PERIODISMO PURO
Juan Guaidó

Juan Guaidó: "Haríamos una vaquita para pagarle el pasaje a Maduro para que se vaya a Cuba"

El presidente encargado, elegido por la Asamblea Nacional de Venezuela, plantea la necesidad de un plan de salvación para su país. Un acuerdo que concluya con elecciones libres y justas y defienda los derechos humanos. Explica el rol que podría tener Argentina en las negociaciones y marca el matiz entre las posiciones de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Dice que las democracias deberían estar atentas a las “señales de alerta” que anuncian la inminencia del autoritarismo.

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Juan Guaidó. | MARCELO DUBINI

—¿En qué consiste el plan de salvación de Venezuela? 

—La situación es muy preocupante por la crisis humanitaria, la situación de los refugiados, el hambre y la falta de vacunación. Hablamos de un acuerdo de salvación nacional. Urge por la emergencia humanitaria. Hay más de 6 millones  de refugiados y migrantes. Hoy necesitamos el Programa Mundial de Alimentación en Venezuela, el World Food Programme para atender la hambruna desatada en nuestro país. Proponemos reunir todo el esfuerzo de años, la construcción de mayoría, la movilización, la presión interna, las luchas reivindicativas en Venezuela por un salario digno. Hoy el salario mínimo en Venezuela es de apenas tres dólares al mes, pero también se reivindica vivir con dignidad y respeto a los derechos humanos. A eso se suma la presión internacional, las sanciones a violadores de derechos humanos y corruptos, orientar a una solución al conflicto que nos lleve a elecciones libres y un cronograma de elecciones que permita elegir un nuevo presidente para reinstitucionalizar el país. Que permita hacer justicia en ese juicio que se está llevando a la Corte Penal Internacional para las víctimas de las violaciones de derechos humanos, configuradas como delito de lesa humanidad. Sabemos que hay que pasar por un proceso de negociación. Sabemos el escepticismo natural que tenemos y que debemos tener por estar enfrentando a una dictadura. Hoy el gran factor diferenciador respecto de procesos anteriores es el respaldo de la comunidad internacional, la claridad en señalar a Nicolás Maduro como violador de derechos humanos. Y la certeza de solucionar este conflicto terrible.

—Planteaste una modificación del calendario electoral que formalmente debería elegir presidente en 2024 y unificarlo con las elecciones locales este año y, a cambio de eso, que se le produzca un levantamiento progresivo de las sanciones en la medida de que el gobierno de Maduro cumpla.

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—El punto central es solucionar el conflicto. A los venezolanos nos deben una elección presidencial. Maduro la robó en 2018. Por eso el mundo lo considera un dictador. El mundo entero y sesenta países me consideran presidente encargado, según el artículo 233 de nuestra Constitución. El punto central de este acuerdo es la aceleración de las elecciones presidenciales que solucionen el conflicto. Elecciones que generen confianza en el país, en el sistema de justicia, por ejemplo, en el árbitro electoral. Así, los países aliados tendrían la disposición del levantamiento progresivo de sanciones a violadores de derechos humanos y corruptos que generen garantías al régimen o a quienes sostienen a Nicolás Maduro aún. No es amnistiable la violación de derechos humanos. Son delitos que no prescriben. Solamente la Justicia puede atender lo que tiene que ver con las garantías. Pero hablamos de garantías. Y esto implica a nuestros aliados. Porque al final del día Maduro no solamente es una amenaza para Venezuela. Es una amenaza a la seguridad del continente. Ampara a terroristas, financia directa e indirectamente el narcotráfico desde Venezuela. Recientemente asesinaron o mataron o dieron de baja al guerrillero Jesús Santrich. Hoy el régimen de Maduro aún no lo informó, y es precisamente porque lo protegen en Venezuela. Por eso son tan importantes las garantías de nuestros aliados.

“A los venezolanos nos deben una elección presidencial; Maduro la robó en 2018.”

—¿Se puede llegar a un acuerdo con el gobierno de Nicolás Maduro?

