Miguel Bein es uno de los economistas más escuchados de la Argentina, tanto por los ortodoxos como por los keynesianos. En uno de los tramos de la entrevista que le concedió a Jorge Fontevecchia para el ciclo de reportajes Periodismo Puro Bein aseguró que para que Argentina pague la deuda se necesitan dos puntos del PBI de superávit primario, "haya un gobierno de centroderecha o uno de centroizquierda".
—¿Es por falta de poder político que no se puede hacer un plan antiinflacionario?
—Para el Gobierno, la inflación es un argumento importante para aumentar la recaudación. La inflación ayuda en cualquier plan de cierre fiscal porque uno puede mantener el gasto bajo cierto control que es discrecional, mientras que la recaudación va con los precios. Por eso es tan difícil bajar la inflación cuando toda la economía se acostumbró a ella.
—El Estado cree que va a ganar con la recaudación, el empresario con los precios, el sindicalista con las paritarias, y finalmente todos pierden.
—Sí.
—Entonces, ¿no sería necesario un plan antiinflacionario que ponga las cosas en orden desde un comienzo?
—No creo, salvo que uno tenga un plan de cierre fiscal muy contundente. Muchas veces los planes de represión de la inflación en shock terminan después con inflaciones más altas un año, dos años, cinco años después.
—Un país que exporta lo que come se hace dependiente de la tasa de cambio. ¿Un plan antiinflacionario requeriría diversificar las exportaciones y tener un superávit comercial sostenido?
—Que sobren dólares. El día en que sobren dólares en Argentina, se acaba la inflación. Pasó durante la convertibilidad, y también entre 2003 y 2007. Había superávit externo en casi cuatro puntos del producto. Ahí uno recupera por algún tiempo la moneda nacional.
—¿La causa primigenia no sería el déficit fiscal sino el déficit comercial?
—Son los dos. El déficit fiscal genera la financiación con deuda. La ortodoxia económica dice que para evitar la inflación financiemos el déficit con deuda. Es lo que pasó durante 2016 y 2017. Bueno, fenómeno. Pero en 2018 nos cortaron el endeudamiento porque no bajamos el déficit fiscal. ¿Qué pasó entonces? El tipo de cambio explotó, y con él la inflación. Nosotros tenemos una inflación básicamente cambiaria. En la única época donde se derrotó a la inflación en la Argentina fue durante la convertibilidad. Pero el ingreso de capitales que hacía falta se financió con la privatización de empresas públicas. Cuando se terminó eso, se empezó a tomar deuda de nuevo, Finalmente, el mercado piensa: “Estos tipos no van a poder pagar la deuda. Por lo tanto van a terminar emitiendo dinero para pagar el gasto”. Y ahí es cuando cambian las expectativas y se aceleran la tasa de devaluación y la tasa de inflación.
—Vos dijiste que antes de 2007 era posible devaluar para aumentar las exportaciones. En cambio, en el mundo de hoy, uno devalúa para achicar las importaciones. ¿Esa es la perspectiva para los años que vienen?
—Sí. Estamos viendo exactamente eso porque una vez que el boom de las commodities se terminó, en 2011, hoy, por decir algo, la soja vale 350 dólares la tonelada, mientras que hace unos años el precio era de 480. Una vez que se terminó el boom de las commodities, es un perro que se muerde la cola, uno le vende al mundo lo que le puede. Ahora se abrió de vuelta otra posibilidad. China empezó a comer carne: antes comía pollo y cerdo, compraba soja, con la soja alimentaba a los pollos, alimentaba a los cerdos. Eso fue el boom de la soja. Ahora empezó a comer carne .Entonces, en nuestro país, tenemos un boom de la ganadería: desde hace un año y medio estamos retomando los niveles históricos de exportación. Un país que tiene calidad en lo que produce siempre tiene la capacidad de hacer crecer sus exportaciones. En este caso, no es mucho porque no es una tendencia mundial. Nosotros no vamos a vender más soja, pero sí podemos vender más carne, podemos vender alimentos elaborados. Podemos vender energía que también es una commodity, podemos vender petróleo. El día que tengamos gasoductos nuevos vamos a poder vender mucho más gas. Podemos vender minería, más allá de la disputa medioambiental. Podemos vender turismo, que seguramente será la industria de mayor crecimiento hoy y en los próximos veinte o treinta años.
—A cada punto de crecimiento del producto bruto le corresponde 3% de aumento de las importaciones, para crecer hay que aumentar las exportaciones. ¿Es posible en un mundo que demanda menos?
