#PeriodismoPuro es un nuevo formato de entrevistas exclusivas con el toque distintivo de Perfil. Mano a mano con las figuras políticas que marcan el rumbo de la actualidad argentina, Fontevecchia llega a fondo, desmenuzando argumentos y logrando exponer cómo piensan los mayores actores del plano del poder. Todas las semanas en perfil.com/PeriodismoPuro.
—¿Cree que el kirchnerismo declamó un progresismo no que no resultó tal?
—El principal responsable de la destrucción del progresismo es el kirchnerismo, que bastardeó sus banderas históricas. Debemos coser esas banderas y no será fácil. Ellos construyeron un relato hipócrita, haciéndole creer a la gente que eran algo que no eran.
—Lo que la que la separa de este gobierno, dice, es su falta de progresismo, que tiene otras prioridades. ¿Falta el espacio político que represente esos valores?
— Sí, claramente. Hoy el progresismo está atomizado y eso impide que se haga fuerte. Mi aspiración es que, en dos, tres, cuatro años, se pueda conformar esa otra alternativa en un sistema político saneado, tal vez con un bifrentismo más basado en un debate de ideas, algo que la democracia debería recuperar. Como el concepto de pluralismo: saber que no se derrumban los países si los partidos se alternan en el ejercicio del poder, saber que el que se va no apostará al fracaso del nuevo, si no que intentará perfeccionarse y demostrar que puede ser mejor.
—¿Es ese nuevo espacio entraría su partido, el Frente Renovador, el socialismo de Santa Fe y el peronismo no kirchnerista?
—Depende qué peronismo no kirchnerista. No hay una categoría que así como así, solo por no ser kirchnerista, vaya de la mano con esto. Entender al peronismo no es fácil.
—El peronismo de Córdoba, ¿Podría ser parte de ese frente plural para 2019?
—Hoy me cuesta verlo. Massa se va a enojar conmigo, pero sigo viendo en el peronismo un componente bastante de derecha. Hay extractar del peronismo aquellas expresiones que pueden formar parte de un proyecto más progresista.
—Entonces, ¿a quiénes sumaría?
—La conformación de los frentes a futuro se tiene que definir más por las ideas que por las personas. A mí nunca me gustó decir cuál era mi límite. No me gusta decir que determinada persona es mi límite.
—¿Las personas republicanas pero de tendencia conservadora podrían entrar en esa alianza para el 2019?
—La cuestión se define en otros términos. Hay una discusión pendiente en Argentina sobre el papel del Estado. Eso es lo que nos diferencia. Hay una discusión pendiente que es la reforma del sistema de impuestos. El gobierno anuncia una propuesta de reforma impositiva donde se vuelve a la misma receta que en los ’90: la eliminación de los aportes patronales. Nosotros planteamos que se debe eliminar el IVA de los alimentos de la canasta básica y tratar que los que más tienen o ganan, paguen más. No a la inversa, que es lo que ocurre. Eso define un proyecto de país. Ahora, si vuelvo a los ejemplos, Urtubey está planteando la vuelta de la educación religiosa en las escuelas públicas. Eso va a contramano de una propuesta progresista. Todo se define en términos de ideas.
—¿Hay más conservadurismo o derechismo en la sociedad? Existe una oferta mayor de ese sector que del progresismo…
—Esto sucede por la manera en que la gente vio cómo se ensuciaron las banderas del progresismo en la boca de los que se llenaban los bolsillos. Reconstruir eso nos va a costar muchísimo. El discurso de los derechos humanos —tan caro para los argentinos y para el progresismo— es un discurso hecho trizas por el kirchnerismo. No voy a renegar de algo que forma parte de nuestra posición histórica en defensa de los derechos humanos solo porque Cristina se haya apropiado de ellos.
—¿Usted cree que la Argentina ha hecho un giro a la centroderecha y así seguirá durante los próximos años?
—Como en los demás países. No hay que dramatizar con esos temas. Tenemos que calmar nuestra ansiedad. Los procesos son más naturales en las democracias más estables. Miro a los costados, a Uruguay, a Chile, no necesito irme a Europa. Macri es amigo de Piñera y yo soy amiga de Bachelet. Las amistades políticas reflejan dónde está cada uno.