—Un elemento es la presión de la comunidad internacional sobre Maduro y su régimen. Somos mayoría en Venezuela los que queremos un cambio. Es clave verbalizar el objetivo de elecciones libres y justas, que tiene que ver incluso con la justicia internacional. Hacíamos referencia a la Corte Penal Internacional. La unificación de los factores democráticos en Venezuela exigiendo precisamente una solución a través de elecciones libres y el descontento, la falta de respaldo popular que tiene Maduro ahora son parte de las herramientas. Un factor clave sigue siendo la comunidad internacional. Es importante no relativizar lo que pasa en Venezuela. No normalizar una dictadura, sino señalarla como lo que es para aproximar precisamente soluciones. Somos escépticos porque sabemos lo que enfrentamos, pero también estamos conscientes de las herramientas que reunimos, las capacidades construidas, el ejercicio de la mayoría de la presión internacional, la denuncia clara en la comunidad, el liderazgo interno en Venezuela, para llevar no solamente una negociación. Maduro quiere otra negociación. No es suficiente. Venezuela no necesita otra negociación fallida, necesita una solución al conflicto y producir un acuerdo de salvación nacional. El entorno de Maduro y el régimen, incluso las fuerzas armadas, están debilitados y desgastados, producto de la mayoría de la exigencia democrática. Hoy ellos tienen muy claro que no hay ningún tipo de solución o protección, incluso con Maduro. Aun ellos buscan un diferencia para recuperar este país.

 

—¿La diferencia actual es la crisis económica y sanitaria? ¿Poder usar el dinero de la empresa petrolera sería necesario en este caso?

—Sin duda. No estamos dependiendo de la buena fe de una dictadura. Por el contrario, confiamos en la presión internacional y la presión interna. A Maduro no le interesa el bienestar de nuestra gente, cómo estamos los venezolanos. Le interesan las garantías. Por eso es interesante la disposición de los aliados al levantamiento progresivo de sanciones. Eso sí le interesa. En el país con las reservas petroleras más grandes del mundo, no hay gasolina. En este momento, los índices de hambre en Venezuela son los mismos que los del Congo o Sudán del Sur. La cantidad de refugiados solamente se compara con Siria, un país en conflicto. Es lo que enfrentamos los venezolanos y lo que brinda una posibilidad, gracias a la resistencia democrática y la denuncia constante de los países aliados. En el caso de Argentina, visibilizando la crisis, pero también presentando alternativas de solución. 

Juan Guaidó, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
DELITO. “Maduro no solamente es una amenaza para Venezuela. Es una amenaza para la seguridad del continente. Ampara a terroristas, financia directa e indirectamente al narcotráfico desde Venezuela”.

—¿Hay una pérdida relativa de la capacidad de control del gobierno de Maduro? 

—En Venezuela hay un Estado fallido. Se ve reflejado en el conflicto en la frontera con Colombia, donde se enfrentaron grupos guerrilleros, una disidencia de la FARC con otra, por el control del territorio que terminó en el secuestro de ocho militares en ejercicio. Es la primera vez en la historia de Venezuela que un grupo guerrillero secuestra a militares venezolanos en el territorio nacional. Entre ellos, un miembro de alto rango. Se refleja el descontrol de Maduro sobre el territorio nacional. Hay sectores en los que no puede entrar ni siquiera la policía. Hubo por lo menos diez enfrentamientos armados en la capital del país a cuatro kilómetros del palacio de gobierno. En Venezuela se dolarizó la economía de facto. Sencillamente sucedió. Tampoco hay control sobre la gasolina y el petróleo. Si pudiera tomar control de Apure, no lo puede hacer en este momento. Es un hecho. Enfrentamos la descomposición del Estado hasta convertirse en fallido. Por eso es más necesario y urgente el apoyo internacional y la solución a través de un acuerdo que genere estabilidad, gobernabilidad, que les permita a los venezolanos elegir el futuro, tener confianza en Venezuela para atraer la inversión, pero también el apoyo de las multilaterales.

“La presión internacional es clave para un cambio en Venezuela.”

—Cuando Argentina se retiró recientemente como actor en el Tribunal de La Haya en las denuncias sobre derechos humanos del gobierno de Maduro, te cuidaste de dar una respuesta muy dura. De hecho, habló tu comisionado, Julio Borges, que dijo que había mantenido en Quito un encuentro reservado con el canciller argentino, Felipe Solá, y que el resultado del cónclave fue que la oposición venezolana y la Casa Rosada consideraban que Alberto Fernández podría ser elegido mediador. ¿Puedo tomar esa declaración y tu propia moderación como cierta simpatía hacia la posibilidad de que Alberto Fernández pueda ser mediador y ayude en tu proceso de salvación nacional?

