Si el macrismo pretende limitar la relación entre Argentina y el Vaticano a lo estrictamente formal, el Papa no piensa hacer lo mismo. Por el contrario, ayer Francisco protagonizó un encuentro con jueces y fiscales que dejó varios mensajes para la política doméstica. Condenó en tono genérico las “presiones” contra los magistrados, muchos de los cuales manejan causas sensibles para el gobierno y el kirchnerismo, pero a la vez tuvo algunos gestos concretísimos. El de acercamiento fue para el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti; los de antipatía, para Elisa Carrió y el ex espía Jaime Stiuso; y la advertencia papal fue dedicada al macrismo.
Más de 150 jueces y fiscales de 20 países participan de “la cumbre contra la trata de personas y el crimen organizado”, que se realiza (empezó ayer y hoy termina) en la sede de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales. A la hora de la foto grupal en las escalinatas del edificio vaticano, sin embargo, el Papa pidió que lo rodearan los argentinos. Al lado de un Francisco muy sonriente, se ubicaron Lorenzetti, y los jueces federales María Romilda Servini de Cubría, Ariel Lijo, Julián Ercolini, Sergio Torres y Sebastián Casanello, entre otros.
El mensaje papal también pareció estar dedicado especialmente para sus compatriotas. O al menos así lo sintió la mayoría de los jueces argentinos. “Yo sé que ustedes sufren presiones y amenazas y sé que hoy día ser juez es arriesgar el pellejo y eso merece un reconocimiento a la valentía de aquellos que quieren seguir siendo libres en el ejercicio de su función jurídica. Sin esta libertad, el poder judicial de una Nación se corrompe”, afirmó.
Sentado en una especie de estrado, justo entre el arzobispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo y el legislador Gustavo Vera (los dos organizadores del encuentro), Francisco invitó a los jueces a “sentirse y proclamarse libres de las presiones de los gobiernos, de las instituciones privadas” y del “crimen organizado”.
Poco antes de dar ese discurso de media hora, el Papa se reunió en privado con Ricardo Lorenzetti. Ese cara a cara funcionó como un gesto de paz, tras algunos vaivenes en el vínculo entre ambos. El año pasado, Francisco había rechazado un pedido de audiencia por parte del juez de la Corte. Entre otros motivos de discordia, el Papa interpretó que Lorenzetti operó en contra de la candidatura del jurista Roberto Carlés, cercano a Francisco y quien había sido propuesto por Cristina Kirchner para reemplazar a Eugenio Zaffaroni en la Corte.
Desde que asumió el macrismo, sin embargo, Lorenzetti y Francisco tienen algo más en común: a Elisa Carrió como adversaria. Días atrás, Marcelo Sánchez Sorondo -quien trabaja en el Vaticano y desplazó al jefe de Protocolo, Guillermo Karcher, en el rol de vocero papal- la cuestionó explícitamente: “Lo que es curioso es que alguien, de alguna manera cercana al Gobierno, esté criticando al Papa”, advirtió con cierta sutileza a Macri. Ahora, Francisco reforzó esa postura, tanto en sus dichos como en su gesto de cercanía hacia Lorenzetti.
De trato fluido con el Papa, Gustavo Vera había mediado entre Francisco y Lorenzetti. Tras una visita reciente al Vaticano, Vera trajo bendiciones y mensajes para el mundo de la Justicia, incluido Lorenzetti.
La carambola del mensaje papal incluyó a otro rival histórico de Jorge Bergoglio: el mítico espía Jaime Stiuso. Porque la mayoría de los jueces y fiscales que fueron invitados por Vera al Vaticano manejan causas que afectan a Stiuso y a su grupo de agentes de la ex SIDE. Desde su ONG llamada La Alameda, Vera denunció a Stiuso por armar negocios vinculados al crimen organizado: enriquecimiento ilícito, narcotráfico y trata de personas.
Servini de Cubría, por ejemplo, conduce tres casos clave para la ex SIDE de Stiuso: el tráfico de efedrina, el triple crimen de General Rodríguez y el caso de Raúl Martins, un oscuro personaje involucrado en situaciones de prostitución y trata de personas. Casanello, por su parte, tenía la investigación por enriquecimiento ilícito de Stiuso, hasta que la Cámara Federal lo apartó. Lijo a su vez lidera un sector de la Justicia que rivaliza con el stiusismo. Los jueces que directamente respondían al ex jefe de operaciones de la SIDE no estuvieron invitados.
Vera, el mensajero papal
El evento vaticano consagró a Gustavo Vera como delegado y vocero informal del Papa. Además de organizar el encuentro con los jueces, el legislador y militante social paró en la residencia de Santa Marta, donde vive Francisco. Ahí almorzó, cenó, charló y tomó mates con el Papa, en los ratos libres. Ex aliado de Elisa Carrió, Vera es un duro opositor al macrismo, en especial por su política social. “Si para Néstor Kirchner Bergoglio era el jefe de la oposición, parece que ahora las cosas no cambiaron demasiado”, ironiza frente a las críticas de Carrió y Durán Barba al Papa. Vera afirma desde el Vaticano: “Lilita me da pena. Parece que tiene síndrome de Hubris”.