La masiva entrega de cartas de renuncias de varios ministros del gobierno a Alberto Fernández, en apariencia alentadas desde un kirchnerismo que no se repone de la derrota electoral del Frente de Todos, trajo a la memoria otros dos episodios en los que la Casa Rosada fue escenario de “golpes de palacio” que provocaron terremotos políticos en 2000 y 2009.
La renuncia de “Chacho” Álvarez, el primer golpe a De La Rúa
En 2000, el primer año de gobierno del radical Fernando De La Rúa navegaba con todas las luces de alarma, económica, financiera y social, encendidas. En agosto la crisis en el gobierno estalló por las graves acusaciones de sobornos millonarios a senadores del PJ, e incluso de la Alianza, para intentar aprobar la polémica reforma del mercado de trabajo, que entre otras novedades suprimía el control sindical sobre los regímenes de la Seguridad Social.
En las denuncias interpuestas en los tribunales federales se acusó sobre todo al ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, y al jefe de los servicios de inteligencia del Estado (SIDE), Fernando de Santibañes, miembro de la UCR y amigo personal del presidente. Al principio, de la Rúa restó magnitud al asunto, pero ante la polémica tuvo que salir y señalar que si alguien había cometido corrupción sería “separado sin contemplaciones y puesto a disposición de la justicia”.
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El vicepresidente Carlos 'Chacho' Álvarez (peronista) advirtió que la Alianza había nacido para acabar con la corrupción y el 6 de octubre de 2000, horas después de que de la Rúa hiciera tibios cambios en el Gabinete, presentó la renuncia. Álvarez negó que se tratara de la ruptura de la Alianza y dejó claro que su partido, el Frepaso (Frente del País Solidario), seguiría trabajando con la UCR desde el Congreso. También renunciaron el jefe de Gabinete, Rodolfo Terragno, y Flamarique, después de haber sido ascendido a secretario general de la Presidencia, pero Santibañes se mantuvo en su puesto.
"Usted quería que desapareciera de la agenda el tema de los sobornos. Renuncié por las decisiones que usted tomó", le diría Álvarez a De la Rúa en 2010, durante una audiencia judicial por la causa de sobornos en el Senado. En el mismo cruce, De la Rúa lo acusó de haber apuntado a "una disputa de poder", a lo que Álvarez contestó: "Usted ratificó a los funcionarios sospechados. Yo esperaba esas remociones para seguir con los cambios en el Senado".
De la Rúa salió debilitado de esta crisis y perdió autoridad dentro de la Alianza. Consultado muchos años después sobre si el PJ había contribuido a la caída de De la Rúa, Domingo Cavallo (que fue su ministro de Economía) dijo que, por el contrario, “el peronismo tuvo una actitud de mucha colaboración” pero “como partidos, el radicalismo y el Frepaso no permitieron a De la Rúa gobernar”. “Lo boicotearon permanentemente. Los principales funcionarios lo abandonaron y le hicieron la vida imposible desde el Congreso”, recordó.
En 2010, De la Rúa recordaría que la decisión de "Chacho" fue desacertada "porque fue una desilusión para la gente que había votado por una alianza entre dos fuerzas y tenía expectativas sobre ese gobierno". Y aunque reconoció que "si bien se puede hablar de una crisis institucional, no fue lo más grave que ocurrió". "Tampoco es como se dijo, que se fue por las denuncias de coimas en el Senado. Hubo otras diferencias con funcionarios del Gabinete y en el tiempo previo él se deprimió mucho con algunas observaciones que los medios hacían del gobierno", recordó el expresidente, fallecido en 2019.
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Cómo la crisis del campo rompió la fórmula Kirchner-Cobos
En 2007, Cristina Fernández de Kirchner se presentó las elecciones presidenciales con el exgobernador mendocino radical Julio Cobos, una alianza les permitió cosechar más de un 45% de los votos y acceder al Gobierno. Pero apenas comenzado el año 2008, la presidenta se enfrascó en una batalla con los productores agropecuarios, que se oponían al proyecto de ley para aumentar las retenciones, lo que dañó su imagen.
La votación en el hemiciclo del Senado, dirigido por Cobos, terminó en empate, y según la Constitución, en esos casos, el voto del vicepresidente decide. “Que la historia me juzgue. Pido perdón si me equivoco. Mi voto no es positivo. Mi voto es en contra”, pronunció el vicepresidente en la madrugada del 17 de julio de 2008, enterrando el proyecto de su propio gobierno. A partir de ahí quedó sellada una enemistad manifiesta. Cobos diría en reiteradas ocasiones que “ante la misma situación lo volvería a hacer” porque de ello dependía “la paz social”.
Los dirigentes del kirchnerismo, que tacharon al vicepresidente de “traidor”, reclamaron su renuncia, pero jamás lo consiguieron. Cobos aseguró que continuaría en su cargo hasta 2011: “No están dadas las condiciones para que haya una crisis institucional en la Argentina de aquí al 2011, con mayor razón ahora que hay diálogo político y una agenda parlamentaria en la que se admite la discusión y el intercambio de opiniones”, dijo doce meses después de su monumental “no”.
Cristina y Cobos no volvieron a verse las caras en los siguientes tres años en los que compartieron el poder y ella se referiría a él como un “vicepresidente okupa”. “Si yo no ejerciera mi cargo de acuerdo a la Constitucional y a la legitimidad que me dieron los votos, sería una presidenta okupa. Tenemos un vicepresidente okupa”, dijo en 2010. Pero aclaró que no le iba a pedir la renuncia: “Somos muy respetuosos de la legalidad y de la Constitución”.