Carlos Tevez tenía diez meses de vida cuando una taza de agua hirviendo le cayó sobre el rostro, el cuello y parte de su torso. Aquel doloroso “bautismo”, el prólogo de una infancia poco amable –ya había sido abandonado por su mamá y a los cinco años su padre fallecería en medio de un tiroteo–, está ahora representado en una prótesis que Balthazar Murillo lleva sobre el cuello. “Ahí va Carlitos. ¡Tiene la cicatriz!”, le gritan unos chicos que pasan frente a la Iglesia Evangélica Bautista, ubicada frente al mural de un Tévez en versión melenudo y con camiseta de la Selección que está en el ingreso al barrio Ejército de los Andes, más conocido como Fuerte Apache.
Balti, como le dicen acá, toma chocolate caliente sobre una mesa ya servida donde luego cenarán varios de los otors actores. “Lo eligió Carlitos a él”, cuenta Eugenia, madre de este joven actor que será el protagonista de Apache, la vida de Carlos Tévez, la serie producida por Torneos y con guión y dirección de Adrián Caetano. “Tévez estaba de viaje y le mandaron fotos de varios Carlitos que habían ido a los castings. Finalmente lo eligió a mi hijo”, suelta orgullosa Eugenia.
Es un jueves lluvioso y el frío se hace sentir mientras cae la tarde en Fuerte Apache. En un rato Balthazar saldrá a pelotear en una cancha, la misma donde alguna vez corrió el jugador de Boca. “Yo ya quería hacer la vida de Tevez, sabía que estaban buscando actores y pensé que tal vez podía ser uno de sus amigos. Pero terminé siendo yo”,empieza contando Balthazar con una sonrisa de oreja a oreja.
Así como Luis Miguel tiene un idéntico juvenil en su serie, Balthazar –rulos indomables, ojos achinados y boca generosa– es idéntico a aquel Tevez niño que se contará en estos primeros ocho capítulos de la serie.
Balthazar comenzó su carrera actoral a los seis años jugando en Plaza Serrano. “Se acercó una chica de una castinera y me preguntó si me interesaba que él y su hermano hicieran un casting para una publicidad”, cuenta su madre, quien al poco tiempo se dio cuenta de que lo de su hijo iba en serio. Luego de varias publicidades y una participación en Mala, un filme de Caetano, Balthazar empezó a pisar fuerte en distintos elencos en cine y TV, como La Fragilidad de los cuerpos, Un gallo para Esculapio y Nafta súper.
El primer encuentro. Ahora, el joven alterna sus días yendo al colegio a la mañana y grabando la serie de sus sueños por la tarde. En agosto de este año, después de varias reuniones con Caetano, supo finalmente que sería Carlitos. “Un día llego del club y mi mamá me dice que quedé para hacer de Tévez. Me puse a llorar cuando me lo dijo”, confiesa este joven fanático del fútbol. ¿Hincha de Boca? “No, de Independiente”, dice firme Balthazar, quien juega al futsal en Comunicaciones. “No soy tan fan del fútbol argentino, me gusta el europeo”, se ataja. Fue justamente durante una sesión previa de maquillaje al rodaje, donde le estaban haciendo la prótesis de la cicatriz del cuello, cuando se encontró por primera vez con su ídolo. “Yo estaba en el fondo de la productora, viene mi vieja y me dice que alguien me vino a ver. Yo dije: ‘¿Quién?, ¿mi hermano?’ No pensé que podía ser él. ¡No lo podía creer!”. Ese día Balthazar –dice–, no recuerda mucho, sólo habló un poco y se sacó una foto. “Estaba shockeado”, rememora.
Dos semanas después lo volvió a ver en una reunión de actores. “Ahí él nos contó su vida. No me pidió nada en especial. Yo atiné a escuchar lo que él nos decía”, cuenta Balthazar. ¿Le dijo algo de su parecido? “No, pero se lo escuché decir en una nota”, suelta entre risas.
