La Corte Suprema ya se imagina a sí misma en el posmacrismo. Si bien las distintas líneas y miradas de los jueces quedaron expuestas en cada fallo reciente, con Carlos Rosenkrantz condenado a la soledad de su voto, los supremos apuestan por una continuidad sin cambios. Los cinco ministros de la Corte proyectan un statu quo, bajo la muy probable presidencia de Alberto Fernández: pretenden dar una imagen de institucionalidad ajena a los vaivenes políticos.
Así, el esquema actual se mantendría como mínimo hasta 2021: Rosenkrantz en la presidencia de una Corte colegiada, más parlamentarista que presidencialista en su funcionamiento. Recién cuando se termine el mandato de Rosenkrantz, quien suele quedar en minoría y en línea con los intereses de la Casa Rosada, el panorama podría alterarse.
Sucesión. Horacio Rosatti pica en punta para suceder a Rosenkrantz. El año pasado, en pleno golpe palaciego a Ricardo Lorenzetti, Juan Carlos Maqueda desdeñó la posibilidad de ponerse al frente de la Corte. Lorenzetti, en cambio, se vuelve a anotar para retomar la conducción de los supremos. Pero su salida, tras 12 años de haber ocupado ese papel, desgastó su figura y liderazgo.
Las declaraciones de Alberto Fernández también potenciaron la idea del siga, siga. Y a su vez cayeron bien entre los cinco supremos. “Todos los integrantes del máximo tribunal son dignos, incluso los que nombró Macri”, opinó el candidato del Frente de Todos hace poco más de un mes. Así, estableció una diferencia quirúrgica entre la Corte y Comodoro Py.
Fernández les apuntó directamente a algunos habitantes del tribunal federal de Retiro: Claudio Bonadio, Julián Ercolini, Martín Irurzun, Gustavo Hornos y Carlos Gemignani. “Nosotros somos nosotros, y Comodoro Py es Comodoro Py”, señala un operador de los supremos.
Cerca de uno de los ministros de la Corte aseguran que no existieron pedidos, ni mensajes anticipados por parte del albertismo. Tampoco perciben un ánimo de revancha o de resucitar un ensayo como el de Justicia Legítima.
En adelante, los jueces esperan que el albertismo haya aprendido la lección que deja el ciclo macrista: la interlocución con la Corte debe ser unificada. Rechazan la proliferación de voceros, internas y falsos influyentes.
En el cuarto piso del palacio de Tribunales, el ministro Germán Garavano perdió todo crédito como correa de transmisión del Gobierno. También repudian que las comunicaciones a veces estén vinculadas a los intereses de determinados actores privados.
Quiebre. En los últimos días se potenció el quiebre en la relación entre el Ejecutivo y la Corte. Fue a raíz del pedido de aclaratoria sobre los alcances del fallo que benefició a las provincias. Con la intención de exponer a la Corte, el macrismo requirió detalles sobre la resolución. Por tres a uno, los supremos les pusieron un límite a los decretos presidenciales post PASO, que bajaban el IVA y Ganancias.
La decisión de tomar partido por las provincias generó una lluvia de críticas, de sutiles a iracundas, por parte de la dirigencia macrista. En el edificio de la calle Talcahuano el planteo será prácticamente minimizado por el tribunal.
La llamada mayoría peronista le da la entidad de una chicana o de un intento de ganar tiempo. Una minimetáfora de fin de época: así, distante y sin demasiado entendimiento mutuo transcurrió el vínculo de la Corte y el Gobierno en los últimos cuatro años.