La incapacidad de la sociedad argentina para alcanzar el desarrollo económico, pese a las ventajas materiales y humanas con que cuenta, despierta curiosidad entre los economistas más reconocidos del mundo. Y los simples ciudadanos de países vecinos observan con asombro como el país que era el “adelantado” de la región hace unas décadas, hoy va quedando atrás.
Entre las varias causas de este estancamiento se destaca el desaliento a las inversiones productivas. No aparecen nuevos proyectos y los empresarios sobrevivientes (grandes, medianos y pequeños) declaran que no volverían a invertir en el país.
Desaliento que es consecuencia del mal trato recibido de los gobiernos que se vienen sucediendo desde hace décadas, en sintonía con los ataques que recibe de comentaristas, ensayistas y otras expresiones de una intelectualidad que identifica “empresa privada” con los males del “capitalismo”, sin registrar los diferentes procesos a los que este último vocablo remite. Y como muchos de esos ataques pretenden fundarse en proposiciones de Marx, es bueno volver a las fuentes.
La incapacidad de la sociedad argentina para alcanzar el desarrollo económico, pese a las ventajas materiales y humanas con que cuenta, despierta curiosidad entre los economistas
De los muchos aportes del fundador del materialismo histórico hay dos que resultan imprescindibles para entender los diferentes procesos que se vinculan con el capitalismo. El primero es El Manifiesto Comunista escrito en 1848 por el joven Marx (junto con Engels) por encargo de La Liga Comunista, una organización obrera internacional”, con el propósito de aportar ideas para la lucha contra una burguesía a la que denuncia por explotar al proletariado (tal como lo muestra Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra). Explotación que es una posibilidad inherente a ese modo de producción, y que se hizo realidad cuando la burguesía convierte al Estado en lo que Marx llamó “un Comité administrativo de los negocios de la clase burguesa”; instaurando un régimen político al servicio de su dominación.
El Capital (1867) en cambio es una obra del Marx maduro escrita desde una posición reflexiva, en la que describe al capitalismo como un “modo de producción”, en el que el dueño del capital produce nuevas mercancías a partir de otras que ha comprado previamente; entre ellas la fuerza de trabajo. Y si bien Marx denuncia la apropiación por parte del empresario del mayor valor aportado por el trabajador (lo que da lugar a la teoría de la plusvalía, abandonada por sus seguidores dada sus debilidades), la obra se mantiene en un nivel descriptivo de lo que es un proceso de producción.
Lo anterior, agregado a lo que enseña la historia posterior, debiera ayudar para superar esquemas que contribuyen al mantenimiento de nuestro estancamiento económico.
El “capitalismo” como modo de producción es la base de la revolución industrial y el proceso creador de riquezas y empleos más exitoso en la historia de la humanidad.
El “capitalismo” como modo de producción es la base de la revolución industrial y el proceso creador de riquezas y empleos más exitoso en la historia de la humanidad. Además, y a diferencia de los modos esclavista y feudal que les precedieron, y del socialista que buscó sustituirlo, es el único que permite que el obrero que vende su fuerza de trabajo, preserve su libertad como ciudadano.
Un modo de producción en el cual el empresario es central para la creación de riquezas y empleos, con la posibilidad objetiva de explotar a la fuerza de trabajo; dependiendo del accionar del Estado que esa explotación se concrete o no. Un modo de producción que en la Inglaterra del siglo XIX fue la base de un régimen político dominado por una burguesía que explotaba al proletariado; que en la Alemania de Merkel es la base de una democracia desarrollada con leyes protectoras de las relaciones laborales; y que en la China actual contribuye al éxito de un régimen político en manos del “proletariado”.