—Venezuela está en una situación de mucha vulnerabilidad como república. Sus ciudadanos, nosotros como alternativa democrática, estamos en una situación de mucha vulnerabilidad. No hay vacunas. No las había a través del sistema Covax, a pesar de que desde diciembre insistimos para poder ingresarlas al país. Debemos reunir todos los apoyos necesarios para dar una solución a este conflicto. Considero la salida del Grupo de Lima o incluso el retiro de la denuncia ante la Corte Penal Internacional con respecto a los delitos de lesa humanidad en Venezuela como una declaración política. No tiene efecto práctico, incluso en la Corte Penal, dado el estado de la investigación en este momento, los informes generados y producidos por la ONU y las misiones independientes. No buscamos simpatía. Buscamos apoyo, soluciones y acciones políticas que nos lleven a resolver este conflicto. Buscamos los apoyos y respaldos necesarios para consolidar una solución a esta tragedia que afecta no solamente a los venezolanos, sino también a toda la región y el continente.

—Una interpretación de la actitud argentina es que Alberto Fernández quiere una señal o un visto bueno de Estados Unidos, según lo conversado en Quito con Juan González, el asesor de Biden para la región. Y mientras esto ocurre, está intentando recuperar terreno ante la desconfianza chavista, abandonando todas las acciones agresivas de Argentina contra el régimen. ¿Es una interpretación posible? 

—Sin considerar si es plausible o no, los venezolanos y el continente necesitamos de cualquier apoyo para salir de la tragedia. Hay cosas que no son relativizables ni evadibles, como el tema de la violación de derechos humanos, entre otras cosas. Aproximarse o no al régimen tiene que ver con la caracterización de lo que pasa en Venezuela. La solución es el logro de elecciones libres y justas para resolver la crisis. Hay una disposición de Argentina para aproximar una solución a la cuestión migratoria. Pero sería temprano para interpolaciones de ese tipo cuando falta un trecho de cara al proceso de acuerdo.

—Cuando uno mira la relación del propio Alberto Fernández con Maduro y con el chavismo, parece tener cierta lógica esta actitud. Diosdado Cabello dijo de Alberto Fernández: “Tibio no, frío. Alberto Fernández tiene la piel de picadita. Yo afortunadamente soy libre. Da tristeza en el escenario donde Venezuela y Argentina van juntas y ahora la tibieza que les da por andar separadas. Al presidente de Argentina no le gusta que le digan tibio, pero sí le gusta hacerse el loco cuando a Venezuela la llaman dictadura. Su canciller, Felipe Solá, cada vez que puede, declara contra Venezuela. Ellos saben que aquí no hay una dictadura, aquí ganó un presidente. No se moleste, señor Fernández, si usted es tibio, asúmase. En Venezuela somos revolucionarios calientes, hervimos, no andamos con medias tintas ni con el guabineo. Aquí en Venezuela, si no sabe qué es guabineo, es dar vueltas, seguro alguien se lo puede explicar”. ¿Percibe la oposición en Venezuela el esfuerzo del gobierno argentino por mantener una posición equidistante? 

—No es un secreto que la vicepresidenta de Fernández es Cristina Kirchner, quien fue muy cercana a Chávez y también a Maduro. Nos interesa hacerle entender que es una dictadura, para lograr forzar, presionar por el logro de un acuerdo que solucione la crisis y cómo se envían los mensajes correctos. La postura de Diosdado Cabello o de Maduro no solamente es insolente, también refleja alguna diferencia interna que tiene el PSUEV, que el partido del régimen. El rol de Argentina no es diferente que el de defender los derechos humanos, hablar con claridad. Eso puede ir de la mano. Se puede compaginar.

“Los índices de hambre en Venezuela son los mismos que los del Congo o Sudán del Sur.”

—¿Pero ven el esfuerzo de neutralidad, más allá de la pésima relación de Alberto con el chavismo? Aquí se interpreta como otro nuevo guiño al régimen que la vicepresidenta de Venezuela fuera recibida con grandes elogios en la embajada argentina en Caracas. Delcy Rodríguez fue invitada por el encargado de negocios, Eduardo Porretti, al acto del 25 Mayo.

