En el séptimo piso del Edificio Libertador, sede del Ministerio de Defensa y del Ejército, funciona el Centro de Comando y Control, desde donde el general César Milani observa las imágenes que mandan sus drones mientras espera la fabricación de un nuevo modelo para espiar lo que ocurre en las islas Malvinas.
Pocas veces el general utiliza su despacho de jefe del Ejército, la mayor parte del tiempo se la pasa en el que viene utilizando desde fines de 2007, cuando asumió como de director general de Inteligencia Militar, cargo al que aún se aferra.
Desde que se hizo cargo de lo que sucede en el séptimo piso, el Gobierno incrementó las arcas del espionaje militar 348% en seis años. Durante esos años, reequipó a la inteligencia militar en tiempos de paz: vehículos de campaña, embarcaciones tácticas, equipamiento para establecer comunicaciones “seguras y redundantes”, armamento, receptores de última generación para “obtención electrónica”, sensores, software para “gestión de información”, tecnología óptica para “obtención de información a larga distancia con precisión y alta resolución”.
Pero una de las inversiones que más estimula al general es la que hizo en el desarrollo y producción de drones. El Lipán III es una aeronave no tripulada equipada con avanzados sistemas electrónicos y una cámara infrarroja térmica que permite obtener imágenes de día y noche. Tiene una autonomía de cinco horas y un rango operativo de 40 kilómetros. Quien estuvo al frente del proyecto es el teniente coronel Guillermo Ferraris, hasta que decidió retirarse para trabajar en una importante empresa de seguridad privada donde gana mucho más.
Ahora Milani está enfocado en el proyecto Lipán XM4, que duplica las prestaciones de los drones que se están utilizando en el destacamento de Inteligencia de Combate 601. Con ellos, espera ampliar la inteligencia sobre el área marítima que sirve como frontera con la zona controlada por el Reino Unido.
La diputada de Unión por Todos, Patricia Bullrich, reconoció que Malvinas se encontraba dentro de los objetivos de la inteligencia militar. Se lo dijo el propio jefe del área, general César Milani, cuando en 2009 los integrantes de la Comisión de Defensa de la Cámara baja realizaron un recorrido guiado por la Dirección de Inteligencia.
“Nos mostraron unos aparatos de inteligencia militar, radares y aparatos de comunicación. También una maqueta de un avión no tripulado que parecía de juguete”, explicó la legisladora en diálogo con PERFIL.
El recorrido incluyó un almuerzo en el Regimiento Patricios. Según recordó Bullrich, parte del espionaje sobre las islas estaba orientado a la explotación petrolera y el movimiento de tropas inglesas.
Parte de las acciones de inteligencia también apuntaba a la frontera norte del país y a la vigilancia de objetivos sensibles como aeropuertos y áreas militares.
Todo pasa por el Centro de Comando y Control, montado en la Dirección General de Inteligencia, un ámbito cerrado a media luz con tres hileras de escritorios en forma semicircular donde se despliegan doce computadoras, todo apuntando a una pared de la que sobresale un gigante LED central y otros ocho más pequeños, cuatro a cada lado.
Desde el lugar se gestiona todo el Sistema Integrado de Gestión de Inteligencia Militar. El mundo de Milani cabe en esa habitación.