Hace unos días salió publicado en Perfil.com un pequeño artículo que escribí. Como no soy periodista, me sorprendió bastante el lugar que decidió darle el diario y la respuesta que tuvo el texto. Como me dedico al arte, no puedo hacer otra cosa que seguir pensando, analizando y aprendiendo de todo lo que pasa, desde lo más mínimo hasta las cosas importantes.
En ese relato escribí algo que veo. No escribí sobre Juliana Awada persona, escribí sobre el efecto que su figura de Primera Dama provoca en algunas mujeres. Es una mirada, una “foto literaria”, una imagen de mujer que transmiten los medios y las redes sociales. Hace años que no teníamos esta figura de señora del Presidente que no tiene nada que ver con la política. Es una figura relativamente nueva, o renovada si se quiere. Por eso me llamó la atención, en pantallas, diarios y revistas, por eso escribí.
Pero para algunos, parece que hasta para mirar hay que elegir, que hay que hacerlo desde un lado o del otro de una pared, a través de agujeros de balas. La mirada no puede ser tan sólo eso. Parece que, si estoy mirando, tengo que necesariamente estar criticando o admirando. Una de dos. No puedo sólo mirar, no te dejan, porque algunos no saben qué hacer con eso que leen si no tiene un color preciso y deciden agregarle a esa mirada todo lo que la mirada no tenga, rellenarla.
Ejemplo: me escribió una mujer llamándome “chupamedias”, que por qué no hablaba del trabajo esclavo. Y por otro lado, un crítico de cine, al que respetaba en su campo y seguía en twitter, me sorprendió tildándome de “resentida” y dedicando parte de su fin de semana a insultarme con desconocidos, como si no hubiese películas para ver. Estos son sólo dos casos que ejemplifican que lo que escribí no está a favor ni en contra de Juliana Awada.
Lo escrito no está de ningún lado de la cancha. Es una pelota que queda picando sobre la red, en cámara lenta, como en la película Match Point, y no termina de caer. Y ese estar en el aire, ese punto que no se define molesta, incomoda, confunde y no se tolera. Entonces algunos actúan como esos niños malcriados que agarran la pelota y se la llevan para que nadie pueda seguir jugando, o peor, prefieren agarrar la pelota y tirársela en la cara al otro.
Mucha gente leyó que amo a Juliana Awada, otra leyó que la odio. Ninguno de ellos leyó lo que escribí. Si estas personas quieren leer sobre odios, fanatismos, loas y resentimientos deberían seguir leyéndose entre ellos, hay espacios de sobra donde hacerlo. Pero hubo mucha otra gente que sí estuvo abierta y pudo leer otra cosa. Y me alegra saber que algo les llegó.
* Artista | Aclaración extraída de loescriboportubien.blogspot.com