Seguramente cuando usted lea estas líneas, que son reflexiones mientras esperamos los resultados de la provincia de Buenos Aires, hablando con dirigentes políticos, con de una y otra fuerza. Algunos de ellos planteaban que hay que festejar, que hay que celebrar un triunfo contundente.
Y contado a con todo respeto me permito plantear que no es un momento ni de festejos ni de triunfalismo. Obviamente la fuerza política que gane la elección de este domingo tiene derecho a celebrar, a que sus compañeros, sus integrantes, sus dirigentes, expresen la satisfacción, pero de una forma sobria, de una forma responsable.
Porque se puede ganar una elección, pero quienes fueron a votar a las distintas expresiones partidarias que participaron, no ganaron.
Mañana continúa la vida, se sigue trabajando, sigue habiendo crisis, una inflación baja a costa de una inmensa recesión, dificultades en el mercado financiero, inseguridad, etcétera, etcétera.
Peinados nuevos, vicios viejos
Y se debe pensar en buscar formas de conciliar, acordar, buscar instrumentos que puedan construir mayorías, no solamente para ganar votaciones, a veces en el Congreso o cada dos años en las urnas, sino para ir tomando decisiones que resuelvan definitivamente el problema de los argentinos, voten a quien voten, que tienen que ver con el trabajo, que tienen que ver con que haya consumo, con que la salud y la educación funcionen apropiadamente.
Pero para esto se requiere acuerdo y diálogo, pero no el acuerdo y diálogo que hemos tenido en los últimos años de los dirigentes políticos, los grandes empresarios, que a veces se llega a acuerdos, pero que siempre son para una élite, que siempre son para los que están en la cima de la sociedad, y que ni siquiera derraman al conjunto de los argentinos, por eso cada vez tenemos más pobres, cada vez está más en crisis la salud y la educación, por eso lentamente el narcomenudeo se impone en los territorios, y por eso nos pasa lo que nos pasa en el mundo público y en el mundo privado.
Es un buen momento para generar apertura, para convocar actores nuevos, para dar pasos al costado, para renovar en serio ideas y dirigentes, y entender que para construir alternativas creíbles tenemos que ser participativos, tenemos que abrir las puertas, abrazar, escuchar, no enojarse con lo que nos cuestionan, no salir hacia adelante ni hacia la izquierda ni hacia la derecha, salir hacia arriba buscando nuevos instrumentos, sabiendo que a veces tenemos más dudas que certezas, más preguntas que respuestas, y que además de que lo electoral nos puede orientar hacia dónde hay que ir, también en el día a día ir confiando cada vez más en buscar un esquema participativo de mayor protagonismo popular para poder encausar a esta Argentina que no se va a salvar solamente con la diligencia, ni política, ni empresarial, ni dueño de medios, ni intelectuales, ni académicos, gremialistas, iglesia, dirigentes sociales, etcétera.
Se va a salvar si logramos que participen, que se comprometan, que vuelvan a creer en que vale la pena ponerle el hombro a un proyecto colectivo a millones de argentinos. Y para eso, más que festejar un triunfo electoral, hay que, aún con diferencias y disensos, entender que construir una nueva alternativa de cara al 2027.
Tenemos un presidente que ha elegido una democracia autoritaria, una democracia que ejerce una violencia verbal sin precedentes, una democracia que a veces no escucha o se olvida de los más humildes, de los desvalidos, pero también convengamos que sus errores económicos, que son muchos, se están dando sobre una realidad que no empezó el 10 de diciembre del 2023, sino que venía de arrastre, y de esto tenemos que hacernos cargo, no para flagelarnos, sino para tener un diagnóstico que mirando hacia adelante, pensando en el 2050, no en quién va a ser candidato en el 2027, podamos pensar en Argentina donde haya que sumar, donde lo político prevalezca sobre lo ideológico, donde la realidad se imponga sobre las consignas y lo abstracto, y que entendamos las verdaderas necesidades de nuestro pueblo, que generalmente no son las necesidades de la dirigencia en el sentido amplio que señalé párrafos atrás. Una vez más tenemos una oportunidad, el pueblo está dispuesto, hay que ver si la dirigencia en general tiene el valor, el sentido común y el compromiso con la honestidad para intentar, honestidad intelectual y material para intentar ese camino.
(*) Abogado y Consultor