POLITICA
escena pública

Entre la fe, el humor y el poder: quién es Dante Gebel y por qué suena en política

No anuncia candidaturas ni presenta proyectos concretos, pero convoca multitudes, habla de poder, cita a Shakespeare y genera adhesiones propias de un dirigente político. Dante Gebel dejó de ser solo un referente religioso para convertirse en una figura observada por el sistema político. En tiempos de outsiders y liderazgos construidos por fuera de los partidos, su irrupción plantea una pregunta incómoda sobre los nuevos modos de acceso al poder.

141225_dante_gebel_cedoc_g
De referente religioso a político. “Todavía no me pueden votar”, advierte Gebel. | cedoc

Dante Gebel lleva casi tres horas arriba del escenario y todavía mantiene el control absoluto de la sala. Vestido con un traje negro impecable, se mueve con la seguridad de alguien que conoce de memoria los tiempos del espectáculo y del público. No está dando un sermón ni celebrando un culto religioso tradicional: lo que ocurre frente a miles de personas se parece más a un show híbrido, entre el stand up y el recital, que a una ceremonia evangélica.

A lo largo de la noche ya bailó, cantó canciones de Julio Iglesias y José Feliciano, imitó a su madre con voz aflautada, citó a Neruda y a Shakespeare, proyectó imágenes de Diego Maradona y mostró fotos de la humilde casa de San Martín en la que se crió. Lanzó chistes velados sobre Javier Milei y Patricia Bullrich y provocó carcajadas constantes. Durante buena parte del espectáculo hizo de todo menos predicar, un rótulo –el de pastor evangélico– del que hace años intenta despegarse.

“Jesús” aparece recién cuarenta minutos después, casi como una mención lateral. El “sermón de la montaña”, una de las prédicas más conocidas del cristianismo, queda reservado para el final. Si alguien se retirara antes, podría pensar que asistió a una obra de humor con momentos emotivos y guiños políticos. Gebel es consciente de ese equívoco y juega con él. “Veo que algunos están sacando el espiritualómetro, esperando que deje los chistes y hable más de la Biblia”, dice desde el escenario, antes de volver a cantar una balada ochentosa, en complicidad con su público.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Ese corrimiento no es improvisado. Gebel define a sus apariciones teatrales, mediáticas –como su programa en Canal 13 producido por Mario Pergolini o sus ciclos en Radio 10– y digitales –donde acumula más de mil millones de reproducciones– como “un caballo de Troya”. La estrategia es clara: entrar por la cultura, el humor y la emoción para luego introducir el mensaje espiritual. “Lo hacemos adrede, para que no tenga ese tinte religioso y la gente no diga ‘este es otro pastor que pide ofrendas’”, explica. En el River Church de California, el estadio propio con capacidad para casi 5.000 personas donde oficia desde hace quince años, el tono cambia: allí Dios, la Biblia y Jesús ocupan el centro, los servicios cierran con oración y las manos apuntando al cielo.

Esa doble identidad –cultural hacia afuera, religiosa hacia adentro– incomoda incluso dentro del mundo evangélico. Sectores más clásicos lo miran de reojo, cuestionan su estilo y murmuran cuando lo ven hacer humor o cantar. Pero el éxito está a la vista. El tour “Presidante”, que acaba de cerrar con dos Gran Rex repletos y una gira nacional a sala llena, fue pensado para todo tipo de público. O para todo tipo de votante.

El espectáculo gira alrededor de una consigna sencilla: qué haría Gebel si “fuera Presidente por un día”. Las propuestas son deliberadamente abstractas –hogar, vejez, muerte–, pero lo central no es lo que se dice sino lo que se genera. En varios momentos el público corea “Presidente, presidente”. “Me gustaría que se meta, tiene a Dios de su lado”, dice una mujer de ochenta años emocionada hasta las lágrimas. “Yo voté a Milei, pero si se presenta Dante iría con él”, aporta un joven emprendedor. Gebel responde con ambigüedad calculada: “Todavía no me pueden votar, pero quién sabe lo que la Providencia tiene pensado”. En entrevistas fue un paso más allá y admitió que le gustaría “hacer algo más oficial”.

La idea no flota solo entre sus fans. Dirigentes peronistas, libertarios y sindicales ya trabajan para tentarlo. Su entorno mediático le garantiza visibilidad, mientras en redes se multiplican cuentas y tuiteros que lo promocionan. El crecimiento del evangelismo –cerca del 20% de la población– y su desembarco por primera vez con peso propio en el Congreso completan el cuadro. La pregunta se repite en voz baja: si un economista marginal como Milei llegó al poder, ¿por qué un comunicador carismático como Gebel no podría hacerlo?

En 2009 se mudó a Estados Unidos con su familia. En 2015 compró el River Arena y consolidó un entramado empresarial que incluye ministerios, productoras y fundaciones. Según él, vive de sus shows, libros y redes, y dona lo recaudado en Argentina. Dice haber donado 46 millones de dólares desde 2020.

El roce con la política no es nuevo. En su momento pidió el voto por Daniel Scioli, bendijo a Nayib Bukele en su segundo mandato, entrevistó a Agustín Laje y fue alentado por Jorge Lanata a dar el gran salto. Hoy lo rodean sindicalistas, dirigentes libertarios y operadores de distintos espacios. Sus afiches ya aparecieron cerca del Congreso. Las teorías conspirativas se multiplican: para algunos es una jugada del Gobierno, para otros de la oposición, para otros de poderes externos. Incluso recibió críticas de pastores evangélicos.

Por ahora, Dante Gebel dice no tener nada definido, y no hay razón alguna para no creerle. Asegura que su futuro lo decidirá Dios. Pero algo ya ocurrió: dejó de ser solo un pastor o un showman. Se instaló en la conversación pública como una figura capaz de articular religión, medios, redes y política. En la Argentina actual, ese cruce ya no es cultural ni espiritual. Es, claramente, un fenómeno de poder.

Una biografía que refuerza el relato

El caso de Dante Gebel no puede leerse por fuera de un fenómeno más amplio. En la Argentina, los evangélicos crecieron más del doble desde 2008 y hoy representan cerca del 20% de la población. Por primera vez, ese universo tiene una presencia organizada en el Congreso: dos pastoras en el Senado y siete diputados, todos dentro del oficialismo.

Su biografía refuerza el relato. Todo comenzó con un milagro. En 1975, cuando tenía siete años, Asperger diagnosticado, una madre con cáncer terminal y un padre alcohólico, entró por primera vez a una iglesia en Del Viso. Según su propio testimonio, su madre fue sanada. Desde entonces no se apartó de la religión y encontró en el pentecostalismo –la rama evangélica que cree en señales, sanaciones y milagros– un lenguaje acorde a su experiencia. Su hermano Diego también se hizo pastor, aunque en otro registro: trabajó con gays, travestis, prostitutas y en boliches nocturnos. Murió en 2010.

Ese mismo año, Dante escribió una carta furiosa contra el matrimonio igualitario, al que calificó como “aberración”, postura que mantiene junto con su rechazo a la legalización del aborto. Para algunos, eso lo ubica como conservador a ultranza. Pero para otros es exactamente lo contrario: su ascenso se dio rompiendo moldes.