Cuando Alejandro Grimson lo invitó, Vicente Palermo ni lo dudó. Aceptó de inmediato. Sociólogo, ensayista y fundador del Club Político Argentino, Palermo asumió que lo convocaban por su condición de “opositor con el que se puede dialogar”. Se trata de una definición de sí mismo con la que se siente cómodo. Palermo fue uno de los 30 intelectuales que escribió un artículo en el libro “El futuro después del Covid-19”. Su texto se titula “El coronavirus, Argentina y la compresión del tiempo”. Ricardo Forster, María Esperanza Casullo, Maristella Svampa, Dora Barrancos, Beatriz Sarlo y Andrés Malamud, entre otros, también participaron. El libro digital (se puede descargar fácilmente de internet) fue organizado por el antropólogo Grimson, que a su vez es investigador del Conicet y asesor de Alberto Fernández.
-¿Dudó en aceptar la invitación hecha por un intelectual muy cercano al gobierno?
-Acepté sin dudar. Me consideré visitante desde el principio. Pero sentí que tenía el deber de hacerlo. Porque si Alejandro Grimson tomaba una iniciativa pluralista, lo menos que podía hacer era aceptar. Me sorprendió la invitación a Sarlo. Sentí que me invitaban en tanto opositor con el cual se puede dialogar.
-Su artículo plantea el riesgo de consolidar un gobierno decisionista. ¿A qué se refiere?
-Veo que es un peligro universal. Los gobiernos exitosos que concentren poderes es difícil que se sientan cómodos desconcentrándolos. Es problemático porque los instrumentos decisionistas están insertos en la estructura institucional. Es una continuidad de la historia institucional argentina. No es una situación excepcional. Nuestra tradición político cultural es así. Eso me genera preocupación.
"Los gobiernos exitosos que concentren poderes es difícil que se sientan cómodos desconcentrándolos"
-¿Ese imagen de un Estado omnímodo no choca con la de un Estado al que en la práctica todo le cuesta?
-No coloco un poder omnímodo en el Estado. Por eso no usé la palabra autoritario. Planteo la posibilidad del crecimiento de un decisionismo, la consolidación de una estructura delegativa, centrada en el Ejecutivo. No me parece un cambio de régimen. Pero la modalidad de la democracia discrecionalista no promete cosas buenas. En términos de gestión democrática, la menor deliberación y concentración de poder es mala en sí misma y en cuanto a rendimientos. Desde sentido común, concentrar decisiones es anticiparse a los acontecimientos. Pero eso es muy relativo.
-¿No percibe otros factores de poder que influyen tanto o más que el Ejecutivo? Por ejemplo, los empresarios que logran flexibilizar la cuarentena.
-Ahí tenés un ejemplo. Si la estructura institucional es muy concentrada, algunos poderes corporativos tienen más capacidad que otros para presionar. Acceso que otros no tienen. Si tenés un Congreso con palabra se amplía la representación.
-¿O sea que no ve un bloque de poder decisionista?
-No, no veo ningún bloque. Hay una especie de lucha a codazos por acceso a la influencia. Acceso pueden tener varios, pero influencia muchos menos. Hay pujas. Eso se está notando. No se si para bien o mal. No hay una línea clara. Hay mucha vacilación sobre cómo conducir la pandemia. Los pesos y contrapesos tienen que funcionar y no funcionan. El acceso se vuelve muy determinante. Hay asimetrías y errores.
-En el artículo habla de una “oposición aturdida”. ¿Por qué está aturdida?
-Estaba aturdida por el proceso de la crisis y la derrota de Cambiemos. Fue muy vertiginoso y precipitado. Después, con la pandemia y el encuadre que tuvo el gobierno, con el respaldo inicial de la sociedad, la oposición quedó aturdida. No supo responder cómo nos plantamos, diciendo qué, cuál es el discurso más apropiado para hacer política en sentido constructivo.
"La oposición estaba aturdida. Y con la pandemia y el encuadre que tuvo el gobierno, con el respaldo inicial de la sociedad, la oposición quedó aturdida".
-¿Hay dos formas de oposición: la que tiene responsabilidad de gestión y la que no?
-Rodríguez Larreta hace muy bien en cooperar. Lo necesita para su gestión. Encima le viene bien para su perfil político. Pero antes que nada lo necesita para su gestión. Sabe que es un bien colectivo. No la tiene tan complicada porque Alberto Fernández en ese plano funciona bien. No es un problema. Si Cristina Kirchner estuviera ahí, no sería así.
-¿Cómo ve a los opositores que no gestionan, como Patricia Bullrich?
