POLICIA
la historia secreta de un atraco de pelicula

A diez años del Robo del Milenio, el golpe maestro que todavía no pudo ser esclarecido

Los seis boqueteros que vaciaron las cajas de seguridad del Banco Macro ubicado a dos cuadras del Congreso nunca fueron detenidos. Dos ex policías de la PFA están acusados de liberar la zona y serán juzgados en junio.

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Mensaje. Los autores emularon a los del Robo del Siglo y también dejaron una frase en una de las paredes de la bóveda del Banco Macro de la avenida Callao 264. | cedoc

“No será el Robo de Siglo, pero (sí) del mileniun (sic)”. El mensaje escrito en las paredes de la bóveda de un banco ubicado a dos cuadras del Congreso de la Nación fue el cierre de un plan maestro que comenzó el sábado 6 de marzo de 2010, cuando una banda de boqueteros saboteó el sistema de alarma de la sucursal del Macro, vació el contenido de las cajas de seguridad y escapó al día siguiente con un botín estimado en 30 millones de dólares.

La frase de los ladrones le puso título al golpe, aunque un ex ladrón que conoce a los autores revela a PERFIL una intimidad desconocida: “Se equivocaron al escribir milenio (en realidad pusieron ‘mileniun’) porque el que lo hizo pensaba que un milenio era menos que un siglo. Lo que en realidad quisieron decir es que era el robo de la década”.

El dato es solo anecdótico porque en lo que no falló esta banda fue en la planificación y ejecución. A diez años del atraco –uno de los más espectaculares de la Ciudad–, los investigadores no pudieron recuperar un solo peso y tampoco identificar a los seis delincuentes que entraron al banco.

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Las víctimas del Robo del Siglo reviven el dolor con la película

El Robo del Milenio demandó nueve horas de trabajo. Los autores entraron a la sucursal por el edificio que está arriba de la entidad, donde funciona la Escuela Superior de Higiene y Seguridad Industrial. Lo hicieron cuando el sereno del lugar salió a recibir una pizza, aunque –vale aclarar– los detectives siempre pusieron en duda la versión que aportó esta supuesta víctima. Para no dejar testigos también tomaron como rehén a un hombre en situación de calle que dormía en la puerta del lugar, otro cabo suelto en la investigación porque hay quienes sostienen que, en realidad, el vagabundo formaba parte de la organización y simuló esa condición para estudiar los movimientos del banco.

Lo cierto es que los delincuentes realizaron un boquete por el que accedieron a la sucursal. Estaban todos encapuchados. Apenas entraron anularon la alarma silenciosa que debía activarse en la Comisaría 5ª. Recién cuando cambiaron los ángulos de las cámaras de seguridad comenzaron a abrir las 256 cajas de seguridad (solo 99 estaban alquiladas). A las siete de la mañana abandonaron el banco con bolsas de residuos repletas de dinero y joyas.

A los pesquisas siempre les llamó la atención la tranquilidad con la que trabajaron los delincuentes, una sospecha que terminaron de confirmar cuando descubrieron que dos efectivos de la Policía Federal Argentina (PFA) estaban apostados en un estacionamiento cercano, pese a que esa noche se encontraban francos de servicio. ¿Qué estaban haciendo el subcomisario Marcelo Amarilla (55) y su chofer, el cabo Omar Mikic (43)? ¿Por qué razón en un momento se abrazaron como quien festeja un gol en el último minuto? ¿Quién y por qué les entregó una bolsa?

Los ladrones "anónimos" del Banco Río que nunca cayeron

Coartadas. Las excusas que ofrecieron los policías rozan lo absurdo. Al margen de que negaron cualquier vinculación con el golpe millonario, declararon que el 6 de marzo de 2010 salieron a comer calzones en la tradicional pizzería La Continental, porque allí les hacían descuentos. Además, argumentaron que dejaron el auto en el garaje Poliparking porque el dueño no les cobraba.

¿Por qué permanecieron tantas horas en el estacionamiento? La explicación que dieron es que Amarilla y la esposa de Mikic –que supuestamente los acompañaba– se sintieron mal y por esa razón no regresaron inmediatamente a sus domicilios; uno de ellos vivía en Merlo y el otro en Florencio Varela.

