A las cinco de la tarde la masividad del acto ya era un hecho. Se trató de la parada más multitudinaria del "Sí, se puede" tour. Pero la marcha hacia el Obelisco, realizada este sábado a la tarde, incluyó otras novedades: el presidente Mauricio Macri dio uno de sus discursos más largos y conceptuales, ante una multitud vestida con banderas argentinas.
Fue a su vez el speech menos autocrítico, desde el golpazo que sufrió en las PASO. El Presidente entendió que su público no pretendía un mea culpa de ocasión: el ya remañido “los escuché”, repetido en casi todas las presentaciones previas de su gira. Al contrario, demandaba una arenga peleadora, optimista y antiperonista. Como si los cuatro años de gestión, con inflación récord y crecimiento de la pobreza y el desempleo, no hubieran existido. Y la muchedumbre encontró lo que buscaba.
Macri les concedió algo más: la promesa de seguir representando a una clase socioeconómica que, hasta su irrupción nacional, se sentía un poco huérfana.
Así lo reconoció el Presidente, en la parte más explícitamente ideológica de su ofrenda. “Tenemos que reconocer que somos una mayoría que muchas veces miró en silencio y, sin darnos cuenta, fuimos regalando espacios, dejando al país en manos de unos pocos que fueron por todo, hasta por nuestra libertad”, afirmó.
Con Juliana Awada a su izquierda y Miguel Ángel Pichetto a su derecha (“una gran persona”, según el jefe de Estado), Macri continuó con su relato: “Pero nos fuimos despertando. Un día nos dimos cuenta y un día dijimos basta. Esta es la rebeldía de las personas de paz que no queremos violencia, pero que no estamos dispuestas a dejarnos llevar por delante una y otra vez”. La descripción parecía exceder el objetivo más inmediato: llegar al balotaje el próximo domingo.
Macri, sin embargo, parece ser uno de los pocos dirigentes que considera realmente posible que se concrete el milagro. Pidió que la participación sea “la más alta desde 1983” y que “todos ayuden con la fiscalización”. La multitud lo interrumpía con olas de cantos. Los principales hits fueron: “El gato no se va, el gato no se va”; “Se da vuelta, Mauricio lo da vueltaaaa”; “No vuelven más, no vuelven más”; “Hay que saltar, vinimos todos sin choripán”; “A esos chorros les tenemos que ganar”.
Si bien nunca mencionó a Alberto Fernández y a Cristina Kirchner, el fantasma de ambos estuvo muy presente en el público. Sobre todo el de la expresidenta. “Si gana la yegua me voy del país”, gritaba una mujer enfervorizada.
"Estamos acá para decir que no nos vamos a quedar callados con esa forma de concebir el poder que muchos argentinos rechazamos. No vamos a permitir que nos roben el futuro", dijo Macri, que esta vez usó saco además de su habitual camisa celeste.
El candidato repitió la frase anti-albertista que invocó sobre el final del debate. “Ya lo vivimos muchas veces, con el dedito, con atril, con canchereada, con soberbia, con esa forma de concebir el poder que todos rechazamos”, se quejó. También le pidió a los votantes que no caiga en “espejismos” y en las “mismas promesas vacías de aquellos que tantas veces nos defraudaron”.
El discurso por momentos se convirtió en un diálogo con su núcleo duro. En un ping pong de preguntas retóricas con su audiencia, Macri planteó que Cambiemos detenta el monopolio de ciertos valores: honestidad, promoción de la justicia independiente, trabajo, esfuerzo y lucha contra el narcotráfico.
El Presidente además reveló el origen del tour oficialista por 30 ciudades: "Ustedes crearon la marcha del Sí, se puede ese 24 de agosto, cuando salieron a la calle a decirme que no estaba solo". Se refería a la concentración concretada en Plaza de Mayo, trece días después del triunfo del Frente de Todos en las PASO.
Esa tarde de sábado la emoción de Macri, quien decidió ir desde la quinta de Los Abrojos a la Casa Rosada, se llevó puesta a la doctrina político-comunicacional del PRO. En adelante, el macrismo abandonó la fórmula tradicional de Marcos Peña y Jaime Durán Barba: la apuesta por el proselitismo vía redes sociales, y desdén absoluto por los actos, las caravanas y el despliegue territorial.
Desde aquel día, Macri pasó vivir la campaña en carne viva. Se convirtió en una especie de pastor del optimismo amarillo. El 24 de agosto, sus votantes todavía estaban enojados y en shock. No habían procesado la derrota. Denunciaban fraude y responsabilizaban al periodismo. Ayer, el clima era más propositivo.
Marcos Peña también se sumó a la ola de la esperanza macrista. Ayer hizo un alto en el silencio autoimpuesto desde las primarias. En rol de moderador previo al momento central de la tarde-noche, el jefe de gabinete gritó que “esto se da vuelta” y pidió “disfrutar en paz”.
Horacio Rodríguez Larreta también hizo brevemente de orador, antes de la entrada de Macri. En un escenario ubicado detrás del obelisco, de cara hacia avenida Libertador, el alcalde apoyó a Macri. Le hizo un reconocimiento, pese a que en privado admite que el presidente complica sus propias chances de ser reelecto. “Acá en la Capital con Mauricio demostramos que se puede vivir mejor”, lo alentó. María Eugenia Vidal, en cambio, se quedó a un costado y no alzó la voz. A las 18.30 subió Macri a escena, junto a Awada y Pichetto. Pasadas las 19 el acto ya había terminado. Fue la misa mauricista más ambiciosa, a una semana para las presidenciales.