-Es más difícil. A Bullrich le va a costar. Con un vendaval en contra, la opinión pública y el presidente enfilados, hacés lo que podes. A ella no la descarto. Pero necesitaría mucha suerte. Quedó en un perfil muy PRO. Tiene dos problemas: un perfil público muy cerrado, demasiado recortado. Segundo, el peso y obstáculo de ese perfil para articular al PRO en una coalición amplia. Ella tiene mucho talento; es una trabajadora incansable. Pero no se cómo lo va a lo superar. Si a la oposición le ponés demasiado condimento PRO se te va la mano.
-Sobre todo tras el fracaso del PRO en el gobierno.
-Así es.
-¿Existe el peligro de que el mundo marche hacia una sociedad de control?
-Hay un riesgo global. No creo que sea fantasioso pensar en un Leviatán hipertecnológico, que sea suave. Que ni te des cuenta. Que no te inspire temor. No van a golpear la puerta y llevarte. Es un riesgo. Yo no hago predicciones. Pero parte de los elementos de esa agenda de cibercontrol ya está en las sociedades de muchos países.
-¿Cómo caracteriza el liderazgo de Alberto Fernández?
-Es un crack de la política sin convicciones. No es un pragmático. Un pragmático tiene convicciones y no es obtuso: tiene convicciones y las adapta al medio. Él es crack parecido a esos jugadores de fútbol que pasan de club en club. La trayectoria de él es eso. No creo que lo guste, pero es lo que pienso.
"Alberto es crack parecido a esos jugadores de fútbol que pasan de club en club. La trayectoria de él es eso. No creo que lo guste, pero es lo que pienso"
-¿Eso puede ser un problema o una ventaja para gobernar?
-El problema del gobierno de Fernández es que está muy tironeado. No consiguió una fórmula para resolver el tironeo con Cristina. Ahora, con un nivel de aprobación tan alto, podría aprovechar para poner cosas en su lugar. Quizás no pueda ahora. Hacerlo es abrir una lucha interna complicada. Pero no hacerlo es dejar pasar la oportunidad para resolver un problema. Si no lo resuelve, es difícil gobernar. Me cuesta ver buen gobierno con Cristina jugando como contrapeso de Alberto. A la pandemia la encaró bien hasta ahora. Pero la deuda está mal encarada.
-¿Cuáles son las diferencias de fondo entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner?
-Cristina es una tipa con convicciones. Él, no. Es un político dispuesto a hacer distintas cosas por la posibilidad del éxito. Cristina tiene visión de la política muy negativa. Pero no es pragmática y tiene convicciones. Tiene una visión del mundo que no tiene Alberto. ¿Qué hay detrás de la cagada que hizo de dejar de negociar con Corea del Sur? No están las convicciones de Alberto. Son las de Cristina. Convicciones patéticas.
-¿Pero entonces esa flexibilidad de Fernández es un valor?
-Por eso digo que es un crack. No es un político del montón. Pero agarra la mano que le venga bien. No tiene muchos principios. Quizás ninguno. Si le viene bien seguridad con mano dura, la agarra. Si le viene bien otra mano, también. Claro que prefiero la flexibilidad de Alberto.
-¿Lo decepcionó la gestión de Macri, al que usted había apoyado?
-Sí, me causó decepción.
"El problema del gobierno de Fernández es que no consiguió una fórmula para resolver el tironeo con Cristina. Si no lo resuelve, es difícil gobernar".
-¿Se puede imaginar cómo hubiera manejado la pandemia?
-Posiblemente en materia técnica no hubiese variado mucho. Se hubiese recostado sobre los técnicos, más o menos como hizo Alberto. Y está bien hacerlo. En materia política hubiese variado. Porque habría tenido menos confianza por parte de la población. No hubiera tenido a la oposición aturdida o al electorado inactivo.
-¿Macri no hubiera pretendido mantener cierto funcionamiento de la economía?
-No me parece que esa alternativa hubiera estado en agenda. No lo veo a lo Trump o Boris Johnson.
-En el Club Político Argentino echaron al vicepresidente. Hay algunas quejas internas. ¿Por qué tanto alboroto?
-Hay problemas personales que se han convertido artificialmente en problemas políticos. No me parece que haya una fisura de naturaleza política. Hay unas pocas personas que tienen sus expectativas políticas, y está bien que las tengan, pero no que las disfracen de alternativas políticas. Inventan que el club ha sido macrista durante mi presidencia y ahora con Graciela (Fernández Meijide). Es una rotunda mentira. Desde 2008 a 2015, el club tuvo un posicionamiento claro: estuvimos en la oposición. Después, muchos socios tuvimos expectativas de que a Macri le fuera bien. Pero no hicimos una declaración partidista desde el club. El problema es que foro del club es abierto y da lugar a pavos reales, a cierta charlatanería. Pero tampoco vamos a reducir el acceso.