—Está en desarrollo. Pudiera ser un desenlace de este proceso. Lo importante sería lograr un acuerdo. Sería muy productivo para los venezolanos. Es distinto a relativizar lo que está pasando en nuestro país. Es un hecho la violación de derechos humanos, la configuración de delitos de lesa humanidad, reconocidos incluso por la dictadura. Dijeron: “Asesinamos al capitán de Corbeta Acosta Arévalo”. Lo torturaron hasta matarlo. Mataron a Fernando Albán, pese a que habían dicho durante cuatro años que se había suicidado. Lo secuestraron llegando al aeropuerto, lo asfixiaron y lo lanzaron por una ventana. Le hicieron creer a su familia que se había suicidado y reconocen recientemente que lo asesinaron para tratar de hacerle un guiño a la Corte Penal Internacional. Hay que separar las cosas. Hay que buscar las aproximaciones y enviar mensajes al régimen desde las aproximaciones que se pueda. La Argentina puede cumplir un rol. Hacía referencia a la cercanía que tiene Cristina Kirchner con la dictadura de Maduro; pasa algo similar con México, por ejemplo.

—Me tocó estar asilado en Venezuela el último año de la dictadura militar. Recuerdo que pasé muchas noches durmiendo en un sillón dentro de la embajada de Venezuela en Buenos Aires, y quien me custodiaba era casualmente el agregado militar, que se enorgullecía de que Venezuela era uno de los poquísimos países de América Latina que no había tenido una dictadura militar y era un ejemplo de democracia. Cuando llegó la democracia, el diplomático siguió en su cargo y yo volví del exilio. Me decía que Raúl Alfonsín estaba equivocado porque no se podía juzgar a los militares que tenían las armas desde un gobierno civil. Que no se les podía imponer un Nuremberg, porque ellos tenían las armas. Se equivocó. ¿Qué salida tendría el régimen, si no es que sus líderes fueran presos de por vida? Me pregunto si no sería importante alguna clase de salvoconducto.

—Es una pregunta muy importante, sobre todo por el estado del juicio en la Corte Penal Internacional en contra de Maduro. Lo que puede atender un juicio en la Corte Penal por violaciones de derechos humanos es la Justicia. El gran reto es cómo logramos justicia, pero también salvar vidas, evitar el flujo migratorio más grande en la historia reciente del continente. Lograr vacunar y salvar a médicos y enfermeras que están hoy en primera línea de defensa contra el coronavirus. Y hay que llevar esta lucha en simultáneo. Este juicio llegó a la Corte Penal porque fue denegada la Justicia en Venezuela, por la cantidad de violaciones de derechos humanos sistemáticas de las fuerzas armadas. Las órdenes se impartieron desde Miraflores. También por la ejecución extrajudicial por parte de las fuerzas de acciones especiales del país, tal como lo determinó el informe especial independiente de la ONU en el caso de Venezuela. Todo debe resolverse en la Justicia. Las negociaciones, los diálogos o los acuerdos son independientes del proceso que lleva la Corte Penal Internacional. Recuperar la Justicia, el sistema judicial, la independencia de poderes, la garantía de no repetición de estas terribles situaciones con el Estado venezolano, resarcir a las víctimas y los daños, sanar las heridas como sociedad, es lo que permitiría hacer justicia, tener una resolución al conflicto en Venezuela. Nicolás Maduro o Diosdado Cabello deberán demostrar su inocencia. Deberán demostrar si cometieron delitos o no. 

Juan Guaidó, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
CRISIS. “La economía de Venezuela se dolarizó de facto. Sencillamente sucedió. Tampoco tiene control sobre la gasolina y el petróleo”.

—¿Sería un precio a pagar que justifique la salvación y la pacificación en Venezuela que los líderes del gobierno se fueran en un avión a Cuba?

