POLITICA
Lanzan un libro sobre el presidente

La trastienda de la campaña de Alberto y su consolidación en el poder

Cómo pasó de "enemigo público Nº1" del peronismo K a ser el máximo aliado de Cristina Kirchner en la recuperación de su lugar en la política argentina. Entrevista a Diego Schurman, autor de "Alberto".

Alberto, por Diego Schurman.
Alberto, por Diego Schurman. | Gentileza Editorial Planeta

Las campañas presidenciales tienen un atractivo especial por ser consideradas uno de los episodios cruciales de la arena política activa. Los pasados comicios tuvieron muchos condimentos que produjeron una alta participación de electorado. El efecto sorpresa de la fórmula Alberto-Cristina fue una de las postales que quedaron marcadas a fuego en las crónicas de la época.

La construcción de ese nuevo conglomerado electoral y su posterior ejercicio en el poder tras ganar las elecciones quedaron reflejados a la perfección en el nuevo libro Alberto. La intimidad del hombre, el detrás de escena de un presidente, de Diego Schurman (Editorial Planeta).

El autor es periodista y desde joven cubrió sindicalismo y peronismo para el diario Página/12. Luego pasó por Crítica de la Argentina, Tiempo Argentino e Infobae, además de realizar participaciones en radio y TV. En la actualidad conduce la primera mañana de Radio Continental, emisora en la que se desempeña desde hace diez años, y un ciclo de entrevistas en FM Milenium. En medio de laboriosa agenda, tuvo la amabilidad para responder las preguntas de PERFIL.

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—En la primera parte del libro se vislumbra una lucha de Alberto Fernández por mostrar una identidad definida: que no es Clarín pero tampoco Cristina, por así sintetizarlo. ¿Cómo logró llevar adelante esa idea?
—En el reencuentro, después de diez años sin hablarse, Alberto le pasa factura a Cristina por haberlo asociado a Clarín. Ella se desentiende de la situación. Pero es público que cuando él se fue del gobierno dando un portazo, muchos medios oficialistas —haciéndose eco de lo que se decía en la Casa Rosada— lo transformaron en el enemigo número uno, toda una particularidad tratándose de uno de los históricos integrantes de la mesa chica del kirchnerismo. Pero el deseo de ambos de arrebatarle a Macri la presidencia fue la zanahoria que los terminó uniendo. Y no sólo a ellos sino a un peronismo que por entonces estaba atomizado y sin conducción. Alberto fue el articulador de todo ese proceso de unidad y Cristina vio en él la persona indicada para engrosar la base electoral que ella garantizaba. Él le aportaba los votos de aquel electorado desencantado con Macri pero que miraba de reojo a Cristina. De hecho, Alberto se presentaba como la representación de "la autocrítica" que todos le reclamaban a Cristina por aquel discurso diferenciador e incluso destemplado que él venía haciendo sobre la gestión de ella.

Libro Alberto, por Diego Schurman.

—En los últimos años se habló de Cristina en modo "influencer". La oposición peronista giraba en torno a ella. Pero en los primeros capítulos de "Alberto" se nota el impacto que él produjo en Cristina. La idea del libro Sinceramente es sólo un ejemplo. ¿Cristina tiene mucho para agradecerle a Alberto?
—Alberto estaba al tanto de las causas judiciales de Cristina y es quien la estimulaba a realizar una defensa mediática de todo lo que se la venía acusando. Ella creía que le estaba proponiendo realizar entrevistas pero él le aclara que el mejor camino era un libro, escrito en primera persona. Así nace Sinceramente. No por casualidad en el acto de presentación del libro, en la Rural, Alberto es el único dirigente político sentado en primera fila. Ahí ella le hace un reconocimiento  especial. El nombre también es idea de él. Alberto cerraba las dedicatorias de sus propios libros con la palabra sinceramente. Es más, el texto de renuncia al gobierno de Cristina, en aquel conflictivo 2008, concluye con la palabra sinceramente.

