Una cumbre emocionante. Lo fue para el presidente Mauricio Macri, que enjugó algunas lágrimas en el Colón, más por angustia que por otros motivos. Para la delegación argentina y el equipo organizador del G20. Para Patricia Bullrich, en la mira por el protocolo de seguridad. Para el oficialismo mediático también, que volvió a recordar que los argentinos podemos hacer las cosas bien cuando queremos. En especial si nos miran desde afuera.
Algo de todo eso es cierto. Para Argentina, la cumbre fue satisfactoria: el país cumplió con sus objetivos comerciales y diplomáticos, y sorteó las dudas en torno a la continuidad de algunos planes de política pública en tiempos de ajuste. En on, varios funcionarios exageran el regocijo diciendo que el país “volvió a formar parte del mundo”, aunque jamás hubiera salido del bloque que integra desde hace 20 años. En off, el balance es más sincero. “Salió todo bien”, coinciden. También es cierto. Comparativamente, al menos para los objetivos argentinos, esta edición fue mejor que la de Hamburgo en 2017.
El Gobierno se encargó de mostrar el saludo de los líderes del bloque al “amigo Mauricio” en el espacio donde es experto: las redes sociales. Trudeau, Macron y Lagarde ya prácticamente son Macriliebers.
“Todos esperábamos que esto fuera un fiasco. Gracias a los genios argentinos fue una de las mejores cumbres que he visto”, celebró la titular del FMI después de la reunión con el Presidente. Y lo fue. Pero si el Gobierno aprendió algo de los errores de los dos últimos años es que el exceso de optimismo en política es el octavo pecado capital.
Si la reunión de este domingo entre Macri y el presidente chino Xi Jinping es fructífera, como todo parece indicarlo, el lunes los mercados deberían darle un respiro al dólar y las reservas del Central. Hay otros temas, tan preocupantes o más:
- La calle en diciembre. Las internas entre Nación y Ciudad por el control de la calle explotaron con el ataque de la barra brava de River al micro de Boca, por el cual se suspendió el Superclásico. Una semana después, los operativos de prevención por el G20 fueron infalibles. En un diciembre que promete ser caliente, el Gobierno refuerza a contrarreloj el diálogo con los movimientos sociales. Los bonos de fin de año ayudan, claro.
- Indicadores en rojo. Los números del INDEC en torno a la inflación en septiembre y octubre marcaron un alza que se acerca más al 42 por ciento anual de las mediciones privadas que a las expectativas del Central. El organismo no es mucho más auspicioso en cuanto a desocupación: el segundo trimestre de 2018 marcó un aumento no sólo respecto al mismo período de 2017, sino también en comparación con el primer trimestre de este año. La expectativa del tercero se agrava si finalmente la obra pública (y todas las actividades que tracciona) se frena ante el ajuste. Mientras, la pobreza empeora. El último informe del Observatorio de Deuda Social de la UCA asegura que este año, los índices son peores que en 2014 y 2015. En otras palabras: la crisis licuó el magro descenso de 2017.
Lagarde, tan positiva este fin de semana, había dado un panorama igualmente sombrío semanas atrás, en diálogo con medios argentinos. Consultada sobre si “ya había pasado lo peor” de la crisis, la ejecutiva contestaba: “Aún va a ser difícil durante los próximos tres o cuatro meses, y luego habrá un giro”.
Aunque la combinación de todas las cifras golpea de forma desigual a todos los estratos sociales, es fuerte en la clase media, principal apoyo del cambio en las elecciones de 2015 y 2017. ¿Lo será en 2019?
- 2019, el año electoral. Mauricio parece aspirar a la reelección, aunque con otro compañero de fórmula (otro u otra).Mientras Cambiemos duda en los próximos pasos y el radicalismo insiste sin suerte con más espacio en las listas, la oposición peronista sigue sin acordar el grado de dialoguismo por el cual acepte o no a Cristina Kirchner. Acaso la ayuden a decidir los movimientos de algunas causas en la Justicia federal y el nuevo rumbo de la relación Gobierno – Corte Suprema.
- Los gremios sin Triaca. El ministro Dante Sica -“El Pacman”, como algunos le dicen en el Gabinete- no dispuso quién será el reemplazante del exsecretario de Trabajo. Tampoco el intermediario entre el Gobierno y los dirigentes gremiales, cuyo espíritu negociador parece estar llegando a su fin.
- El ARA San Juan. El hallazgo del submarino argentino abre una cadena de incógnitas sobre su recuperación, el futuro de la investigación judicial y el impacto político de la tragedia. Desde su identificación, hace ya dos semanas, no hubo mayores avances en el caso.
Con grises, cada uno de esos puntos marca el clima político en el corto y mediano plazo. Para distenderse, el Presidente tal vez se enfoque en un tema urgente, central a sus afectos: el Superclásico en Madrid y, después de él, el peso de sus colaboradores en el fútbol argentino. Ese sí es un espectáculo para llorar.