“No es lo que pedíamos, pero está bien”, dice con los ojos llorosos Beatriz Rial, “Betty”, como la conocen todos sus seres queridos, al salir de la sala donde acaba de dictarse la sentencia a los culpables del asesinato de su hijo Mariano Ferreyra. Promete “Vamos a hablar bien después”. Junto a ella, Rocío, hermana de Mariano, abraza a su novio Fabrizio bañados los dos en lágrimas; Paula abraza a su novio Martín, también emocionados. “Es extraño –dice Rocío– todavía tenemos que caer”. “En principio, la posición de la familia es que el fallo es positivo –dice Pablo Ferreyra, el vocero en todo este proceso de los familiares de su hermano asesinado–. Vamos a apelar el fallo”. “Suena a poco –aventura Ricardo Ferreyra, padre de Mariano–. Tenemos que analizar el fallo, pero suena a poco”.
Afuera de los tribunales, al escucharse el fallo leído por el juez Horacio Días, hubo abucheos, silbidos y hasta llantos. “La condena a perpetua no es para nosotros una consigna, sino el modo en que debe ejercitarse verdaderamente la justicia –señala Gabriel Solano, dirigente del PO–. Por eso la bronca de los militantes que habían venido a hacer una vigilia anoche y a permanecer todo el día aquí esperanzados en un fallo justo. No nos vamos sin nada, aunque es cierto que no se ha hecho justicia”.
“Cómo le lavan la cara al gobierno”, dijo la abogada María del Carmen Verdú, una de las querellantes, que le reprochaba al tribunal no sólo no haber dictado la perpetua para los acusados, sino por ciertas intervenciones de Días. El juez había interpretado que el audio de la charla entre el ministro Carlos Tomada y Pedraza señalaba que el ministro se lo quería sacar de encima, cuando la opinión generalizada es que lo aconseja sobre cómo mantener su poder.