A 41 años de la desaparición y asesinato de su hijo, Irma Lima rompió el silencio. Con 87 años y una vida atravesada por la búsqueda, la madre de Diego Fernández Lima —el adolescente de 16 años cuyos restos fueron hallados en abril en el patio de la casa donde vivía su excompañero de colegio, Cristian Graf— pidió justicia y cuestionó duramente que el acusado se encuentre libre. “Me mató a mi hijo. Solo pido justicia, por favor”, expresó con la voz quebrada.
Mientras tanto, Graf declaró durante más de tres horas ante el juez Alberto Litvack y el fiscal Martín López Perrando, imputado por encubrimiento. Según su abogada, Érica Niczypor, el hombre respondió a todas las preguntas y sostuvo que “no tenía relación con la víctima”. “Eran compañeros, nada más”, afirmó la defensora.
De acuerdo con Niczypor, su cliente explicó “con dibujos y planos” cómo era el terreno hace 41 años, cuando en lugar de una medianera de ladrillo existía un simple alambrado. “Se aclaró dónde estaba el plátano, la Santa Rita, y que esos elementos no tienen nada que ver con el hecho”, agregó. La abogada insistió en que Graf nunca fue amigo de Diego, ni mantenía trato alguno con él fuera del colegio.
El fiscal y el juez, en tanto, indagaron especialmente sobre el vínculo entre ambos adolescentes y sobre su posible relación a través del gusto por las motos, un punto que se investiga desde que los restos del joven aparecieron enterrados en la propiedad de Graf. El hallazgo se produjo en la misma casa que, años más tarde, alquiló el músico Gustavo Cerati entre 2001 y 2003.
Graf, hoy de más de 50 años, enfrenta la imputación de encubrimiento agravado. Aunque el crimen está prescripto por el paso del tiempo, la Justicia busca reconstruir las circunstancias en que el cuerpo de Diego terminó en ese lugar.
Irma Lima nunca dejó de buscar a su hijo desde aquel 26 de julio de 1984, cuando Diego regresó del colegio, almorzó con ella y le pidió dinero para el colectivo. Fue la última vez que lo vio con vida. “Tenía 16 años recién. Era estudioso, deportista, bueno. No puede ser que una persona esté suelta después de hacer algo así”, dijo en una entrevista con radio Mitre.
Durante años, Irma mantuvo intacto el cuarto de su hijo, esperando que regresara. Su esposo murió tiempo después, sin respuestas. Ahora, tras el hallazgo de los huesos en la casa de Graf, la mujer insiste: “Sé que lo mató. No sé por qué lo hizo, eso es lo que quiero saber. Quiero justicia, quiero saber qué pasó”.
La causa volvió a tener movimiento este año, luego de que un análisis forense confirmara que los restos hallados en la vivienda correspondían a Diego Fernández Lima. A partir de allí, el fiscal López Perrando impulsó la indagatoria de Graf, con el respaldo del juez Litvack.
Pese al paso del tiempo y la prescripción del homicidio, la familia reclama que se avance sobre las responsabilidades que aún puedan determinarse. “No tiene por qué estar suelto, puede volver a hacer lo mismo que le pasó a mi hijo”, sostuvo Irma, con una mezcla de dolor y firmeza.
Mientras tanto, la defensa de Graf insiste en su inocencia. “Cristian explicó todo lo que recordaba y dejó claro que no tuvo nada que ver”, remarcó Niczypor. El juez deberá ahora evaluar los próximos pasos, en un expediente que, más allá de sus límites legales, mantiene abierta una herida profunda.
Para Irma, el tiempo no borró nada. Cuatro décadas después, sigue esperando lo mismo que pidió el primer día: “Justicia, justicia y justicia. Nada más”.