El martes pasado, actor y futbolista se volvieron a cruzar; Tevez lo abrazó con el saludo de siempre: “Qué haces, mostro”. Ambos recorrieron el set en Fuerte Apache y según grafican, los chicos salían hasta de abajo de las piedras para saludarlo, una escena de la vida real que se repite cada vez que Tevez pisa este lugar. “Estuvimos charlando una vez más. Me dijo que lo haga tranquilo, que él me apoya ciento por ciento”, cuenta Balthazar, que es interrumpido por una maquilladora que viene a darle unas pinceladas finales a la prótesis del cuello. Balti pide los dientes. “!No me vieron con los dientes!”, exclama mientras alguien le alcanza una dentadura postiza que enseguida se pone en la boca y muestra a carcajadas.
Luz, cámara... La presencia de la maquilladora es señal de que es tiempo de grabar. Balthazar sale fuera de la iglesia y se dirige a un potrero que hay a dos cuadras. En el trayecto va peloteando con varios chicos que se suman a él como si fuera una procesión; algunos de ellos son del Fuerte y hacen de extras. “¡Eyy, Carlitos!”, le grita un vecino desde arriba en uno de los monoblocks, y Balti responde siempre con un saludo.
Una vez en la cancha se pone los dientes. Su madre le deja un buzo porque sabe que aún faltan unos minutos y no se puede resfriar. Empiezan a llegar productores, iluminadores y microfonistas. Falta algo más de una hora para que la luz se vaya pero Caetano, que también ya está aquí, necesita que pare un poco la llovizna que acompañó toda la jornada. “Acuerdensé, corran pero no se cansen. Y que la toque Carlitos”, pide un asistente pegado al director que va saludando a los chicos y se abraza finalmente con Balthazar.
Alrededor de la cancha de “El Uno”–así la llaman–, se van juntando los vecinos, en un clima de tranquilidad. Un productor contará que hubo que esperar un tiempo para que las cosas estén así, sobre todo con algunos problemas entre bandas, algo que parece es moneda corriente. “¡Vamos chicos!”, avisa un asistente de dirección mientras la madre de Balthazar entra corriendo al campo para tomar el abrigo de su hijo.
“¡Tengo gente atrás y el Fuerte tiene que estar vacío! Se van a cagar a tiros entre bandas en un rato!”, vuelve a exclamar alguien detrás de cámara hasta que el lugar queda vacío y solo el ruido de los perros interrumpe el silencio. ¡Acción! Un actor que hace de árbitro anuncia que el partido tiene dos tiempos y pide los cinco pesos que le prometieron para hacer de juez. Los chicos lo abuchean y empieza a correr la pelota que llega enseguida a Carlitos tal como está estipulado. El la pisa y vuelve a pasarla con maestría y aire de crack, aunque el mundo no sabe nada aún de ello.
Así se gestó la miniserie. “Había un antecedente de una película que no se hizo. Cuando le planteé al manager hacer algo más actual como una serie se entusiasmaron”, cuenta Leonardo De Pinto, director de Contenidos de Torneos y productor general de Apache. Cuando Tevez regresó de China, en enero de este año, le acercaron esta idea. Hubo varias reuniones previas en su casa donde se puso un pizarrón gigante para delinear la historia. “Hay muchas cosas complejas en su vida; no fue fácil al comienzo ordenar un poco todo. Tuvo el accidente, dos madres, un padre que se murió. Se crió en un lugar con bandas delictivas”, cuenta De Pinto, quien con Adrián Caetano fueron avanzando en las entrevistas a la familia. “El hermano de Carlitos nos ayudó mucho porque Carlitos no es de ahondar mucho”, resalta entre risas el hombre de Torneos. “La gente nos recibió muy bien pero todo fue a su tiempo. Dimos una mano con algunas cosas que se rompieron, como con el motor de un ascensor, o unas escaleras rotas. Nos pareció lo más correcto. Estamos muy contentos, no es fácil hacer ficción, es una gran apuesta”, dice.