Para mucha de la gente con la que discuto de política y economía, la derrota electoral del Frente de Todos en las próximas elecciones legislativas, y, eventualmente, en 2023, se considera un hecho inevitable. Las razones que me esgrimen son múltiples. La economía llegará a 2023 luego de un nuevo estancamiento de seis años. La inflación galopa cómoda al 60% anualizado. La pobreza sigue creciendo y batiendo récords, sobre todo entre nuestros niños. Más de un millón de chicos habrán sido expulsados del sistema educativo por un gobierno que ha militado el cierre de escuelas. Y, por si todo esto fuera poco, un manejo de la pandemia que ha expuesto las tendencias autoritarias del Gobierno y que ha incluido, desde dejar pasar 14 millones de vacunas hasta el uso de la propia pandemia para seguir aceitando los engranajes de corrupción. Recordemos los poco transparentes manejos para la compra de vacunas, los test en Ezeiza, o el desvío de vacunas a simpatizantes políticos. “De eso no se vuelve”, sentencia un amigo, que ya saborea al oficialismo mordiendo el polvo de la derrota en 2023.
Bueno. No tan rápido. De hecho, todos estos eventos, si algo, creo que aumentan la chance de que el kirchnerismo se alce con la victoria en 2023. Parece contraintuitivo, porque el desbarajuste es inmenso, pero algunas ideas básicas de la ciencia política permiten entender el porqué de la afirmación.
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Uno de los resultados más celebrados en esa disciplina es el llamado teorema del votante mediano. Para entenderlo imaginemos a los votantes distribuidos a lo largo de un espectro de preferencias. Para fijar ideas ubiquemos en una punta, la punta izquierda digamos, a los que creen que “el Estado te salva”. En la punta derecha, los que creen que “el mercado es el único camino al crecimiento”. Los que están bien a la izquierda creen muy intensamente en el Estado, los que están en la punta derecha creen muy intensamente en el mercado. La mayoría de la gente se distribuye en posiciones intermedias entre ambos extremos.
El teorema del votante mediano dice que el que gana la elección es aquel al que vota el votante mediano, que es el que está en el medio de la distribución, la mitad de un lado y la otra mitad del otro. Es fácil entender por qué: si el votante mediano por ejemplo piensa que “el Estado te salva” quiere decir que todos los que están a su izquierda también lo creerán y entonces esa posición política tendrá la mayoría de los votos. Fin.
Para entender entonces lo que pueda pasar en 2023 quizás no es tan importante evaluar si el Gobierno es mejor o peor, si acierta o se equivoca, sino que es más útil pensar qué puede llegar a pensar en ese momento el votante mediano y quién lo representará mejor. En otras palabras, más importante que el fracaso o éxito de una gestión, es entender en qué dirección están moviéndose las preferencias de la población, y con ellas las de ese votante mediano.
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Estado versus mercado
La dimensión que elegí para ilustrar el ejemplo de más arriba no es casual. Mucho del debate en la Argentina está signado en esa clave: Estado presente versus integración al mundo. Acá es donde empiezan los problemas para los argumentos de mis amigos.
En una encuesta del Pew Institute se les preguntó a personas en 44 países que expresen su acuerdo con la siguiente frase: “La mayoría está mejor en una economía de mercado aun cuando algunas personas son ricas y otras pobres”. En la Argentina solo un 33% está de acuerdo con esta afirmación, un 48% está en desacuerdo. En Vietnam, para comparar, el 96% de la población es promercado, en China un 76%. En Francia un 60%. La Argentina, por lejos, es el país más antimercado de toda la muestra. Probablemente lo sea del mundo entero. México, el país que más se nos parece, con un 44% de acuerdo con la afirmación aun así tiene un 33% más de personas a favor del mercado que la Argentina.
Entonces un discurso que construye una épica del Estado presente resuena bien en muchos votantes argentinos. Y quizás no importe tanto si ese Estado está o no está presente. Lo importante es quién cree la gente que comparte su visión.
La pregunta que hay que hacerse entonces es qué pensará el votante mediano en 2023. Mi impresión es que a medida que la sociedad se empobrece y se deseduca, de la mano del estancamiento económico, la inflación y la militancia antieducación que abrazó este gobierno, el votante mediano se moverá hacia el grupo de los que creen que el rol del Estado es más importante. Este corrimiento del votante mediano se explica por otro aspecto central de la sociedad argentina, que es su conservadurismo a ultranza. En una sociedad golpeada por décadas de frustraciones, cada cambio, por más pequeño que sea se vive como una amenaza. El peronismo, como representante fiel y ejecutor efectivo de ese conservadurismo, logra entonces nuevos adeptos con cada recesión o crisis que vive la sociedad, no importan sus orígenes ni quiénes son sus responsables.
Lo cierto es que cuatro años de frustraciones adicionales, potenciadas por las consecuencias del COVID-19, nos replegarán más en nuestros miedos atávicos. Lo último que querrá escuchar el votante en 2023 es sobre la necesidad de un cambio de rumbo lleno de incertidumbres y peligros.
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Lejos del progreso
Una idea final, por si se necesitara otra. Mi impresión es que muchos argentinos sienten que cualquier camino de progreso ofrece un beneficio que está demasiado lejos. En ese contexto resulta más negocio apostar a que les toque una parte del reparto que un Estado dadivoso y paternalista pueda ofrecer, sea este un puesto en el Estado o una ley o subsidio que los beneficie. Por más o menos atractivo que pueda resultar ese panorama, es lo que se visualiza como más cercano y posible. Entonces, aun sin ser beneficiario de ese reparto, vale votar (y defender) a quien se piense sea más probable que lo ofrezca en el futuro.
En definitiva, el proceso de deterioro actual de la Argentina, más que convencernos de que un cambio es necesario, creo que nos va a consolidar en nuestra versión conservadora, de statu quo, nos va a reafirmar en la convicción de que cualquier cambio debe ser evitado a toda costa. Creo que el peronismo representa ese statu quo hoy, y lo seguirá haciendo en la oferta electoral de 2023. La revolución quedará para otro momento. El progreso también.
*Profesor en la Universidad de San Andrés, Harvard y HEC (París).