—Fue exactamente lo que sucedió en Venezuela en el 58. Cuando Marco Pérez Jiménez, el dictador, se fue en un avión a otro país, se conformó una junta cívico-militar y se celebraron elecciones libres. Nosotros no podríamos hablar de impunidad por el nivel de delitos que cometió el régimen. Podemos hablar de justicia. Si se les pregunta a los venezolanos por esa opción, dirán que están dispuestos a hacer una vaca para pagar el pasaje. Se recolectaría fácil el dinero suficiente para pagar el avión donde se van. El nivel de tragedia que estamos atravesando los venezolanos es muy grande. Pero no podemos renunciar a la búsqueda de justicia como sociedad. Debemos llevar esta lucha en paralelo, buscando en el corto plazo estabilizar el país, revertir el flujo migratorio, atender la emergencia humanitaria compleja devenida en catástrofe. Necesitamos ayuda multilateral, la ampliación del espectro humanitario. Por eso hablamos de garantías para todos los miembros del acuerdo, incluido el chavismo

—Al 30 de mayo, el Ministerio de Salud de Venezuela informó un total de 230.147 venezolanos contagiados y solamente 2.595 víctimas fatales. ¿Son creíbles esos números?

—Es absolutamente inverosímil. Lamentablemente no hay capacidad ni siquiera de hacer pruebas en Venezuela. Llegaron aproximadamente 300 mil tests a través de OPS. No logramos utilizar ni siquiera el 5%. Muchas de esas pruebas llegaron a manos del mercado negro. Es un mercado paralelo producto de la corrupción, del contrabando de medicamentos. Es lo que sucede con las pocas vacunas que ingresaron a Venezuela. A Argentina debe haber llegado más de un millón de vacunas a través del sistema Covax, a Venezuela cero. A Irán fueron 700 mil vacunas. Son absolutamente inverosímiles las cifras de la dictadura. Ni siquiera está la capacidad de hacer pruebas o tener un dato relativo. Esas cifras, entre comillas “oficiales”, que otorga la dictadura hablan de médicos o personal del gremio de la salud que muere. En el caso de Venezuela, según las cifras incluso presentadas por el régimen, es un tercio. Nuestro personal de salud es el más afectado del mundo por no poseer vacunas. Mientras, Maduro exhibía en la televisión pública cómo se vacunaba. Los venezolanos médicos, doctoras, enfermeros, enfermeras, no han recibido todavía las suficientes dosis para poder protegerse. Manejaron de manera policial la pandemia en Venezuela para generar control social. No de manera científica o sanitaria. Insistimos a través de la mesa técnica de vacunación, un espacio donde están la OPS, Unicef, entre otros organismos, y también miembros del gobierno encargado y del régimen para tratar precisamente de generar un plan de vacunación que priorice a los más vulnerables, a los adultos mayores, al sector de salud, a pacientes crónicos. Discriminaron a través de lo que ellos denominan el “carnet de la patria”, un carnet de afiliación al partido del régimen, para poder aplicarse la vacuna. 

“El rol de Argentina debe ser defender los derechos humanos y hablar con claridad.”

—¿Cuáles y cuántas vacunas se aplican en Venezuela? 

—Las cifras son muy opacas por parte de la dictadura. Se anunciaron públicamente unas 800 mil vacunas a través de Sputnik y una cifra similar de la Sinopharm. En diciembre de 2020, Maduro anunció 10 millones de dosis. Entonces, hablamos de que ni siquiera es el 8% de lo que se prometió en ese momento. Y cero vacunas a través el sistema Covax, lamentablemente. Según las cifras de la dictadura, no han logrado vacunar ni siquiera al 0,8% de la población en este momento. Lo cual representa, por supuesto, una alarma adicional. En Venezuela, los pacientes con covid-19 hacen cola para rellenar las bombas de oxígeno y atender a sus familiares. Es costosísimo un tratamiento. Si te da la enfermedad, están saturadas las clínicas. Los hospitales no tienen capacidad para atender a pacientes. Muchos prefieren quedarse en sus casas y paliarlo a través de medicina casi artesanal. Nosotros logramos canalizar a través de ayuda internacional y fondos protegidos directamente al sector salud, una donación, un bono, un subsidio directo, que se denominó bono “héroes de la salud”, de cien dólares mensuales al sector salud. Se registraron casi 70 mil entre médicos, camilleros, obreros y obreras del sector, y hemos logrado paliar de esa manera la situación de la primera línea de defensa en contra del virus. Pero no es suficiente cuando no pudieron ingresar ni siquiera las vacunas a través del sistema Covax.