—Cristina también es amiga de Bachelet.
—No, Bachelet no es amiga de Cristina, que es lo más importante. Porque no lo digo en términos personales, lo digo como afinidad política. Cristina derrumbó los principios del progresismo y ahora viene una opción más conservadora y hay que vivirla con tranquilidad. Ya volverán los tiempos del progresismo. Las ideas no desaparecen.
—En el inconsciente colectivo, ¿el espacio de Piñera es el de Macri, y el de Bachelet del kirchnerismo?
—No creo que sea así. Bachelet es una referente del socialismo. Es socialista. Cristina nunca fue socialista. No solo en términos de la gestión, no lo fue en términos ideológicos.
—Pero ese lugar ocupado por el kirchnerismo va a seguir existiendo porque hoy tiene el doble de votos que su alianza con Massa y porque mucha gente cree que ése es el progresismo.
—Es verdad. Pero eso me lleva a otra reflexión. Dicen que nosotros somos la avenida del medio, pero yo me siento el jamón del sándwich. No es un posicionamiento que me guste, no me van a encontrar a mí hablando de la ancha avenida del medio. No creo en la idea de las terceras fuerzas. Al contrario, creo en los procesos políticos de renovación y de sustitución. No competimos para ser terceros, ni estar en el medio a los codazos. Aspiro a reemplazar a Cristina Fernández de Kirchner. Ocupar su lugar y desplazarla.
—Para eso, Cristina y el kirchnerismo tendrían que dejar de ser una fuerza representativa, que la sociedad se convenza que no son lo que dicen ser. ¿Cómo piensa lograrlo?
—La discusión es cómo llegar a ese punto. Podría decir: “Llegaremos en la medida en que la gente se vaya dando cuenta y la Justicia pueda avanzar”. Pero eso es muy limitado, me excluye de las responsabilidades que me corresponden a mí como espacio. Lo importante es que la sociedad visualice que existe otra cosa. Tenemos que acertar en cómo salimos a disputar ese espacio y corregir muchas cosas. Algo pasa que no nos están viendo.
—Pero al progresismo, en Argentina, en su mayor proporción, lo sigue representando el kirchnerismo.
—Nunca quise, ni cuando estaban en el gobierno, hacerle esas concesiones que muchos de mis amigos les hacían. Muchos les criticaban la corrupción pero les hacían concesiones ideológicas: “No, en materia de derechos humanos...”. Nunca lo hice y menos ahora. No estoy dispuesta a reconocer que el kirchnerismo pueda ser referencia ideológica de lo que pienso.
—Porcentualmente, el doble de lo que usted representa cree que sí. Es un hecho político.
—Sí, algunos lo creen.
—No solamente algunos.
— Sí, muchos.
—Uno de cada cinco argentinos lo cree.
—Ella podrá tener su mérito por haberles hecho creer eso. Nuestra falta de méritos habrá colaborado para que no nos visualicen en ese lugar. La pelea viene por los dos lados. El último día de la campaña, con Massa hicimos actividades muy interesantes, muy emocionales y visitamos una pyme en la zona sur del conurbano, una zona muy pobre. El dueño, don Nicola, nos ofreció —él y su familia, una empresa familiar— comer empanadas en la fábrica con los obreros. Y dos cosas me impactaron mucho. Un muchacho joven, humilde, con muchos problemas —lo habían asaltado, le había dado un ACV—, dijo: “Ella”, o “La mina”, no sé bien cómo llamó a la señora de Kirchner, “Se habrá llevado la que quería, pero nosotros comíamos”. Ése es el voto de Cristina. Clarito. Minutos después, el dueño de la fábrica se quejaba por las importaciones, la exportación de las materias primas, los impuestos, la seguridad y pero aclaró: “Los voté hace dos años y les voy a renovar el crédito dos años más”. Y me dije: esto es lo que pasa, con una parte y la otra”.
Leé la entrevista completa de Jorge Fontevecchia acá.