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Futuro y política

Mercado-Estado y autocracia-democracia.
Mercado-Estado y autocracia-democracia. | Cedoc

Pocas veces una columna de opinión fue partera de tantas otras como la que publicó el domingo pasado en PERFIL Federico Sturzenegger titulada “Por qué el kirchnerismo ganará en 2023”. Mereció la réplica de la titulada “Ni derrotismo excesivo, ni partido liquidado”, escrita por Sergio Berensztein; de la titulada “Elecciones 2023 según Sturzenegger”, escrita por  el presidente de la Sociedad Argentina de Análisis Político, Martín D’Alessandro; y de la titulada “El compendio de prejuicios clasistas de Federico Sturzenegger”, escrita por el director del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz y profesor de la UBA, Andrés Asiain.

Más allá de las críticas al pronóstico de Sturzenegger y a los argumentos con los que sustenta su prospectiva, tiene que tener alguna plausibilidad para haber desatado diversas reacciones. Probablemente sea su intensidad: al igual que Fukuyama con el fin de la historia y el triunfo definitivo del capitalismo, Sturzenegger plantea el triunfo definitivo del kirchnerismo, algo que habla más del ser que del estar de la Argentina. Y también pudo haber producido reacciones la incomodidad que generaría su tesis de terminar siendo cierta.

El mundo viene recorriendo el camino de regreso a la desregulación de los mercados 

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Las críticas ad hóminem al autor del pronóstico (haber sido actor destacado de las fracasadas políticas económicas de Macri y el último Cavallo) no van al fondo de la cuestión: ¿hubo o no un triunfo cultural del kirchnerismo? ¿O el ‘ismo’, como ya fue también el menemismo junto al kirchnerismo, representa algo coyuntural (menor) propio de la adaptación a la época de todo partido de poder como es el peronismo? 

La cuestión de fondo tiene al peronismo como sujeto principal de estudio. ¿El kirchnerismo lo sustituyó en su centralidad dentro de la escena política argentina expulsando al PRO y ahora a Juntos por el Cambio a quienes lo integraban o simpatizaban con el menemismo? ¿O la enorme cantidad de peronistas que no se integrarían al PRO –y hubiera adscripto a la tercera vía y no al kirchnerismo en 2019 si Lavagna, Schiaretti y Massa hubieran logrado construir potencialidad de triunfo– podrán tomar el control del peronismo desplazando al kirchnerismo al papel de una línea interna cuya hegemonía resultara pasajera? En síntesis: ¿La Cámpora se diluirá en el peronismo o el peronismo en La Cámpora?

La resolución de estas internas dentro del partido mayoritario de la Argentina está atravesada por el vector Estado-mercado que menciona Sturzenegger como gran ordenador de las preferencias electorales. Y eso no va a depender solo de las preferencias de la sociedad argentina sino, también, de las tendencias mundiales que moldeen esas preferencias.

Hace más de setenta años el Partido Socialdemócrata de Alemania, el mayor del mundo, acuñó la fórmula: “Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”. Pero los vientos de época fueron corriendo a la derecha y a mayores proporciones de mercado tanto a la socialdemocracia continental europea como a su primo inglés, el Partido Laborista y, cruzando el Atlántico, al Partido Demócrata norteamericano.

La frustración del capitalismo de los últimos años en la generación de riqueza distribuida viene cuestionando el corrimiento hacia más mercado de los partidos progresistas de todo el mundo. Ya sea con el primitivismo de Trump o el progresismo de Biden el proceso de mayor liberalización del mercado se detuvo y la pandemia vino a justificar más Estado en todo el mundo. No parece que para 2023 nuevamente una corriente a favor de una mayor participación del mercado vaya a producirse, tampoco creer que esa tendencia se convertirá en permanente.

Pero no es solo el vector económico el único ordenador de las preferencias electorales. El estilo del sistema político también es determinante, aun en las personas más acuciadas por el factor económico.

También ese vector atraviesa a la coalición gobernante, por lo menos en el imaginario colectivo de una parte de la sociedad, el peronismo no kirchnerista sería más republicano; y el kirchnerismo, más autocrático. Nuevamente los 90 y el menemismo muestran la labilidad en representar cada categoría. Al peronismo en el gobierno de entonces la oposición no podía acusarlo de poco orientado al mercado y la forma de enfrentarlo era exhibir como su Talón de Aquiles su poco apego a prácticas republicanas, lo que potenció una fuerte corriente progresista.

Elisa Carrió fue el mejor punto de unión a una crítica tanto al menemismo como al kirchnerismo sobre la base de un mismo concepto: república. Acusó de autócrata tanto a Menem como a Cristina Kirchner y previamente a su marido.

El gráfico que acompaña esta columna al solo efecto ilustrativo simplifica en cuatro cuadrantes la tensión entre esos dos vectores: mercado-Estado y autocracia-democracia, colocando los nombres de algunos políticos actuales, y en el caso de Perón el último previo a su muerte, en los distintos cuadrantes. 

En qué proporción en cada momento pesará más o menos un vector que el otro a la hora de decidir el voto es lo que hace más compleja la prospectiva. Es correcto asignarle más valoración al vector autocracia-democracia cuando la economía marcha bien y las necesidades materiales de la población están más satisfechas. Y lo opuesto en los momentos de crisis económica, cuando las formas pasan a ser un lujo característico de épocas de abundancia.

Si en 2019 con Cristina no alcanzaba difícilmente en 2023 alcance con ella o sus significantes

Cómo llegue la economía en 2023, cómo resuelva su interna entre kirchnerismo-peronismo la coalición gobernante y sobre la proporción de Estado la coalición opositora determinarán las condiciones de posibilidad. Se podría concluir diciendo que si en 2019 “sin Cristina no se puede pero con Cristina no alcanza”, en 2023 habría menos posibilidades para que con Cristina sola (o sus significantes solos: Kicillof o Máximo) alcance.  

Bienvenidas las conjeturas que ayudan a construir las preguntas correctas, aunque nunca sus respuestas.