Boldt se convirtió en el nuevo enemigo público que el Gobierno eligió para desviar las sospechas de que el vicepresidente, Amado Boudou, favoreció cambios en el control de Ciccone, la imprenta más grande la Argentina y la única con capacidad para suplir al Estado en la tarea de imprimir pesos.
La historia de Boldt da a los creyentes razones para no sospechar lo denunciado por Boudou a principios de semana y lo que dijo ayer el titular de AFIP, Ricardo Echegaray, en conferencia de prensa. Pero un análisis detenido puede mostrar que el Gobierno editorializa la historia de Boldt.
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