—¿Por qué Venezuela es un Estado fallido? Un Estado fallido no parece exportable. Podría serlo un Estado con un régimen que funcionó como el cubano. ¿Cuáles son las principales diferencias?

—Al principio en Venezuela hablamos de “cubanización” para hacer referencia a lo que pasaba en la isla y a las señales de pérdida de la democracia. La democracia siempre está en juego. No es un regalo ni una concesión, sino una lucha constante por la independencia de poderes, por la transparencia, por la rendición de cuentas al ciudadano, por presentar resultados, por cumplir las promesas. En el caso de Venezuela fue progresivo. Hubo alertas tempranas que lamentablemente no se atendieron: el ataque a la libertad de expresión, el secuestro de los poderes, la judicialización de la política como herramienta. En eso siempre hay que estar alertas. El mejor antídoto son los contrapesos: una oposición fuerte, ciudadanía atenta, fortalecer las instituciones. Ahora estamos en otra instancia. Se le fue de las manos a la dictadura. No estaba en el plan de Maduro, o de Chávez, llevar a Pdvsa, la estatal petrolera, de producir 3 millones de barriles de petróleo a menos de 400 mil en este momento. Era la fuente principal de recursos no solamente del país, lo utilizaban como flujo de caja, para financiar campañas en otros países. La corrupción, la desidia, la incompetencia, el control político llevaron a la deriva dictatorial. Hoy arriesga incluso la integridad territorial, la soberanía, el ejercicio de la soberanía. En el caso de Cuba no hubo grupos armados rebelándose o atentando contra el ejército o las fuerzas de seguridad en Cuba, algo que sucede en Venezuela. Pero no tengamos duda de que ellos trataron de extrapolar o exportar el modelo a través de financiamiento, a través de desestabilizar o de grupos violentos. Sucede en Colombia, más allá de las propias reivindicaciones de los colombianos. Por eso siempre llamo a atender las alertas tempranas. En cada país de Latinoamérica hay que fortalecer las instituciones. Y hacer responsables a los dictadores. Nicaragua aplica el mismo método que Venezuela: inhabilitar candidatos. Sucedió con Cristiana Chamorro, perseguida. Intentaron meterla en la cárcel. Es muy doloroso hablar de la venezuelización, porque hace referencia precisamente a lo que evitamos en su momento. Ser ejemplo negativo también nos hace luchar para recuperar la democracia.

—Álvaro Uribe, el ex presidente colombiano, habló del “socialismo hard” y el “socialismo soft”, que sería el de Venezuela. ¿Este esquema se debe a que la Unión Soviética ya no existe más?

—Tratan de apalancarse en la afinidad ideológica para generar causa común, financiar proyectos. El Foro de San Pablo fue la expresión de esto. El mundo se debate entre democracias y dictaduras, entre libertad y totalitarismo. Es el caso de Bielorrusia. Lo que fomenta este tipo de modelos es la impunidad con la que actúan. Si un Maduro actúa como actúa y no tiene consecuencias, le da cancha abierta a Daniel Ortega en Nicaragua o a Aleksandr Lukashenko en Bielorrusia, que baja de un avión a un activista político, un hombre de la prensa. Sin duda había una exportación del modelo. En el caso de Venezuela, se lo facilitó la renta petrolera. Luego, destruyeron el sector y ni siquiera se quedaron con eso.  El debate es democracia versus dictadura y qué herramientas tienen el mundo libre y los ciudadanos organizados en cada uno de los países para defender o preservar su democracia. El mundo libre hoy no puede quedarse simplemente en declaraciones sobre las tragedias humanas. En algún momento nos quedamos únicamente en la paz como ausencia de conflicto. Hoy debemos hablar de democracia, de libertades, de dignidad.

“Luchamos por lo mismo que los argentinos que se enfrentaron a la dictadura.”

—Cuando aquí se habla de venezuelización se habla de un proceso en el cual lentamente un mayor porcentaje de las personas no tienen trabajo y consiguen el sustento a través de subsidios por parte del Estado. Hay modelos autoritarios exitosos económicamente, como China, y no exitosos. Carlos Salazar, coordinador de la Coalición Sindical de Venezuela, dijo que “el valor del dólar libre no oficial ratifica las denuncias que se hacen desde hace tiempo de que en Venezuela no existe el salario, porque el gobierno de Nicolás Maduro acabó con las prestaciones y bonificó el ingreso de los trabajadores”. Para que un régimen totalitario se sostenga debe tener un cierto nivel de eficacia.

