El Gobierno cree que le es más fácil tolerar que la economía no llegue en buena forma al fin del mandato, a que el aparto de Inteligencia oficial sea un descontrol.
Detrás de ese descontrol en la ex SIDE que llevó esta semana al descabezamiento del organismo, la Presidenta veía dos problemas. Ambos graves para su futuro:
1) Que los espías estuvieran más preocupados en acordar con el próximo gobierno que en defender los intereses del actual.
2) Que las turbulencias propias del fin de ciclo se acentúen por falta de información de Inteligencia fidedigna sobre la situación política, social y judicial.
Y este último punto, el judicial, es lo que más preocupa a todos los que participaron de la caja pública en la última década. De ahí que la llegada de Juan Martín Mena como nuevo Nº2 del organismo (y verdadero jefe en los hechos) intente mejorar los desgastados vínculos actuales entre funcionarios y jueces. En la Casa Rosada pintan a Mena como “un joven con talento especial que ya viene trabajando muy bien con los jueces desde el Ministerio de Justicia”.
Desde la Secretaría de Inteligencia dicen que es difícil que lo próximo resulte peor que el descontrol actual y aceptan una ruptura del diálogo entre ellos y los jueces, pese a la infinidad de procedimientos que deben compartir.
Funcionarios y espías se tiran la pelota sobre quién es el responsable de que se haya llegado hasta esa situación. Unos ven el fantasma de Sergio Massa minando desde la SI los puentes con la “familia judicial” para complicar el futuro de sus ex colegas kirchneristas. Los otros responden que “nadie puede operar con los jueces sin respaldo político”, explicando lo complicado que es visitar Tribunales con una sonrisa mientras que Cristina dispara sobre los jueces desde la tribuna.
Ahora la Presidenta pone en marcha un plancito con miras en el día después. Por eso, en el Gobierno aseguran que Mena llega con el empoderamiento suficiente para hablar con los jueces. No usan la palabra negociar, pero ese es el objetivo claro que tiene el joven de La Cámpora. “No se trata de negociar nada –desmienten-, sino de hacer más razonable y dejar más ordenada la relación con la Justicia”. Traducido: ya no se espera demasiado de que las presiones puedan torcer algún fallo a esta altura (aunque probar van a probar), pero al menos se pretende dejar los mínimos canales de diálogo abiertos para cuando el calor del poder desaparezca y sólo quede el frío y la nostalgia.