En su segundo día como presidente, Mauricio Macri se levantó temprano para cumplir una vieja promesa de campaña: el anuncio de la creación de una autovía sobre la Ruta 8 a la altura de Exaltación de la Cruz, en la provincia de Buenos Aires. Salió de su casa, en Barrio Parque, pasadas las 7 de la mañana. Una hora después estaba junto a su ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, y un puñado de asesores reunido con unos cincuenta productores de la zona, muy preocupados por los graves episodios de inseguridad vial que hay en ese trayecto de la ruta.
La reunión no estaba en la agenda oficial. Por eso, no fueron con los medios ni con fotógrafos. Pero se filtró igual. Dietrich está obsesionado con esa obra y repetía que iban a hacerla cada vez que tenía oportunidad.
Al margen de las reuniones que mantuvo con los ex candidatos a presidente, Macri también buscó diferenciarse del gobierno saliente yendo a la Catedral metropolitana, lugar esquivado por el kirchnerismo casi durante los 12 años de gestión.
Participó allí de una ceremonia interreligiosa, motorizada por hombres del nuevo gobierno como el rabino Sergio Bergman, el legislador electo Omar Abud y por Santiago de Estrada. Salió de la Casa Rosada con todo su gabinete caminando, según dijeron en su entorno, para mostrar cercanía en otro punto de quiebre con el gobierno saliente. La ceremonia la condujo el arzobispo Mario Poli y estuvo presente también el rabino Abraham Skorka, íntimo amigo del papa Francisco. Abud es el hombre más cercano a Bergoglio de todo el macrismo. En los últimos dos años viajó una veintena de veces a Roma.
Macri tiene en mente jugar la carta del papa Francisco para que lo ayude en las relaciones internacionales. El hecho de ser el presidente del país del que proviene el Sumo Pontífice puede ayudarlo, al menos eso considera.
Por eso llevó también a Gabriela Michetti, amiga del ex cardenal Bergoglio, y a la flamante gobernadora María Eugenia Vidal. Poli, durante la homilía, dijo: “Inclinarse ante Dios es inclinarse ante los pobres. Es mirar a los pobres desde abajo y no desde arriba”.
Operativo secreto. Desde que se conoció el fallo de la Justicia que indicaba que el mandato de Cristina Kirchner terminaba a las 12 del 9 de diciembre, Macri desconfiaba del estado en que quedaban las instalaciones de la Rosada, desde el mobiliario pasando por las computadoras, hasta el estado de ánimo del personal. Acaso por ello envió un grupo secreto de su más íntima confianza a “revisar” la Casa Rosada en las horas previas a su desembarco oficial. El operativo no encontró grandes irregularidades aunque, según pudo saber PERFIL, había oficinas que parecían “abandonadas”. Tras la llegada macrista, las principales quejas son por la falta de señal de los celulares.