—Los esquemas de control social pueden ser a través de subsidios. Para generar un subsidio debe haber renta, se debe generar un clima mínimo de bienestar para evitar la demanda social. A Maduro se le fue de las manos. Con Maduro, que se dice obrerista, desapareció el contrato colectivo en Venezuela. Hay sindicalistas presos. El salario mínimo es de tres dólares al mes, muy por debajo de la línea de pobreza de cualquier país del planeta. Hoy Venezuela tiene el PBI per cápita más bajo de todo el continente.  Llevamos cuatro años seguidos en hiperinflación. El resultado es que se traduce en cero respaldo o muy poco respaldo popular al dictador. Cosa que tenemos que garantizar inteligentemente en la alternativa democrática. Ahora se manifiesta en el vínculo con el narcotráfico o en extraer de manera muy irresponsable oro del Amazonas venezolano. Se dicen socialistas y generan el ecocidio más grande del planeta, con desplazamiento de las etnias indígenas, trata de personas, tráfico de armas, entre otras cosas, producto de alimentar el para-Estado. Destruyeron el Estado, la industria petrolera, alimentan un para-Estado para tratar de buscar de alguna manera dinero y financiar y fomentar esta tragedia que termina en el sufrimiento de los venezolanos. No se justifica de ninguna manera en el país de las reservas petroleras más grandes del mundo, que tiene una industria sólida, una clase media que podía generar bienestar, empleo, conocimiento. Es la lucha constante. Nosotros no vamos a bajar las banderas. Hablan de ideología; pero incluso es una mentira, simplemente para justificar una cantidad de desmanes y arrebatos en contra del pueblo.

—Con 5.000%/8.000% de inflación, con salarios de tres dólares, finalmente el régimen no es sustentable. El problema es la implosión interna. Más tarde o más temprano sucederá esa explosión.

—Nuestro pueblo se rebeló a través de protestas y del ejercicio del voto, en este caso en 2015, cuando ganamos dos terceras partes del Parlamento. Lo que todavía sostiene a Maduro es la represión. La miseria no es exportable: difícilmente alguien quiera recibirla. En Venezuela, Cuba o Nicaragua hubo alertas tempranas..

—¿Cómo es la vida de la clase media venezolana hoy?

—Hoy en el país en general la clase media está depauperada. Hay 90% de pobreza. La capacidad de ahorro es muy limitada. El costo de la vida se disparó en simultáneo por la poca capacidad de producción interna. Somos dependientes incluso a nivel de alimentación. El Programa Mundial de Alimentación habla de 9,1 millones de personas en riesgo de hambruna en Venezuela, cuando tenemos capacidad agroalimentaria para autosustentarnos en este momento en Venezuela. La clase media está muy golpeada. Los principales migrantes son de la clase media, que busca calidad de vida, futuro para su familia. Recientemente se hizo viral una foto de una abuela que era cargada para cruzar el río Grande en la frontera de México con Estados Unidos. Es gente de clase media que vendió su casita, su automóvil, lo que tenía, para pagarles a unos coyotes. Los más pobres o con menos recursos en este momento caminan a cualquier país de Latinoamérica buscando refugio, pero sobre todo buscando cómo mandar dinero a Venezuela para ayudar a su familia. 

—Vos decís que hoy hay 90% de pobres. ¿Cuántos había antes de asumir Chávez? ¿Hubo primero una mejora y luego un deterioro?

—No recuerdo la cifra exacta. Se habla de menos del 46% de pobreza antes de la llegada de Chávez. Yo tenía 15 años, vivía en un sector de clase media baja en el estado de Guaira, cercano a la Capital. Tuve la oportunidad de ir a la universidad, de graduarme y trabajar en una empresa. Luego vino el boom de las commodities, el boom petrolero, donde el barril llegó a más de cien  y la renta pública era muy alta. Había dinero circulante en la calle durante esa época, lo cual llevó a disminuir de alguna manera la pobreza. Se implementaron muchos subsidios en tiempos de Chávez. No ahorraron durante las vacas gordas, despilfarraron el dinero de todos los venezolanos, no invirtieron en infraestructura, no se diversificó la economía. Había algo elemental macroeconómicamente hablando. Hoy estamos en el peor momento de pobreza en 200 años de historia de Venezuela. La renta pública también debe ser siempre una materia de escrutinio por toda la sociedad. Lo estamos pagando muy caro los venezolanos por no atenderlo de manera temprana.

