POLITICA

Los otros agentes, la trastienda en la guerra en la ex-SIDE

Por Fernando Oz | Quienes algo saben del farragoso terreno del espionaje criollo saben que en ese laberintohay miles de Allan Bogado saltando como anónimos resortes.

Secretaría de Inteligencia. Se conocieron los nuevos sueldo básicos del personal de la SI.
| Cedoc

La Secretaría de Inteligencia (SI, ex-SIDE) no tiene más de dos mil espías en blanco, sin embargo la mayoría de su millonario presupuesto se destina a pagar sueldos. Eso no significa que los agentes del organismo ganen bien, todo lo contrario. Sucede que se destina mucho dinero a pagar a los llamados “inorgánicos”, verdaderos espías que en los papeles no pertenecen a la estructura orgánica, es decir, que prácticamente no figuran en ninguna nómina formal.

La sumatoria es puro sentido común. En el conjunto de los orgánicos están los empleados administrativos de cada una de las bases y madrigueras, los jefes y encargados de las diferentes áreas, los destinados en el interior del país, los que forman parte del servicio exterior que están acantonados en cada una de las embajadas, los cuadros exclusivamente técnicos, más un reducido puñado de agentes que se deslizan haciendo reunión de información en el campo. Eso es todo.

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A la maquinaria de la SIDE le sería casi imposible funcionar sin un ejército de descontrolados espías inorgánicos que no tienen mayor función que la de ver, oír e informar. La mayoría lo hace cada vez que puede o tiene ganas. La paga suele ser buena y libre de impuestos pero, sin dudas, el mayor beneficio lo obtienen en el manejo de información y en el tráfico de influencias.

Manejar toda esa patota, cuyos miembros gozan de una virtual patente de corso, es una tarea por demás complicada. 

Los inorgánicos saben que corren con una serie de riesgos extras. Cuando se quedan sin el respaldo de sus jefes o quedan involucrados en una interna, son los primeros en caer. Nadie los reconoce como “propia tropa”, quedan aislados, observados, guachos, y son el fusible de cualquier operación tejida al más alto nivel.

Ellos conocen ese riesgo y para protegerse de potenciales daños colaterales se dedican a crear sus propias redes de contactos que les puedan servir de protección y a vender información al mejor postor. Se transforman en verdaderos mercenarios de información confidencial.

Ningún inorgánico nace de la nada. La mayoría de ellos, en algún momento de sus vidas fueron parte del sistema formal. Provienen de las diferentes fuerzas de seguridad o armadas, algunos son herederos por portación de apellido o brotaron del palo donde el secreto y el engaño forman parte de la savia. Los hay en todas las profesiones y ámbitos sociales. Todos, en mayor o menor medida, son especialistas en el arte de la obtención y administración de información.

En mayor o menor escala, la misma situación se da en la Policía Federal, Gendarmería, Prefectura, en la PSA, en las policías provinciales, en el Ejército, la Fuerza Aérea, o en la Armada, hasta en la Aduana y el Poder Judicial.

Salvo alguna honrosa excepción, ninguno de los funcionarios políticos que haya estado al frente de la Secretaría de Inteligencia ha demostrado capacidad para comprender la dinámica interna del espionaje criollo. Quien no contraía abrupta miopía, se sometía voluntariamente a la ceguera.