Ahora resulta que en el vernáculo mundo del espionaje nadie conocía a Ciro Gerardo James. Sin embargo, el topo que quiso entrar a la Policía Metropolitana había pasado por todas las madrigueras de los servicios de inteligencias que detrás de sus lentes oscuros vigilan en silencio y guardan secretos que, a veces, resultan millonarios.
El ministro de Justicia y Seguridad del Gobierno porteño, Guillermo Montenegro, está buscando todas las pistas posibles para sostener su teoría de que James respondía a la Policía Federal y que todo el escándalo de espionaje se trata de una “cama” que apunta a su jefe: Mauricio Macri. El sucesor del ex comisario Jorge “Fino” Palacios en la jefatura de la Policía Metropolitana, Osvaldo Chamorro, jura que fueron infiltrados.
Desde la otra punta de la mesa, el jefe de Gabinete K y ministro de Justicia y Seguridad en las sombras, Aníbal Fernández, se ríe con ganas de la defensa que despliega el macrismo. En la Secretaría de Inteligencia hacen lo que mejor saben: hacer silencio y mirar para otro lado. Y en el Ministerio de Defensa abren los ojos con asombro y desde la lejanía repiten que la ley les impide a los integrantes de las Fuerzas Armadas hacer inteligencia interna.