El arco político kirchnerista quedó descolocado luego de la notoria disminución de su caudal de votos en las PASO en distritos como la ciudad y la provincia de Buenos Aires, así como en Córdoba, Santa Fe e, incluso, en lugares en los que solían ganar, como Catamarca, y en su tierra natal, Santa Cruz.
El lineamiento inicial del relato oficialista tenía como eje las palabras del domingo de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner. "Somos la primera fuerza nacional y además somos Gobierno", había consolado la mandataria a sus militantes cuando el escrutinio ya indicaba que no había victoria.
Sin embargo, en el transcurso de esta semana, las reacciones dentro del kirchnerismo bonaerense y porteño han abarcado desde los exabruptos, hasta la autocrítica intelectual y la negación desopilante.
El escritor Ricardo Forster, que busca un lugar en el Congreso como diputado porteño, reconoció la derrota e ironizó: "Quedó despejado el fantasma de la re-reelección".
El martes, el exintendente de José C. Paz, el ultrakirchnerista Mario Ishii, habló con honestidad brutal sobre la "victoria abrumadora" del tigrense Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires, y definió a las elecciones primarias como "una cagada a palos tremenda" para el Frente para la Victoria.
En un lenguaje más culto, pero con igual preocupación, Horacio González, titular de la Biblioteca Nacional y fundador del espacio intelectual Carta Abierta, realizó una autocrítica después de las PASO. "No podemos ser falsificadores de victorias", dijo.
"Falta el ámbito de diálogo, el espacio de multiplicidad de las voces, hacia adentro y hacia afuera. Si esto es una lucha entre David y Goliat, el Gobierno tiene más chances de ser David. Sería un error decir que estamos bárbaro", reconoció en el canal TN.
El miércoles volvió a hablar la Presidenta. En un discurso fogoso, apuntó directamente a su exjefe de gabinete y ahora rival electoral, Sergio Massa. Y en un argumentación absurda, Cristina destacó a viva voz los triunfos de su fuerza en la Antártida y en la comunidad qom La Primavera.
El senador Aníbal Fernández no reaccionó con sofisticación alguna: "Me importa un carajo lo que sacaron los otros".
"Tan mal no estamos. Si no, el rechazo sería unánime", evaluó Fernández. En este sentido, añadió: "El Frente para la Victoria no compitió, utilizó las primarias para dirimir sus candidatos. No hubo una competencia de partido contra partido".
Por su parte, la legisladora porteña Gabriela Cerruti, consideró que las PASO fueron "la foto de un humor social" y que partir de ahora habrá que buscar una "mirada, política y propuesta mucho más abarcativa de la clase media".
El costo o el beneficio de la gestión. Dese el gabinete presidencial, el ministro de Seguridad, Arturo Puricelli, criticó el espacio que los medios asignaron a Massa y brindó una reflexión elocuente. "Tenemos el costo de diez años de gestión", dijo , y agregó: "No estamos comunicando bien nuestra propuestas. La gente toma que nosotros queremos la mayoría de la Cámara en función del discurso de algunos, que dice que queremos la hegemonía y el poder por todo".
En cambio, una de las figuras del equipo económico, el viceministro Axel Kicillof, se sumó a apalancar el relato sobre el éxito de las políticas del Gobierno y a criticar la "mala onda" de los medios y la oposición. Probablemente, de este estilo será la retórica kirchnerista que predominará en los próximos dos meses de campaña.
"La economía se va moviendo a pesar y a contramano de los presagios derrotistas, de la mala onda en la que vivimos permanentemente por la prensa dominante, que hoy anuncia catástrofes que son iguales que las que anunciaron en 2011 y 2009, como suele suceder cada dos años. Ese es el aspecto más llamativo del ciclo electoral: la cantidad profetas de la derrota que nacen en los charcos de podredumbre para decir que todo va a ir mal, que los argentinos no podemos, que hay que cambiar todos los parámetros que estructuran un modelo económico".