—Con un régimen de control de capitales y de control de cambios, también vamos a tener control de importaciones. Seguramente vamos a tener intentos de sustitución de importaciones inteligentes, vamos a ver cómo se desarrolla la política comercial. Pero en el largo plazo, si queremos crecer, tenemos que aumentar entre un 5% y un 6% por año nuestras exportaciones para sostener la corriente de importaciones. No de todo tipo de bienes de consumo, pero sí las importaciones de insumos, como las materias primas, los bienes intermedios y los bienes de capital.
Aquí el reportaje completo de Jorge Fontevecchia a Miguel Bein
—¿Funcionará un acuerdo de precios y salarios?
—Siempre soy optimista. Pero nunca funcionó. Siempre tiene éxito los primeros seis meses y siempre fracasa en los primeros dos años.
—¿Y cómo imaginás que será la economía de Alberto Fernández el día 181?
—Depende de en qué faceta. Veo una economía que va a empezar a reactivarse desde los bienes de consumo popular, lentamente. Porque también hay otro tipo de bienes que se van a consumir menos: se van a comprar menos autos, mientras que seguramente la harina, el azúcar, el aceite, el arroz, el pan y los fideos se van a comer más. Seguramente, las motos baratas van a aumentar su producción. También crecerá la importación de insumos porque muchas partes vienen de Oriente. Tendremos una economía que va a poner un poco de plata en el bolsillo de la gente, les va a dar un poco de alivio a las pymes que trabajan para el mercado interno. Pero todo eso será lento, porque hay un sector de la economía que es imposible de reactivar: las jubilaciones. Uno puede reactivar los salarios, pero con las jubilaciones no hay forma. Se puede compensar, compensar de lo que hubieran perdido las jubilaciones más bajas, pero el total de la masa jubilatoria medida en porcentaje del PBI no puede aumentar.
—¿Cuánto invierte Argentina en jubilaciones respecto del producto bruto versus otros países?
—Casi 11 puntos. Hace veinte años, invertía 5 puntos. Con la regla anterior, que ajustaba por la inflación pasada, iba a ajustar 2020 al 54%. Si era así, quebraba el Estado nuevamente. ¿Qué hubo que hacer? Hubo que generar una redistribución al interior de la masa jubilatoria, para que quienes cobren entre 14 y 19 mil tengan un aumento. Los que cobran 19, nada; y que arriba tengan una disminución en términos reales. Quienes cobran 30 mil o 40 mil pesos no son personas adineradas en la República Argentina. Pero va a haber una redistribución hacia el interior con una fórmula nueva que va a evitar la inercia que traía la anterior. Cuando uno indexa por la inflación pasada, uno funde al Estado. El Presidente debe actuar casi como un equilibrista en este contexto.
—¿Cómo se pasó del 5% al 11% del producto?
—Entre otras cosas, dándoles jubilación a tres millones de personas que no habían aportado. Una moratoria de tres millones de personas sobre una masa jubilatoria de cinco genera estas cosas.
—¿Qué porcentaje del PBI va a jubilaciones del Estado en otros países?
—Estados Unidos no gasta ni la mitad. Los países europeos que vienen del Estado de bienestar gastan 8%, 9% o 10%. Creo que Japón está en el 9% con una población muy envejecida.
—¿Cómo pueden sostenerlas ellos y nosotros no?
—Las sostienen porque la deuda de Japón rinde 0%.
—Lo hacen endeudándose.
—El Estado japonés emite un bono a diez años, paga 0 de inflación. El Estado alemán emite un bono a diez años, cobra 1%: no paga, tiene tasa negativa.
—¿Cómo se va a terminar renegociando la deuda?
—Primero, creo que se va renegociar. Eso me parece que está claro. Pero para que la renegociación sea duradera, también tiene que haber un programa fiscal: si no lo hay, quienes acepten los nuevos bonos, o el reperfilamiento de los bonos actuales, sea cual sea la modalidad que se utilice, van a aprovechar el día después de la reestructuración para venderlos. Eso es lo que hay que evitar. Para que una reestructuración de los bonos sea exitosa, el día después de la reestructuración tiene que haber compra de bonos argentinos en el mundo. Por eso, de un programa fiscal que genere dos puntos de superávit primario a mediano plazo no se salva ningún gobierno, ni uno de centroderecha ni uno de cetroizquierda, porque esa esa la única forma de que la deuda sea sostenible.
JPA/MC