El milagro por el cual el campo rezaba ocurrió, y esas “sorpresas” que vaticinaba la mesa de enlace, aún a pesar de los peores pronóstico, se materializaron. Llegó el empate y el vicepresidente Julio Cobos pidió la palabra. Todo era tensión en el rosedal de Palermo, donde los ruralistas se congregaron para ver en pantalla gigante la maratónica sesión.
“Este es el momento más difícil de mi vida, todos los ojos del país me están viendo”, introdujo Cobos, poniéndole más suspenso al asunto. Los rostros de triunfo casi consumado se mezclaban con las caras de una posible tragedia. Cobos pidió pasar a un cuarto intermedio y se ganó los insultos de varios chacareros: “Cagón”, fue el preferido, “traidor”, otro e incluso sonó un “hereje” a la distancia.
Miguel Ángel Pichetto, lejos el más silbado de la tarde-noche-madrugada, respondió citando una frase que adjudicó a Jesús: “lo que tenga que pasar, que sea lo mas breve posible”. Por primera vez en la noche, algo que salió de su boca, fue aplaudido por el agro.
Entonces, lo tocó a Cobos otra vez. Los presentes gritaban y se mordían las boinas de los nervios, mientras los integrantes de la mesa de enlace esperaban arriba del escenario el voto definitorio del vicepresidente. “Decilo, decilo”, coreaban las masas, mientras por lo bajo otro hombre de campo decía “no entienden, esto ya esta una victoria”.
Y en eso, llegó el momento: “Que la historia me juzgue. Pido perdón si me equivoco. Mi voto no es positivo”, dijo Cobos con el corazón, como se encargó de aclarar antes. Palermo explotó en abrazos y gritos al aire de furia e impotencia contenida por más de 127 días. Una fiesta cuya música fue un exagerado “Se siente, se siente, Cobos presidente”. Las lágrimas dieron una nota aparte, los ojos de todos los chacareros se humedecieron al escuchar el ansiado “No” a las retenciones, y en cuestión de segundos, la mayoría lloraba, como nenes de cinco años, la hazaña, sin poder creerlo.
A las cuatro y media de la mañana, en el rosedal de Palermo, algo floreció sin siquiera un rayo de sol. Fue la esperanza del campo, cuyas plegarias fueron escuchadas por quien, a partir de esta noche, será el patrono de los milagros rurales (y a su vez un maldito para todo el kirchnerismo): “San Cobos”. Porque así se vivió: como un milagro hecho realidad.
(*) Redactor de Perfil.com