El domingo trajo una sorpresa para gran parte del arco político en Colombia y para el mundo: la opción por el “Sí” cayó ante el “No”, en el plebiscito por los acuerdos impulsados por el presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Que el “No” se haya impuesto, por poco más del 50 por ciento en las urnas, no significa que el conflicto regrese a su estado anterior, ya que lo que la ciudadanía votó fue rechazar los acuerdos firmados, no la paz.
Si bien el plebiscito es vinculante para el presidente, desde el gobierno de Santos podrán realizar nuevas propuestas a las FARC, con el fin de llegar a un acuerdo que sea aceptado por la mayoría de la población y también por partidos políticos de la oposición, los cuales estaban en contra del actual.
Las negociaciones de La Habana, que se llevaron a cabo a lo largo de cuatro años, no se desecharán, sino que tendrán que ser modificados para lograr un acuerdo de consenso entre los colombianos. Otros poderes, como el Legislativo, también pueden continuar con las negociaciones.
En junio pasado, Carlos Antonio Lozada, uno de los negociadores, sostuvo que de ganar el “No”, “no significa que eso tenga que dar al traste con el proceso, porque la paz como derecho no puede llevarnos a tomar esa decisión de seguir con una guerra tan dolorosa”.
De todas formas, es innegable que el resultado, a pesar del ajustado margen y de la escasa participación, constituye una dura derrota política para Santos.