OPINIóN
Columna de la UB

La obsesión con el dólar no es un atavismo cultural como sugiere el BCRA

No se necesitan explicaciones esotéricas para analizar tan difundida práctica. Basta con recordar las enseñanzas de nuestra historia económica.

Dólar
Dólar | CEDOC

Un fraile franciscano y filósofo y del siglo XIV llamado Guillermo de Ockham estableció el principio lógico que lleva su nombre: la navaja de Ockham.

Dicho principio establece que, si para explicar un fenómeno determinado tenemos dos o más hipótesis, lo más razonable es aceptar la más simple.

Esta reflexión viene a cuenta de la publicación en el blog Central de Ideas, del BCRA, de un artículo que enfoca como un fenómeno cultural lo que sucedió con el dólar estadounidense desde la década del 50 del siglo pasado en nuestro país.

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El origen del fenómeno radicaría en la prensa primero y, más tarde, en “las redes sociales y los memes que repiquetean en nuestros celulares”. Estos “dispositivos culturales” habrían sido los responsables de familiarizar al dólar como una moneda ordinaria en la vida económica y política de nuestro país.

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Es así que “cada vez más mercados y transacciones tomaron a la divisa norteamericana como unidad de referencia o medio de pago” y se desarrolló una tendencia a “la popularización del dólar en nuestro país”, lo cual habría ocurrido sin que existan razones económicas valederas para ello y más bien como producto de un comportamiento cultural de los argentinos magnetizados por el billete verde.

Sin embargo, el principio de la navaja de Ockham plantea que no hay que buscar una explicación compleja si se dispone de una más simple. En este caso, no se requiere una explicación “cultural” para un fenómeno que puede explicarse fácilmente en términos económicos.

¿Por qué los argentinos ahorran en dólares? Los que ahorran en dólares en la Argentina constituyen una categoría que abarca desde buena parte de los integrantes del gobierno nacional -según sus declaraciones juradas- hasta los casi 4 millones de habitantes que demandaron del Banco Central 200 dólares cada uno en agosto último.

No se necesitan explicaciones esotéricas para analizar tan difundida práctica. Basta con recordar las enseñanzas de nuestra historia económica.

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¿Cómo les fue a los que ahorraron en pesos? Recordemos qué nos indican los últimos 50 años. Corría 1975. El 4 de junio de ese año, el flamante ministro de Economía, Celestino Rodrigo, anunciaba un nuevo plan económico que incluía una fuerte devaluación del peso y una duplicación de las tarifas de servicios públicos, acompañadas de fuertes aumentos de precios. Quienes tenían sus ahorros en pesos los vieron licuados de la noche a la mañana.

En 1981, el entonces ministro de Economía, Lorenzo Sigaut, proclamaba que el “que apuesta al dólar pierde”. Sin embargo, a lo largo del año, el tipo de cambio se quintuplicó, diluyendo el poder adquisitivo del peso. La inflación anual alcanzó al 131,3%.

En 1989, una corrida cambiaria generó una fuerte devaluación del peso, acompañada de un salto inflacionario. La cotización del dólar pasó de 17,72 pesos en enero a 665 pesos en julio. En este último mes, la inflación mensual fue del 196,6%.

En diciembre de ese mismo año, los depósitos a plazo fijo fueron canjeados compulsivamente por títulos públicos a diez años, los llamados Bonex 89. Los que persistieron en tener pesos los vieron una vez más licuados por la hiperinflación de comienzos de 1990, cuando se unificó el mercado comercial con el mercado libre del dólar y se duplicaron las tarifas de los servicios públicos.

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En diciembre de 2001 se implantó el corralito que bloqueó los retiros de depósitos de los bancos. En enero de 2002 se derogó la ley de Convertibilidad, que había establecido la paridad 1 a 1 entre el peso y el dólar. La cotización de la divisa estadounidense trepó hasta 4 pesos por dólar y finalmente se estabilizó en 3 pesos. Sin embargo, para quienes tenían depósitos en dólares, el tipo de cambio se fijó en 1,40 peso.

En febrero de 2007, en un año de elecciones presidenciales, el INDEC fue intervenido de hecho, con el fin de controlar los valores del Índice de Precios al Consumidor. La manipulación de dicho indicador implicó que entre dicha fecha y diciembre de 2015 hubiera una sistemática subestimación de la inflación, con el consiguiente efecto sobre el valor de los títulos públicos ajustados por la misma.

¿Un atavismo cultural? Puro instinto de supervivencia.

 

Por Víctor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano.