POLITICA
Fama y sonrisas presidenciales

De cómo la reina Cristina abrazóse con la princesa De la Rúa

Cristina Fernández no baila como María de Medici pero algo tienen en común, así son las arbitrariedades históricas. En esta oportunidad quedó claro que no todo lo que viene de Don Fernando es malo, tal como fue el impuesto al cheque.

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Arbitraria coincidencia histórica. Ellos también edificaron su impresionante poderío combatiendo a los oligarcas e inauguraron una nueva era.
Los Medici (ellos, en este caso) tampoco nacieron en cuna de oro, pero vaya si supieron arreglárselas para convertirse en una sólida dinastía basada en dos grandes inventos aparentemente contradictorios: el Absolutismo y el Renacimiento.
Grandes manos aportaron el cardenal Richelieu o Nicolás Maquiavelo para edificar el primero de estos pilares. Manos más maestras aún sumó el gran Miguel Angel, entre otros grandes, para que el arte alcanzara una dimensión irrepetible hasta ahora.

Unos (como Richelieu o Maquiavelo, cada cual a su turno) daban soporte a los Medici en sus actos de gobierno. Los otros (con Miguel Angel Buonarotti como símbolo ineludible) les servían para actuar el poder. Para representarlo dotándolo de contornos sublimes. Porque sucede que el ejercicio del poder, desde que Occidente es Occidente, suele generar pocas simpatías. Y es al actuarlo cuando el monarca se ocupa de caer bien. Qué mejor, entonces, que actuarlo al lado de alguien sobre cuyo prestigio y delicadeza no quepan dudas.

Hablando de cosas indudables, seguro que Cristina Fernández de Kirchner no baila como María de Medici (dicen que la esposa de Enrique IV y madre de Luis XIII era una exquisita bailarina). Pero también es verdad que, salvando las distancias y con buena voluntad, nuestra Primera Dama despliega algunos modos que la emparentarían con quien fuera Reina Madre de Francia hasta su muerte, en 1642. Cristina promueve las letras y las artes, y hasta convirtió el Salón Dorado de la Casa Rosada en auditorium para los recitales populares de los viernes, aunque todavía en las butacas suele haber más funcionarios que pueblo, hay que decirlo.

No parece fruto de la casualidad que Cristina Kirchner le haya dedicado la porción más fotogénica de su agenda oficial de las últimas semanas a tres eventos de discutible utilidad pública. Primero recibió a su ídolo Joan Manuel Serrat en Balcarce 50 y una semana después a Shakira, y horas más tarde corrió hasta el ND-Ateneo (el teatro del inefable secretario de Medios, Enrique “Pepe” Albistur) para homenajear a Mercedes La Negra Sosa.

El raid nac&pop de la senadora y tal vez futura presidenta de los argentinos reveló por primera vez su veta cholula. Pero más allá de eso (para nada cuestionable, por cierto), permitió consolidar la idea de hasta qué punto los caudillismos latinoamericanos siguen preservando ciertas fórmulas mágicas del liderazgo llegadas a estas costas a bordo de las viejas carabelas monárquicas, vehículos de nuestro ADN feudal. Podría agregarse que los reyes post medievales, a través del mecenazgo, buscaban irradiar virtuosismo; y que hoy, ese valor muchas veces sucumbe bajo los pies de otro, acaso menos empecinado en irradiar pureza: la popularidad. El poder cree que la virtud y la popularidad son contagiosos.

El abrazo de la reina Cristina con Shakira merece un párrafo aparte. Ahora se sabe que fue nuestra Primera Dama quien pidió la reunión, y no al revés, como se dijo en un principio. Y que lo hizo apenas se enteró de que la novia de Antonito de la Rúa había sido recibida por Michelle Bachelet en La Moneda. Por si aclara algo, dicen que María de Medici era sumamente celosa.

Por otra parte, el evento (aplaudido por las amigas de Florencia Kirchner en su blog) vino a confirmar que, para los actuales ocupantes de la Casa de Gobierno, no toda la herencia del delarruismo es digna de olvido. Aparte de no haber derogado jamás el impuesto al cheque o la reforma del impuesto a las ganancias que nos regaló la Alianza (sólo se lo hace, en parte, para favorecer a un sector gremial muy conflictivo y bien arraigado en Santa Cruz), se recibió con honores a la virtual nuera de Don Fernando y Doña Inés. A la princesita de los De la Rúa. Actos de gobierno. Actuaciones del poder. Caja y popularidad.
De todos modos, hay que reconocer que vamos avanzando. La foto de Carlos Menem con los Rolling Stones era pura frivolidad. La de Cristina Kirchner con Shakira preanuncia un porvenir repleto de esperanzas.