La de Enrique Symns fue una vida dedicada al arte. Nacido el 22 de diciembre de 1945 en Lanús (provincia de Buenos Aires), durante los años 80 formó parte, como monologuista, de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. En 1983, el primer año de democracia tras la dictadura militar, fundó la revista Cerdos y Peces, originalmente el suplemento cultural de la revista El Porteño, y que ya en 1984 empezó a editarse de manera autónoma. La publicación duró, intermitentemente, hasta 1998; luego se relanzó en 2004, aunque solamente se editaron dos números. En 2021, en homenaje al fundador, varios de sus amigos editaron un número final de la revista, de 152 páginas: un especial de tres tomos.
Conciencia de finitud. Era el verano de pandemia que se extendió en el tiempo. Y para quien estuviera cansado del pesimismo de su entorno, el editorial de Symns no era la lectura ideal. Pero una cosa es innegable: el periodista y actor de teatro mantuvo la pluma intacta hasta sus últimos años. En ese número especial, firmaba un editorial que contenía una reflexión sobre la propia finitud: “Mi cuerpo, como la madera seca y crujiente de un viejo barco, está muy cerca de reposar en la última orilla. La fuga constante que ha sido mi vida está pronta a concluir. Aquello de lo que siempre escapé finalmente me ha encontrado. No tengo miedo. Las fauces del Plan, que a lo largo de toda mi existencia estuvieron acechándome, hoy se encuentran con un ser deshabitado. Hace varios años que he dejado de moverme, y a través de esa quietud, comencé a irme de mí mismo. Y ahora, cuando el aroma punzante del abismo es lo único que me ronda, ¿vamos a brindar o a maldecir?”.
Dentro del rock. Symns empezó a escribir de chico, por sus 15 años. Fue actor callejero y de teatro, y su vínculo con los Redondos marcó una de las partes más intensas de su vida, la que evocaba con nostalgia y desfachatez, en un capítulo de su libro El señor de los venenos. “Increíblemente, el efecto que produjo mi intervención (de la que no recuerdo absolutamente nada) fue tan intenso que el público me ovacionó. Hoy, cuando el rock and roll y los excesos con la cocaína terminaron haciéndome perder el rumbo, recuerdo con nostalgia la sensación de plenitud y de ciega confianza que me iluminó en el escenario”.
El Indio Solari le dedicó la canción Héroe del whisky, incluido en el disco Bang! Bang!!... estás liquidado, de 1989, y el Blues de la artillería, de La mosca en la sopa, de 1991. Compartió su oficio de monologuista con otras bandas, como La Bersuit, Los Piojos y Los Caballeros de la Quema.Publicó, entre otras cosas, los libros Ñan Fri Fruli Fali Fru - Los Redondos, Invitación al abismo, La vida es un bar, y una antología de cien poemas de Charles Bukowski.
Cultivó un periodismo mordaz e irreverente que pivoteó en los márgenes de la literatura, reivindicando y divulgando marginalidad, centro y periferia, sin hacer distinciones. Llegó a firmar con el nombre de William Burroughs y un psicodélico espíritu beatnik motivó su constante pulsión under a lo largo de toda la vida. La locura, el talento y un gusto por la carroña y a su vez cierta fineza artística lo ubicaron en ese espacio reservado para referentes de la cultura.