Donde unos ven la boda del año, otros observan el lanzamiento del futuro heredero de una monarquía. Ambas miradas son concurrentes y habilitan respectivas apreciaciones sobre lo que representa el casamiento del príncipe Hussein bin al-Abdullah, primogénito de los reyes de Jordania –Adbullah II y Rania– , con la arquitecta saudí Rajwa Al Saif, que tuvo lugar en Amman, capital de Jordania, el jueves último.
Para los primeros, la escenografía de esta celebración organizada por la monarquía hachemita era la manifestación concreta de la importancia que esta boda tenía para el rey de este país de once millones de habitantes donde su figura no es decorativa ni meramente protocolar. En puntos neurálgicos de Amman se exhibieron gigantografías del príncipe heredero y de su ahora esposa y princesa. Y en los días previos a la boda propiamente dicha, las redes sociales de la monarquía lanzaron el hashtag #CelebratingAlHussein; en los negocios se vendieron imágenes de la pareja –como hacen otras monarquías ante eventos similares–, y la madre del novio, la famosa reina Rania, hizo pública una selección de fotos de lo que fue el agasajo previo –exclusivo para mujeres– que se le hizo a su futura nuera.
Lo mismo sucedió con los festejos posteriores a la boda que tuvo un recorrido por la ciudad con los novios una vez casados, a bordo de un descapotable y escoltados; e incluso videos de YouTube de la familia reinante en algunos momentos de los festejos.
También se montó un festival musical en Amman, para hacer partícipe de manera indirecta a la población de Jordania del festejo que tuvo lugar en el Palacio Zahran con representantes de casi todas las monarquías existentes. Además, entre las invitadas estuvo Jill Biden, lo que remarca la estratégica importancia que ese país tiene para Estados Unidos, más allá de que una norteamericana –la reina Noor– fuera esposa de Hussein I, padre del actual rey de ese país.
Amor y alianza. Para aquellos que apuntan a que el casamiento tuvo un condimento adicional a la consagración fáctica del amor entre dos personas, algunas de las razones se centran en la cimentación de la figura del príncipe que se convertirá en rey de Jordania. También se señala lo “estratégica” que puede resultar esta alianza marital.
Rajwa Al Saif tiene 29 años, es arquitecta, y su familia está vinculada con la monarquía gobernante de Arabia Saudita. La dinastía saudita es de las más ricas –sino la más– de las que están en Oriente Medio; incluso es económicamente más poderosa que muchas europeas. Ese país mantiene con Jordania una relación donde la fluidez no es el primer calificativo que se le aplicaría.
Por eso, el casamiento entre un príncipe heredero y una joven con vinculación familiar con la monarquía saudita podría servir para potenciar la relación de Jordania con su poderoso vecino, que es, sobre todo, rico en petróleo.
Trono amenazado. El príncipe Hussein tiene 28 años y es el mayor de cuatro hermanos: la princesa Imán, de 26 años; la princesa Salma, de 22; y el príncipe Hashem, de 18, que estuvo muy fotografiado porque él caminó junto a su ahora cuñada en varios momentos de la boda.
Hussein es egresado de la universidad militar británica Sandhurst, y también estudió historia en la Universidad de Georgetown, en Estados Unidos.
Su futuro puesto como rey de Jordania estuvo amenazado cuando su tío –el príncipe Hamzah– fue acusado por el rey actual de una conspiración contra su persona y su reinado.
En teoría, para ese intento de derrocamiento el medio hermano de Abdullah II habría contado con ayuda de un gobierno extranjero. El asunto se resolvió, juicio mediante, con la promesa del príncipe Hamzah de apoyo y respaldo al hoy príncipe y futuro rey de Jordania.