—El concepto de "presos políticos" está en tela de juicio en estos días, sobre todo por el caso Milagro Sala, entre otros. Contás que esta discusión ya se había anticipado en los albores de la campaña. ¿Qué otro temas eran sensibles entre las diferencias de las distintas facciones del peronismo?
—El concepto "presos políticos" produjo una discusión muy fiera entre Alberto y Agustín Rossi durante el proceso de unidad. Por entonces Alberto ni siquiera era candidato. Con otros sectores del peronismo había diferencias en materia de política exterior, económica, relación con los medios, etc. Pero muchos gobernadores e intendentes resumían todo diciendo, en otras palabras, que Cristina era mancha venenosa en función de la carga de causas judiciales. Es ahí donde nace la frase de Alberto "Con Cristina no alcanza, sin Cristina no se puede", una frase que —y esto pocos lo saben— a Cristina no le gustaba nada porque así como la reivindicaba a la vez cuestionaba el alcance de su poder. Lo cierto es que ella ostentaba una base electoral que ninguno de sus potenciales competidores internos tenía. Así, muchos de los que buscaron sacarla de juego, diciendo que ella era el pasado y que no había que volver al pasado, comenzaron a rever su postura. Cuando se anuncia la candidatura de Alberto ese proceso de realineamiento se acelera. 

—Es clave la relación con su hijo Estanislao. ¿Cómo reaccionó cuando su padre, Alberto, tuvo que incumplir la promesa de no ser candidato?
—Reacciona como todo hijo cuando ve que su padre no hace lo que dijo que iba a hacer. Se reunieron en un restaurante justo antes de que se hiciera público el anuncio de la candidatura. Alberto sabía que Estanislao iba a volcar ahí toda su furia. Por eso fue al encuentro acompañado de su pareja, Fabiola, imaginando que frente a ella su hijo iba a moderar las críticas. Estanislao tiene una actividad donde se expone. Pero una cosa es salir en los medios por tu trabajo, producto de tus logros, y otra por ser el hijo del presidente, con toda la carga que eso conlleva. De todos modos, tanto en las PASO como en las elecciones generales él se mostró muy afectuoso y siempre acompañando a su padre en esa particular empresa que es ser candidato a presidente.

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—Gran parte del armado electoral fue por recomendación. Un nombre traía otro nombre. No hubo grandes contratados o "outsiders". ¿Fue esencial la confianza entre los miembros del equipo de campaña para el resultado que se obtuvo?
—El equipo de Alberto no era numeroso. Y logró trabajar de manera coordinada con los estrategas de Cristina Kirchner, que, en algunos casos, tenían mayor experiencia en estas lides. Pero no había iluminados ni agentes del marketing como Durán Barba. En ese sentido trabajaron en equipo. Nadie se corrió del objetivo de ganarle a Macri, más allá de que pudieran surgir recelos o diferencias internas sobre cómo encarar la campaña.

—Muchos dicen que la negociación con Massa fue una de las más importantes variables para ganar la elección. Fue una negociación con muchas idas y vueltas, según tu libro. ¿Alberto le permitirá en el futuro a Massa volver a presentarse como candidato presidencial?
—No conozco presidente argentino que no quiera ir por la reelección. Kirchner se corrió de esa posibilidad porque tenía un plan de alternarse en el poder con Cristina: cuatro años él, cuatro ella, otros cuatro él, otros cuatro ella. El plan no prosperó por el fallecimiento de Kirchner. Por lo tanto imagino que si a Alberto le va bien irá por la reelección. Y si le va mal, difícilmente Massa pueda transformarse en el representante de la alternancia porque hoy es la voz del gobierno en Diputados. Pero me estás preguntando lo que va a pasar en cuatro años, y cuatro años en la Argentina es una era glacial.

