PROTAGONISTAS
sonrientes y relajados

El príncipe Alberto y su mujer reaparecen en un acto en Mónaco

Anfitriones. La pareja, feliz, en los 150 años de la empresa que dio brillo mundial a Montecarlo.
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Atacados por las especulaciones que ponen todo el tiempo su matrimonio bajo sospecha, Alberto de Mónaco y su mujer, la sudafricana y nadadora olímpica Charlene Wittstock, ponen la otra mejilla mostrándose juntos y contentos. Poco caso le hacen a los rumores de la prensa española y francesa, empeñada en descubrir un supuesto secreto: que él es homosexual y que ella es sólo una fachada para conservar las formas en el Principado. Con la actitud de quien sabe que es inocente, relajados y sin sentir la necesidad de hacer desmentidas ni aclaraciones, siguen el curso de su relación con normalidad. De esta manera, ayer se mostraron juntos y radiantes. Fue en el aniversario número 150 de la creación de la Societé des Bains de Mer (SBM), la sociedad anónima dueña del casino, hotel y ópera de Montecarlo, fundada por Carlos III Grimaldi con el objetivo –cumplido– de darle otro encanto a Mónaco.
A principios de mayo, Alberto había aparecido solo, sin su esposa, en los actos de la ceremonia de entronización de Guillermo y Máxima como reyes de Holanda, despertando nueva alarmas de ruptura. Dos días más tarde, Charlene, quien se encontraba en Sudáfrica para asistir a la boda de unos amigos, concedió una nota al diario The Sunday Times, donde no quiso dar ningún tipo de explicación adicional sobre su ausencia en ese festejo. De nuevo: al menos para ellos, no son necesarias. Sin embargo, como defensa simulada –o no, sólo ellos y los miembros de la familia Grimaldi lo saben–, deslizó algunos datos coloridos de la intimidad de la pareja. “Ahora sí, los niños vendrán”, aseguró como si la cuestión de cuándo tendrían hijos después de dos años de matrimonio no fuera objeto de elucubraciones, considerando que Mónaco necesita de un heredero para dejar de notar el peso de la república francesa. Los hijos de Carolina la salvarían en caso de que el heredero nunca naciera, pero dejaría de llamarse Grimaldi. “Creo que necesitaba un poco de tiempo para asentarme y adaptarme, pero no me presiono. Sucederá. Y si sucede, sucede”, expresó Charlene.