Tras hacer un diagnóstico de la frágil situación en la que recibe el país, exhibiendo indicadores preocupantes (pobreza 40,8%; inflación más alta desde 1991; deuda pública más elevada desde 2004 –cuando la Argentina estaba en el peor default de la humanidad–), el flamante presidente de la República Argentina, Alberto Fernández, pronunció un racional y sobrio discurso en el Congreso de la Nación. El mismo podría sintetizarse con las siguientes palabras: equilibrio, unión, igualdad, oportunidades, respeto, institucionalidad, sensibilidad y compromiso.
Fernández enfatizó en la necesidad de poner fin a los dogmas mágicos y poner de pie a la Argentina con políticas públicas que empiecen por los últimos, los postergados, los que están en el pozo de la pobreza y la marginalidad.
Para esto solicitó la cooperación de los sectores más pudientes, en el corto plazo, para poder poner el país en marcha. También hizo hincapié en la necesidad de abandonar el camino del desencuentro que tanto daño y heridas han ocasionado.
Alberto enfático: "Nunca más a una Justicia contaminada por servicios de inteligencia"
En materia de prioridades, evocó el combate al hambre y el desarrollo sostenible como ejes centrales. Expresó con vehemencia su decisión de garantizar la independencia de la justicia del poder político, para no tener que lamentar nunca más que los vientos políticos tengan injerencia en la política.
Con ímpetu se comprometió a trabajar para que nunca más, una justicia contaminada por servicios de inteligencia, operadores y linchamientos mediáticos, condicionen la vida institucional del país. Habló de la necesidad de ciudadanizar la democracia y de garantizar los principios elementales de un Estado Derecho, porque cuando estos se vulneran, ya no hay democracia ni república posibles. Para evitar que la justicia sea un arma de persecución política silenciada por medios, Fernández anunció que implementará un proceso de reestructuración de la justicia.
La Cuestión Malvinas, un objetivo constitucional argentino desde 1994, volvió a estar presente en el discurso presidencial (recordemos que Mauricio Macri no había mencionado el tema en su discurso de asunción en 2015). Alberto Fernández dijo que empleará la diplomacia y apelará a la resolución 2065 de Naciones Unidas para poner fin al conflicto de soberanía con el Reino Unido, argumentando que ya no hay lugar para el colonialismo en el siglo XXI.
En materia de Defensa, manifestó su convicción de que las fuerzas armadas estén subordinadas al poder civil (con control parlamentario), y reciban adiestramiento y capacitación acorde a los desafíos de estos tiempos, teniendo en cuenta la ausencia de hipótesis de conflicto con los países limítrofes. En lo que atañe a seguridad, señaló un cambio de paradigma. Se pronunció dispuesto a eliminar la mano dura y “el gatillo fácil” como herramientas para resolver flagelos sociales que son más profundos. En su agenda, la erradicación de la violencia hacia la mujer tendrá un lugar central, acompañado de la generación de nuevas oportunidades.
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En lo que atañe a pauta oficial en los medios, mostró una interesante innovación, expresando que el dinero que se destinaba a publicidad en programas individuales se redireccionará y se destinará a educación, en novedosos formatos audiovisuales, para que los niños y jóvenes puedan aprender usando tecnologías y pedagogías modernas.
El presidente de la República Argentina, dedicó un párrafo especial a expresar que quiere ser recordado por volver a unir la mesa familiar, por eliminar el hambre y por erradicar la especulación. Fernández quiere un proyecto nacional, pluralista, con todos y todas, sin recetas de sectas extranjeras que siempre terminaron en nocaut argentino. Sabe muy bien que, para recomponer el tejido social, se necesita una economía ordenada y oír las voces que brotan de todos los rincones de la Patria. Es consciente de que ya no hay márgenes para ajustes y recesión y de que es hora de edificar confianza colectiva y respeto por toda disidencia, con ejemplaridad. Quizás por esto pronunció un discurso propio de un estadista que levanta la bandera de un progresismo moderado y conciliador. La búsqueda de consensos y legitimidad ha comenzado. Prueba de esto fue el cierre de su discurso, en el que citó a Raúl Alfonsín, invitando a todos los argentinos y argentinas a combatir juntos los problemas que angustian a la Patria.
*Director de Gestión de Gobierno en la Universidad de Belgrano y consultor político.