—En "Alberto" se cuentan muchos secretos de la campaña, sobre todo en referencia a comunicación, marketing político, etc. Pero Alberto Fernández no era muy adepto a estas estrategias. ¿Cómo sigue este vínculo del ahora Presidente y de las redes sociales o las nuevas vías de comunicación?
—No creo que cambie demasiado. Alberto es refractario al coaching. No se va a sacar los bigotes, aunque le digan que esos bigotes lo hace lucir como un tipo conservador. Él dice que son bigotes hippies, que se los dejó por Litto Nebbia. Es más, se resistía a los spot, o a preparar los discursos para los debates presidenciales, porque entendía que eran puro show mediático. Por eso se terminó explotando la idea de "un tipo común". Ese era el slogan. Un tipo que da clases en la universidad, que va a la cancha para ver a Argentinos Juniors, que saca a pasear a su perro. Todo con la idea de generar empatía con el votante. Siendo presidente ya fue a la Facultad de Derecho a tomar examen y sigue mostrando cómo convive con sus perro Dylan y Prócer en la Quinta de Olivos. Por eso estimo que la estrategia de comunicación no va a sufrir demasiadas modificaciones ahora que está en la Casa Rosada.

Diego Schurman.

—Para su campaña, Alberto se había apoyado mucho en Manzur para el contacto con los gobernadores. ¿Cómo recibe el Presidente los actos fallidos como el del gobernador de Tucumán frente al micrófono abierto del jueves 13 de febrero?
—Manzur fue el articulador del frente federal. Se transformó en una figura clave de la campaña encolumnando a los gobernadores detrás de la candidatura de Alberto. Ahora, eso no quita que el presidente se diferencie de él —por ejemplo, sobre la necesidad de legalizar el aborto— o de tantos otros por acciones o dichos que considera equivocados. En la campaña se diferenció de gente afín a su espacio, a veces en público, a veces en privado. Estoy pensando en Grabois, Brieva, Nielsen, Zaffaroni. El ahí marcó diferencias. Lo de Manzur de esta última semana fue un bochorno.Y sus palabras cayeron pésimo en la Casa Rosada. Pero el silencio es la peor respuesta. Alberto no debería esperar que alguien le pregunte para hacer público su repudio. 

—Es muy interesante las secciones cuando describís sendos acercamientos a Martín Guzmán y al Papa Francisco. Según fuentes volcadas en tu libro, el Papa había "jugado" con Lavagna en primera instancia. ¿Cómo permanece ahora la relación del Ejecutivo con el Vaticano? El tema del aborto es un punto fuerte de discrepancia.
—Alberto habla mucho más de lo que imaginamos con Francisco. Es más, le pidió expresamente al Papa que ablande a la titular del FMI en el marco de la negociación con la deuda. En ese sentido el Papa respondió a la solicitud del presidente. Está claro que hay muy buena sintonía. Pero eso no va impedir un nuevo debate parlamentario por la legalización del aborto. Recuerdo haberle hecho una entrevista en 2012 donde se expresó muy claramente en ese sentido. Siete años después, al iniciarse la campaña presidencial, en cambio, se mostró algo tibio, dando a entender que el tema no era prioritario en su agenda, estimo que como producto de una estrategia para no dividir al electorado entre verdes y celestes. Él, para ganar, necesitaba del voto de ambas corrientes. Pero con el correr de los días se fue mostrando más decidido. Su encuentro con Belén, la chica tucumana encarcelada después de sufrir un aborto espontáneo, y el empuje de un grupo de activistas y también de Vilma Ibarra, quien juró con el pañuelo verde, le hizo recuperar su argumentación original, menos especulativa, sobre la necesidad de abordar el tema como un problema de salud pública.

El libro, que cuenta con capítulos dedicados a cada una de las negociaciones de la campaña y a las primeras gestiones como Presidente de la Nación, se complementa por último con un epílogo que cuenta con las propias palabras de quien da el título al libro.