— ¿Qué mensaje le darías a Alberto Fernández en su eventual contribución a la pacificación de Venezuela?

—Esperamos el apoyo de los argentinos, también del presidente Fernández y la plena disposición de poder respaldar un acuerdo de salvación nacional que inicie con elecciones libres y justas de camino a la recuperación institucional y humana. De respeto a los derechos humanos, a la integridad del ser. Sanar las heridas de más de veinte años de conflicto político-social que derivó en una lamentable catástrofe humanitaria. Sé que contamos con el respaldo de la bancada y las bancadas en el Congreso de Argentina. La defensa de los derechos humanos nos incluye y nos vincula a todos. Argentina, y lo sabes directamente, atravesó una tremenda dictadura. Nosotros hoy estamos luchando por lo mismo que lucharon los argentinos en su momento. La petición es sencilla: respeto a los derechos humanos, elecciones libres y recuperar nuestro país lo más pronto posible. Que cese de una vez por todas el sufrimiento de millones de venezolanos que añoran regresar a su país, reunificar a las familias y volver a ver florecer a nuestro país.

 

“El lenguaje y la cultura nos aproximan al Papa y a la Argentina”

 

—La agencia Nova dijo que al papa Francisco le gustaría reafirmar la neutralidad de la Santa Sede y el deseo de no estar de un lado o del otro, y que promueve la organización de un encuentro en el Vaticano tuyo con Maduro, que se vieran cara a cara, primero solos y luego con intervención del Vaticano. ¿Qué rol juega la Santa Sede?

—No pude confirmar esa información. La Iglesia tiene un rol muy importante en este momento. En la descomposición del Estado es clave la acción social que se genera a través de Cáritas, por ejemplo, que tiene gran alcance, como pocas otras ONGs o fundaciones en el caso de Venezuela. Venezuela es un país profundamente católico. La mayoría del país tiene esa religión, en mi caso la predico. El Episcopado venezolano es claro en la emergencia, porque la vive día a día. Tiene acceso no solo a la información, sino al dolor. El Vaticano tiene un rol importante en todo este proceso. Puede fungir como garante, no solo de la paz. La paz no sería ausencia de conflicto, es lograr alivianar el sufrimiento. Estabilizar el país, que la gente pueda desarrollarse plenamente y recuperar la prosperidad. Hacemos votos para que la Iglesia ejerza un rol productivo en el conflicto. En el caso de Venezuela, no hay neutralidad de la Iglesia. No existe tal cosa como neutralidad en momentos de violación de derechos humanos. Es tomar parte por el opresor.

Juan Guaidó, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
DERECHOS HUMANOS. “Hacemos votos para que la Iglesia ejerza un rol productivo en el conflicto. En el caso de Venezuela, no hay neutralidad de la Iglesia. No existe tal cosa como neutralidad en momentos de violación de derechos humanos. Es tomar parte por el opresor”.

—¿Que Francisco sea argentino aumenta las posibilidades de que el presidente argentino pueda contribuir al plan de salvación nacional?

—El Papa es argentino, latinoamericano y jesuita. Me gradué en una universidad jesuita en 2000. El lenguaje y la cultura nos aproximan al Papa y a la Argentina. Sé que los argentinos están profundamente conmovidos con lo que sucede en Venezuela. Muchos tienen amigos o compañeros de trabajo venezolanos. Saben del sufrimiento. Sé del cariño y el respeto de todos los argentinos y la Argentina en general por la lucha que llevamos. Esperamos que pueda consolidar y desenvolver de alguna manera un rol productivo de cara a enfrentar la dictadura, a defender la democracia y solucionar el conflicto que tiene Venezuela a través del Vaticano y también el gobierno argentino.

 

Producción: Pablo Helman, y Debora Waizbrot.