Un día como hoy, hace 35 años, se realizaron los comicios que dieron comienzo a este período democrático, el más extenso de nuestra joven historia como nación.
Era su turno. Raúl Alfonsín llegaba a su primera candidatura presidencial por la UCR para, ahora sí, enfrentar al peronismo sin proscripciones. Ya sin Perón, ya sin Balbín.
Venía de construir Renovación y Cambio, el movimiento que resignificó el radicalismo y que le permitió volver a encontrarse con el apoyo de los sectores populares, combinado con el protagonismo de los jóvenes y la adhesión de los más importantes referentes de la cultura.
Venía también de oponerse públicamente a la locura militar que acunó la tragedia malvinera, y de despegarse del viaje que la dirigencia de la Multipartidaria, casi festivamente, realizó a las Islas. Fue el primero en realizar un acto apenas se levantó la veda. Fue en la Federación Argentina de Box, en el barrio porteño de Almagro. Le quedó chico, fue un viernes 16 de julio de 1982.
Cerró el año en el Luna Park, el ámbito cerrado más grande de la Ciudad. Miles quedaron fuera. Para ese 7 de diciembre ya había dado una vuelta entera al país y tenía completado su binomio con el cordobés Víctor Martínez. Era otra vez el primero.
Dejó de hablarle al “25 por ciento histórico” de las derrotas de Balbín. Y se dirigió a los no radicales. A los peronistas de Perón y Evita, para quienes tenía un párrafo para su figura y sensibilidad social; destacaba las leyes laborales y mimaba la historia grande del socialismo recordando la figura de Juan B. Justo y Palacios en todas las tribunas; reconocía el aporte de Lisandro de la Torre y Luciano Molinas para convocar a los demócratas progresistas; y hacía un alto para los que estaban a su derecha, los conservadores, a los que anclaba históricamente en Sáenz Peña y Pellegrini.
Todo eso fue parte de sus discursos, en cada rincón del país. Desde los estadios cerrados, las canchas de fútbol, las esquinas céntricas, las plazas principales. Adonde fue llevó esa palabra. Era una amplia convocatoria que, tal vez, para muchos hoy sorprenda. Sin embargo, ese camino fue el que construyó su triunfo electoral.
El candidato justicialista había dejado en claro en campaña que no derogaría la autoamnistía. Alfonsín expresó exactamente lo contrario.
También tuvo tiempo para adelantarse a la agenda de la sororidad. En campaña grabó un spot en el que le hablaba a la mujer “que sufre las consecuencias de una sociedad anticuada y machista que ni siquiera le confiere la posibilidad de compartir patria potestad de sus hijos”. “Le decimos sencillamente que vamos a concretar en serio la igualdad que establece la ley y le niegan los hechos”, prometía.
Un mes antes de la elección nacional, con la interna ganada por amplísimo margen ante de la Rúa y León; eligió la cancha de Ferro. El “verdolaga” era protagonista del Metropolitano y el Nacional.
Fue un viernes 30 de septiembre. "Debe comprender el otro partido mayoritario que a veces se gana y a veces se pierde. En esta hora difícil, les va a tocar perder”, vaticinó. Y no le erró.
Tres datos marcaron esa campaña. El saludo de las manos entrelazadas a la altura de su hombro izquierdo; el “Alfonsinazo”, un candidato con aumentativo propio, sustantivo y adjetivo en una simplificación 30 años adelantada al lenguaje de las redes sociales; y el óvalo celeste y blanco con el RA, acuñado por la usina publicitaria de Ratto. La mimetización de la República con Raúl y de la Argentina con Alfonsín. Mejor, imposible.
Cerró su campaña en un palco montado en el Obelisco por su férrea decisión, ante una multitud que superó todas las expectativas. La recomendación era otro estadio, River, el ampliamente consensuado. Sin embargo, fue el palco mirando al Sur y fueron los centenares de miles -que algunos creyeron ver que superaron el millón- los que construyeron un nuevo “Alfonsinazo”.
Fue la primera vez que la UCR venció al PJ en una elección presidencial. Fue la primera vez que un presidente electo le ofreció a su rival la presidencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Ítalo Argentino Luder concurrió al encuentro, posó para los fotógrafos, escuchó, agradeció y no aceptó.
Nunca Más volvieron los militares a gobernar la Argentina. Y con todas sus malas y buenas, se inició el período más extenso y el primero con alternancia político-partidaria en el gobierno. El que hoy estamos viviendo a diario. El de las tantas deudas impagas, el que nos enoja a menudo, el de las libertades, el de la democracia consolidada.