitar los problemas asociados a los gobiernos de minoría. ¿Por qué presidentes tan diferentes como Gabriel Boric, Luis Lacalle Pou, Jair Bolsonaro o Luiz Inácio Lula da Silva han recurrido a esta práctica? Tal vez porque saben que: 1) los presidentes que se quedan solos no terminan bien, 2) que la popularidad es un factor variable y 3) que en un régimen democrático es imposible gobernar sin el Congreso.

A pesar del fracaso en aprobar la ley de Bases, el Congreso hoy no es un problema. Entre otros motivos porque estará en receso hasta el comienzo del período ordinario de sesiones el, 1° de marzo, y porque para la oposición “dialoguista” probablemente es incómodo aparecer votando en sintonía con el kirchnerismo.

El segundo vértice del triángulo es “la calle”, y aquí la cuestión fundamental es la de la tolerancia social al ajuste que plantea el Gobierno. Un 56% del electorado votó en noviembre pasado por el rechazo a la continuidad del kirchnerismo. El núcleo duro del apoyo de Javier Milei es el 30% que votó por él en las PASO y en la primera vuelta. Las protestas que provengan de organizaciones vinculadas al kirchnerismo (como el precoz paro general de la CGT en enero) no suponen un problema para la gobernabilidad, independientemente de su poder de convocatoria. El problema más bien es “la paciencia de los propios”. La tolerancia social al ajuste no será eterna, está claro. Por eso, la clave reside en que el Gobierno logre, luego de completar la corrección de precios relativos, bajar fuertemente la inflación durante el segundo trimestre del año. Si hay “luz al final del túnel”, posiblemente haya una mayor dosis de paciencia en buena parte del 56% que optó por Milei en noviembre.

Queda finalmente el último vértice del triángulo: el mercado. Hoy el mercado no le presta atención a la gobernabilidad. La caída de la ley ómnibus, las peleas de Milei con los gobernadores, las dudas que lógicamente puede haber sobre la tolerancia social al ajuste son detalles frente a la acumulación de reservas por parte del BCRA y el buen desempeño del Gobierno en materia fiscal.

¿Será siempre así? No está claro, y por eso dependiendo de lo que ocurra en cada uno de estos planos, el resultado puede variar. Si el Gobierno logra completar para el final del primer trimestre la corrección de precios relativos en marcha y consigue evitar un nuevo salto discreto del tipo de cambio, probablemente conseguirá que luego de pagar un alto costo inicial la inflación entre en un sendero descendente y el ya mítico “segundo semestre” comience a mostrar mejorías. En ese caso, la calle probablemente no se desordene y para la oposición dialoguista habrá menos argumentos para plantear reparos a un gobierno exitoso en el combate contra la inflación. Este sería el escenario virtuoso.

En el escenario alternativo, o bien la inflación muestra ser mucho más resiliente que lo esperado o el costo de hacerlo a través del camino elegido por el Gobierno resulta intolerable incluso para una parte del 56%, y ello se traduce en caídas de popularidad y aumento de la protesta social protagonizados por votantes frustrados de Milei. En este escenario, el Congreso y los gobernadores irían por la revancha frente a un jefe de Estado que los insulta y que pretende gobernar a espaldas de ellos. El mercado financiero pasaría rápidamente del optimismo demencial a las dudas sobre la viabilidad del ajuste y sobre la gobernabilidad.

Estamos a mitad de febrero con un gobierno que asumió hace poco más de sesenta días. El Congreso está en receso y, pese al costo social de las medidas iniciales, la calle está tranquila. El mercado está de fiesta, tal vez de manera algo prematura. Habrá que esperar hasta el segundo trimestre para tener mayor claridad sobre cuál escenario se materializa. El partido recién comienza. Para lograr que la pelota caiga del lado correcto de la red es fundamental evitar errores no forzados.

*Politólogo.