Kenny Marks Mejía León, más conocido como “el Gordo Kenny”, sacaba su silla y se sentaba a vender frente a la Capilla Virgen de Guadalupe, un punto estratégico debido a que, en ese lugar, los pasillos forman una especie de H.
Desde allí, a espaldas del “vagón”, el nuevo jefe de la Villa 31 lograba tener una amplia visión, mientras los creyentes debían esquivar soldaditos armados y consumidores para lograr ingresar al templo. En poco tiempo las casas ubicadas en los alrededores fueron tomadas por los narcos para convertirse en depósito de drogas y armas.
El Gordo Kenny, que fue detenido hace dos semanas, había llegado a ocupar el lugar de jefe en la organización del capo peruano César “el Loco” Morán de la Cruz. Sin embargo, aún debía afianzar su poder, una concesión que heredó, más por necesidad, que por mérito propio. No sólo tocaba la droga, sino también se encargaba de manera personal de los dealers que no cumplían.
Antes de ser arrestado, sumó una causa por intento de homicidio cuando corrió y disparó a un vendedor a plena luz del día. El plomo le atravesó la pierna al hombre perseguido que, rengueando siguió una desesperada carrera para escapar. Alguna cámara captó al jefe narco corriendo con el torso desnudo y empuñando una Glock 40, en el playón donde en otros tiempos los homicidios se amontonaban. La imagen es parte de un expediente judicial caratulado como “disparo de arma de fuego y lesiones” y es investigado por la División de Homicidios de la Policía Federal Argentina (PFA).
Los allanamientos de abril de 2016, ejecutados por efectivos de la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la PFA, ordenados por el juez Ariel Lijo y pedidos por el fiscal Jorge Di Lello, hicieron temblar el imperio de la droga en Retiro. En primer lugar, el operativo desbarató al principal competidor del Loco, el paraguayo Francisco Acosta Foux, alias Tarzán.
El programa Barrios Seguros del Ministerio de Seguridad puso contra las cuerdas al lado peruano: Bladimir, hijo de Morán de la Cruz y el heredero natural, debió escapar luego de que la fuerza de seguridad al mando de Néstor Roncaglia allanó su casa y detuvo a gran parte de la banda. Aún continúa prófugo.
Con este panorama, el Gordo Kenny, mencionado en otras causas narco, ascendió al liderazgo. Durante el poco tiempo que estuvo en la cima, el narco regenteó La Casita de 20, similar a la ya ex Casa del Pueblo, donde los consumidores de paco eran obligados a fraccionar y empaquetar la droga en un edificio de tres pisos. El “pasillo de los zombis”, ubicado en la calle 14, se había reactivado.
El nuevo líder, además, atento a las dificultades impuestas por la vigilancia policial y judicial, debió negociar con quienes, históricamente, fueron sus rivales: tejió vínculos con Marcelino Sanabria Cubillia, un paraguayo que respondía a Tarzán y que dirigía el remanente de Los San Pedreanos. Los dos, de manera coordinada, intentaban restablecer el control territorial y resurgir como una banda mixta.
Según pudieron reconstruir los detectives de Drogas Peligrosas, el Gordo Kenny recibía órdenes del Loco César, preso en Devoto. Sin embargo, el alfil del capo narco se manejaba, al mismo tiempo, con autonomía en los pasillos que administraba. Su reinado no duró mucho tiempo. Fue detenido a fines de abril, en el mismo lugar donde vendía la droga.
El resultado de ese operativo, con once detenidos, secuestro de droga y armamento, demuestra que los narcos de la 31 se niegan a dejar el territorio.
El hombre al que todos temían
César Morán de la Cruz fue detenido en 2011 por la Policía y, si bien estuvo vinculado a varios crímenes, sólo fue condenado por uno y por una tentativa de homicidio. El loco César fue condenado en 2012 a 15 años de prisión por el asesinato de Beltrán Goicochea, quien se negó a vender drogas, y por el intento de homicidio de Espinosa Liñán. Según relataron fuentes judiciales, varios testigos temían declarar durante el juicio, ya que habían sido amenazados por amigos del condenado.
Está alojado en el complejo Penitenciario Federal de la Ciudad de Buenos Aires, en Devoto, desde donde seguiría controlando la venta de drogas en la Villa 31 y habría ordenado un crimen que fue descubierto porque los sicarios se equivocaron de víctima.
Por ese homicidio, en octubre de 2016, allanaron su celda.
En el doble fondo de un armario que se hallaba en su interior fueron encontrados nueve teléfonos celulares, gran cantidad de tarjetas SIM de diferentes empresas telefónicas, cargadores de teléfonos celulares y auriculares.