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Vehículos eléctricos, nuevo capítulo del choque China-EE.UU.

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Ley. Biden firma el aumento de tasas. BYD, los autos eléctricos chinos más vendidos. | cedoc

La disputa geoestratégica entre China y EE.UU. ha exhibido positivas señales de apaciguamiento en los últimos meses. Lo más relevante ha sido la reactivación del diálogo militar, suspendido desde 2022. Los intercambios de alto nivel se han reanudado, volviéndose más frecuentes y fluidos. Y no solo en el ámbito político, también a nivel empresarial, con numerosas delegaciones viajando en ambos sentidos. Esto sucede en momentos en que el mundo atraviesa un período de inestabilidad e incertidumbre sin precedentes desde el fin de la Guerra Fría. Si bien se mantienen notables diferencias entre ambas superpotencias, como Ucrania y Medio Oriente, no deja de haber intereses compartidos.

El relativo acercamiento entre China y EE.UU. se ha dado más por necesidad que por convicción, eso está claro. Pero no deja de ser una muy buena noticia para el sacudido orden global. Ha contribuido que tanto China como EE.UU. afrontan procesos domésticos complejos, lo que favorece el apaciguamiento de las tensiones. En el caso de China, el régimen de Xi Jinping está enfocado en sobrellevar el creciente cuestionamiento al rumbo económico, mientras que en EE.UU. se aproxima una elección signada por las tensiones políticas internas, las bajas expectativas y la desconfianza que generan los candidatos presidenciales.

Ahora bien, pese a la calma relativa que se observa en líneas generales en las relaciones bilaterales, el epicentro de la disputa entre China y EE.UU., que es la competencia tecnológica, sigue al rojo vivo. En ese sentido, la cuestión de los vehículos eléctricos (VE) ha cobrado una relevancia superlativa. Las empresas chinas, con BYD a la cabeza (la misma que hacía reír a Elon Musk cuando le preguntaban hace unos años), se han afianzado como líderes indiscutidos del mercado global por volumen, calidad y precio. El rezago del resto de las empresas, tanto de EE.UU. como de otros países exportadores de VE, es muy notable.

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El presidente Joe Biden, quien paradojalmente ha terminado siendo un ferviente seguidor de las políticas comerciales de su antecesor y ahora posible sucesor, Donald Trump, ha reaccionado ante el avance tecnológico chino con más unilateralismo y proteccionismo. Biden ha impuesto sorpresivas tarifas del 100% sobre los VE provenientes de China, así como elevó fuertemente tarifas en metales, baterías y otros componentes asociados a la industria. Lo curioso es que también se castigó a los paneles solares, otro rubro en el cual China afianzó liderazgo.

El unilateralismo proteccionista de EE.UU. ha fracasado. En teoría, las nuevas medidas de Biden son para darle tiempo a la industria estadounidense para ponerse al día y prevenir que el mercado se inunde de VE chinos. Se trata de una reacción que vuelve a denotar, por un lado, la gran impotencia de EE.UU. frente al imparable progreso tecnológico chino. Pero también es otra muestra del doble estándar de Washington en materia de políticas comerciales. Biden aplica sin tapujos las mismas recetas que le cuestiona a China. Para colmo, desde que Trump inició la guerra de tarifas contra China, el unilateralismo proteccionista ha sido un rotundo fracaso en términos de resultados económicos para EE.UU.

Las fallidas políticas del tándem Trump-Biden no redujeron el déficit comercial con China, privaron a los consumidores estadounidenses de acceder a productos medioambientalmente sustentables de gran calidad y a bajos precios, al tiempo que fomentaron la aceleración de las políticas chinas para lograr la autosuficiencia en insumos tecnológicos críticos. La velocidad actual de los procesos de innovación en China se explica en gran parte como respuesta al proteccionismo agresivo de EE.UU.

La incomodidad de Washington frente a esta necesidad de alcanzar y pretender superar a China en VE y otros sectores tecnológicos es evidente. Pese a todo el arsenal desplegado, China sigue estirando las ventajas competitivas. Otro ejemplo en ese sentido son los semiconductores. Si bien China sigue dependiendo fuertemente de su importación, ya produce los microchips más avanzados del planeta.

Los magros resultados de las políticas proteccionistas de EE.UU. son indudables. Además, no han logrado el nivel de adeptos en Europa que la Casa Blanca esperaba. El Viejo Continente sigue dividido con respecto a China y a su vez muy dubitativo respecto al futuro de EE.UU. en la escena global. Si Trump vuelve al poder, seguramente con un proteccionismo recargado y vengativo, no son pocos los líderes europeos que esperan inclinarse más que nunca hacia el socialismo con características chinas.

Así y todo, el impacto de la escalada tarifaria de EE.UU. no es inocuo para las empresas chinas. El mercado estadounidense, si bien por ahora marginal, queda vedado de facto con estas imposiciones. Beijing no tiene alternativas fáciles frente a este escenario: O bien responde con más tarifas, afectando a las empresas y consumidores chinos, o incrementa subsidios, algo costoso y que alimentaría mayores represalias externas.

China y EE.UU. han quedado entrampados en una dinámica de difícil solución en materia de competencia tecnológica. Cualquiera sea el ganador de las elecciones estadounidenses, está claro que la disputa se profundizará, generando un impacto muy negativo, no solo para la economía de ambas potencias, sino también para el resto de los países involucrados en las cadenas de valor global vinculadas a la electromovilidad y las energías limpias. Finamente, se abre un oscuro panorama para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Hoy más que nunca, la geopolítica prima a nivel global.

* Candidato doctoral en Estudios Internacionales (UTDT). Master of China Studies (Zhejiang University) y magíster en Políticas Públicas (Flacso). Docente universitario y director del Observatorio Sino-Argentino.