OPINIóN
ECONOMISTA DE LA SEMANA

Una economía fragmentada

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Con el FMI. Massa y Georgieva, en el último encuentro en EE.UU. | NA

El creciente aumento de la volatilidad, la inflación, la escasez energética, el cambio climático y ahora la amenaza de una guerra nuclear desvelan al mundo, pero encuentran a la Argentina mirando para otro lado y con escasa capacidad de respuesta ante el aumento del riesgo de fragmentación geoeconómica.

Desde la invasión de Rusia a Ucrania, más de 30 países impusieron restricciones al comercio de alimentos, energía y otras materias primas de importancia, advirtió un informe del FMI. Esta desintegración va a generar grandes costos para los países y afectará los niveles de ingresos de sus habitantes si tomamos en cuenta las repercusiones que tendrán las cadenas de suministro reconfiguradas. En este clima de sálvese quien pueda, la productividad disminuirá debido al quiebre de lazos entre socios que, hasta hace poco tiempo, innovaban de manera conjunta.

IDEA: empresarios con pasillos calientes y el dato de inflación como telón de fondo
 

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En casa tenemos nuestra propia fragmentación y severas dificultades para involucrarnos en la agenda internacional. La política de emparchar hasta los parches agudizó la segmentación de una estructura productiva que ya era heterogénea. Esta diversidad en la oferta, que podría ser algo positivo y virtuoso, desnuda un factor estructural que jaquea las posibilidades de inserción en el mediano plazo: la fuerte fragmentación que existe en la oferta exportable.

Así podemos hablar de cuatro argentinas en las que conviven sectores productivos aislados, que no se complementan y, además, poseen una elevada dependencia de las importaciones, lo que afecta la competitividad y, por lo tanto, la capacidad de crecer y generar empleo formal con buenos salarios.

Los sectores de muy alta competitividad (cereales, oleaginosas, minería, oil&gas, litio), los  disruptivos de alto potencial (renovables, biosimilares, fertilizantes, bioinsumos, SBC, ind creativas, turismo, nanotecnología, robótica, reactores y satélites), los industriales con integración regional y de alcance local (textil, calzado, indumentaria, marroquinería, juguetes, electrónicos, muebles) que dependen del cierre del mercado local para su subsistencia, dado que no pueden competir con la oferta global o regional. El “go and down” de las últimas décadas en la Argentina no facilitó las inversiones ni el aumento de su competitividad.

El mundo puede ser una oportunidad. Estamos viviendo una etapa en la cual los desequilibrios macroeconómicos afectan la planificación de la producción. Por un lado, la inflación y la necesidad de sostener un superávit comercial –para acumular reservas–; y por el otro, una administración que intenta gestionar la escasez con medidas fragmentadas y desarticuladas. Esto ha derivado en un “cepo a las importaciones” que fracasó a nivel de valores y, sobre todo, agudizó la incertidumbre. Hoy las empresas, en vez de orientar sus esfuerzos a proyectar una mayor producción y crecimiento de sus exportaciones, se dedican a asegurar el abastecimiento de insumos y sus pagos. La agenda se focaliza en el día a día.

La dependencia de las importaciones trasvasa a todos los sectores. Para construir satélites, se necesitan componentes electrónicos, como chips, que son importados. El agro requiere fertilizantes que la Argentina no produce o no lo hace en la cantidad suficiente.

El sector automotor es uno de los que están mostrando mayor dinamismo. Es un sector que genera encadenamientos y tiene “spill over” positivos hacia el resto de la economía. Sin embargo, se apoya en multiplicidad de insumos importados, que debe gestionar en forma eficiente. Los vaivenes en la administración de comercio no paran de darle dolores de cabeza.

En este marco, nos debemos una estrategia para salir de la urgencia y volver a proyectar en plazos razonables, entendiendo las tendencias globales y anticipándonos. Durante la gestión anterior impulsamos Argentina Exporta, un programa que apuntaba en esa dirección.

Necesitamos que los sectores más dinámicos sostengan la transición hacia una mayor competitividad de los sectores de competitividad media para que se puedan insertar en las cadenas globales y regionales de valor. Es decir, que las cadenas de valor comiencen a cruzarse y que los distintos sectores sean proveedores unos de otros, para que se densifiquen las cadenas de valor y se vaya desfragmentando el aparato productivo.

La fragmentación productiva se traduce en una fragmentación del mercado laboral, con más de la mitad de los trabajadores en la informalidad. Por ello, una estrategia para recomponer los indicadores de consistencia productiva y competitividad debería permitir ir debilitando esta dualidad de la economía argentina.

Desarrollo productivo e inserción exportadora. Indudablemente, el diseño de la política comercial y de la promoción de exportaciones tiene que descansar en la consolidación y ampliación de la oferta exportable, esto es, en una política desarrollo productivo que no descuide las condiciones macro, institucionales y de entorno.

Esto requiere una inversión del sentido de las políticas. La macro debe servir como marco favorable para potenciar a las políticas micro de desarrollo productivo y objetivos comerciales, y no servirse de la micro para compensar sus desequilibrios.

Por ello, una política de inserción debe comenzar con transformaciones desde el entorno macroeconómico, institucional y de competitividad sistémica. Por ejemplo, vía mejoras en la calidad de la infraestructura, la educación, la regulación y la estructura impositiva se podría ir reduciendo la informalidad y la evasión impositiva. La dualidad de la economía argentina, en un contexto global desafiante, no es sostenible en el tiempo.

Luego asegurar que haya una complementación y sinergia aceitada entre el desarrollo productivo (la vieja política industrial) y la estrategia de inserción externa, cuyo punto de contacto es la definición del perfil productivo nacional. Y allí sí profundizar en la estrategia de inserción exportadora que debe contener un plan de promoción de las exportaciones, los lineamientos de política comercial o inserción internacional y un proceso de simplificación y mayor eficiencia de los procesos.

La facilitación del comercio, especialmente para las exportaciones, es otra deuda pendiente, que en un contexto de disrupción de la logística global acentúa las dificultades de “salir al mundo”. La estrategia de inserción, con miras a diversificar mercados, especialmente para los sectores generadores netos de divisas, es otro punto para analizar. La ampliación de la base exportadora, que implica que más empresas cumplen con normas de calidad y no dependen solo de los vaivenes del mercado local, es otro aspecto en el que se debe trabajar. Sobre todo, considerando que en la última década la Argentina perdió una tercera parte de sus empresas exportadoras.

Sin embargo, previo a eso, hay que lograr un piso de previsibilidad, dentro de un contexto en plena mutación. Comprender las tendencias globales, de relocalización de la producción, identificar los segmentos con mayor potencial para exportar/generar empleo. Entender las demandas de las nuevas generaciones, donde el respeto al ambiente, los temas de equidad de género y las condiciones dignas de trabajo serán parte de los requisitos para acceder a ciertos mercados o para asegurar mejores precios.

En nuestro país, las metas inicialmente son menos ambiciosas: asegurar el abastecimiento de insumos, contar con una pauta razonable de evolución de las variables macro y tener un sendero sobre la carga tributaria ya se configuran como un salto de calidad. Con todo, no debemos perder de vista el contexto global; el desafío sigue siendo salir del día a día, y el objetivo debe ser desfragmentar la economía para responder a las demandas del mercado global, lo que implica comenzar a andar el camino que nos permitirá lograr mayores ingresos y, sobre todo, mejorar nuestra calidad de vida.

*Exministro de Producción y Trabajo. Socio fundador de Abeceb.