POLITICA
crisis y elecciones

Un virtual presidente electo, y otro virtual presidente saliente

El verdadero sistema de triple vuelta que tiene la Argentina puede generar situaciones perversas como las que estamos atravesando desde el domingo.

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DUDA. ¿Cómo deben comportarse Alberto Fernández y Mauricio Macri? ¿Cómo mandatarios –electo y en salida– o como candidatos? | CEDOC PERFIL.

La contundente performance del Frente de Todos en las elecciones primarias del 11 de agosto ha generado una situación altamente inusual. Por un lado, parece muy improbable que Juntos por el Cambio pueda forzar una segunda vuelta en las elecciones del 27 de octubre. Y, por otro lado, la primaria, que en realidad es una elección para que las fuerzas políticas nominen a sus candidatos y a la vez un filtro para seleccionar las fuerzas habilitadas a competir en octubre, ha dejado la cuasicerteza de que Alberto Fernández será el próximo presidente.

Como resultado de ello estamos frente a un escenario extraño en el que tenemos un virtual presidente electo y un virtual presidente saliente. Sin embargo, dado que la elección legalmente vinculante es la de octubre, aún siguen siendo candidatos. Y ello ocurre en el contexto de una frágil situación económica. ¿Cómo deben comportarse entonces Alberto Fernández y Mauricio Macri? ¿Cómo presidente electo y presidente saliente, o cómo candidatos que aún disputan la Presidencia? Incluso si la probabilidad de forzar una segunda vuelta es mínima, Mauricio Macri no puede tirar la toalla debido que junto a la boleta presidencial hay boletas legislativas nacionales y las boletas de candidatos a cargos provinciales y municipales. Aún si Alberto Fernández tiene una cuasicerteza de ser el próximo ocupante de la Casa Rosada, tiene incentivos para mejorar su performance electoral en octubre.

Competencia. La elección de octubre, aún bajo el supuesto de que sea una réplica de agosto, estimula la competencia. La delicada situación económica por su parte genera incentivos para la cooperación. Aunque un final caótico del gobierno de Mauricio Macri puede resultar a priori atractivo para la principal fuerza opositora, una mirada más profunda muestra que son mayores las desventajas que las ventajas de ello. Cuanto más desordenado sea el final del actual período presidencial, peor será la herencia recibida y menor será el margen de maniobra de la próxima gestión presidencial.

A diferencia de cuando Raúl Alfonsín anticipó el traspaso del mando en julio de 1989, aún no hay presidente electo ni gobierno saliente. Solo hay candidatos a la Presidencia para el 27 de octubre. Es imposible anticipar las elecciones cómo algunas personas que desconocen la normativa constitucional sugieren. La Constitución señala que las mismas deben realizarse dentro de los dos meses anteriores al final del período presidencial, es decir, no antes del 10 de octubre.

El hecho de que la Argentina esté caminando al borde del abismo en términos económicos es un incentivo para que a pesar de la inusual situación en la que estamos metidos gracias a las características de nuestro particular sistema electoral la dirigencia política muestre señales de madurez, como la que dieron ayer Mauricio Macri y Alberto Fernández al establecer un canal de diálogo.

Aunque la situación no es exactamente similar, tal vez convenga recordar la elección brasileña de 2002. En aquel entonces, y previo a las elecciones, frente a una situación económica frágil, los principales candidatos opositores (Lula, Ciro Gomes y Anthony Garotinho) se mostraron junto a Fernando Henrique Cardoso luego de que éste firmara un acuerdo con el FMI. El principal aspirante a la Presidencia entonces, Lula da Silva, a pesar de sus fuertes críticas al gobierno de Cardoso, lejos de azuzar el fuego, hizo declaraciones que procuraron traer tranquilidad. Es cierto, Cardoso no iba por su reelección. Pero nada por ganar tienen Macri ni Alberto Fernández si la situación económica se sale de cauce.

Repensar y reformar. Como comentario final, los acontecimientos de esta semana invitan a una reflexión acerca del régimen de Primarias Abiertas Simultáneas y Obigatorias (PASO). Las PASO son la vaca sagrada del grueso de los politólogos (no es mi caso). Si bien se las ha utilizado en el pasado para dirimir las candidaturas presidenciales y este año para la nominación de candidatos a cargos legislativos, su uso ha sido más bien escaso.

El argumento del costo fiscal de lo que algunos definen erróneamente como “una encuesta cara” (las PASO antes que una encuesta son un censo de las preferencias de los votantes, dado que no se realizan sobre una muestra, sino sobre el universo de la población) es por cierto pobre, y a la vez peligroso. No sea cosa que alguien argumente que realizar elecciones es caro y por ende sugiera suprimirlas.

Hay mejores argumentos para repensar la utilidad de las PASO, tal vez no de cara a eliminarlas, pero sí pensando en reformarlas.

Independientemente del contexto económico o de la diversidad de las propuestas de las fuerzas en pugna, este verdadero sistema de triple vuelta puede generar situaciones perversas como las que estamos atravesando en la que no hay ni presidente electo, ni presidente saliente, pero en la que sí hay en los hechos una transición de gobierno en marcha, pero escasos incentivos de parte del marco institucional para llevar adelante esa transición de manera ordenada. Los hechos de esta semana, cuando aún faltan cuatro meses para la finalización del período presidencial en curso, son un llamado a reflexionar sobre la conveniencia de reformar nuestro particular sistema electoral y así evitar que este tipo de situaciones se produzcan en un futuro.

 

*Politólogo y docente universitario, UCA/Ucema.