En el lapso que permanecieron en Poliparking efectuaron múltiples comunicaciones por Nextel. Las cámaras de seguridad registraron “inmotivados abrazos”. Otro dato valorado por los investigadores es que utilizaron un trucking policial que permite conocer la actividad de la fuerza en la jurisdicción, cuando ellos, en realidad, se encontraban de franco y sin permiso para utilizar estos equipos de comunicación. Sobre la bolsa que supuestamente contenía parte del botín, uno de ellos respondió que había “una Cindor y bizcochitos”. Por si fuera poco, y gracias a una serie de entrecruzamientos de llamadas, los pesquisas pudieron detectar contactos entre uno de los aparatos de los policías presuntamente involucrados y dos empresarios uruguayos, quienes aparentemente planificaron y ejecutaron el golpe, aunque hasta la fecha no fueron imputados ni detenidos.

Detuvieron a un barrabrava de Boca por el "Robo del Milenio"

Daniel R. y su hermano Eduardo R. vivían a pocos metros del banco. Ahora residen en Uruguay. Ellos habrían sumado a un boquetero uruguayo con sobrados antecedentes y también a un reconocido barrabrava de Boca fallecido el año pasado.

Los que los conocen recuerdan que estos uruguayos estuvieron involucrados en un golpe comando a una concesionaria de Mercedes-Benz en la autopista Panamericana. Y que cayeron presos por una huella que dejaron en una botella de agua mineral. Lo más curioso es quién fue el abogado que los defendió: nada menos que el misterioso “Doc”, el letrado que supuestamente participó del Robo del Siglo, como se conoce el golpe al Banco Río de Acassuso, ocurrido el 13 de enero de 2006.

En estos diez años la instrucción por el Robo del Milenio, que en el inicio estuvo a cargo de la fiscal Viviana Fein, la misma que investigó el caso Nisman, solo avanzó en cuanto a los presuntos encubridores.

Los cinco acusados (además de los ex policías serán juzgados el sereno Rolando Martín Quiroga Pardo, su hijo Rolando Pedro Quiroga Zoryez y un menor de 17 años que habría provistos los equipos de comunicación) fueron procesados por robo agravado y la causa elevada a juicio, aunque increíblemente el debate fue postergado nueve veces. Sí, nueve veces. Está previsto para los días 19 y 26 de junio próximo, aunque por ahora nadie se anima a dar por sentado que finalmente se lleve a cabo.

 


 

Testimonios

La bronca interminable de una víctima: “El banco nunca nos dio una explicación”

En el Robo del Milenio, los titulares de las cajas de seguridad perdieron absolutamente todo. Los delincuentes forzaron los 256 cofres y robaron el contenido de los 99 que estaban alquilados.

Cerca del mediodía del lunes 8 de marzo de 2010, los ahorristas llegaron desesperados al Banco Macro, apenas el caso se convirtió en noticia.

Nydia Zingman de Domínguez, abogada y profesora en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA), asesoró a todas las víctimas. En un año y medio logró que sus clientes recuperaran el dinero que atesoraban, más un resarcimiento por daño moral y lucro cesante.

Para lograr una indeminización acorde a los bienes que guardaban, tuvo que presentar papeles, escrituras, comprobantes de ventas, testigos y hasta fotos, en el caso de las joyas.  

“Yo creo que el dolor de las víctimas no termina nunca, porque esta gente sufrió muchísimo. No solo les robaron dinero; robaron proyectos, historias de vida, alegría, esperanza”, dice a PERFIL la letrada, especializada en delitos bancarios.

Detrás de este golpe, hubo varias historias dramáticas, como el caso de una una familia que perdió dos joyas de un valor sentimental incalculable. “Todavía siento culpa por haber guardado esas joyas en ese banco”, confiesa el titular de una de las cajas de seguridad, hijo de un hombre que semanas antes había sido asesinado en un asalto, a diez años del golpe.  

El hombre recuerda que convenció a su mamá para que guardara las joyas de su padre muerto porque temía que se las robaran en su casa: “Le dije que los bancos estaban preparados para eso y así logré que cambiara de opinión porque ella no quería saber nada. Pocos días después nos enteramos del robo. Nadie nunca nos dio una explicación. En el banco siempre nos trataron como si fuéramos nosotros los delincuentes. Mi mamá nunca pudo superar eso”.