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Tras amenazas de la mafia y un exilio forzado, la princesa Amalia de Holanda logró graduarse

La Princesa de Orange finalizó su carrera en la Universidad de Ámsterdam tras un año de estudios secretos en España por razones de seguridad. Su historia revela el lado más humano -y vulnerable- de la realeza europea.

Catalina Amalia de Holanda
Catalina Amalia de Holanda | Casa Real de los Países Bajos

La princesa y heredera al trono, Amalia de Holanda, la hija mayor de los reyes Guillermo Alejandro de los Países Bajos y Máxima, vivió en el último tiempo una historia digna de una novela política contemporánea. A sus 21 años, se graduó en la carrera de Política, Psicología, Derecho y Economía (PPLE) en la Universidad de Ámsterdam, luego de enfrentar amenazas concretas contra su vida por parte de una de las mafias más poderosas de Europa.

La ceremonia de graduación tuvo lugar este lunes 14 de julio en el majestuoso Royal Concertgebouw de Ámsterdam. Acompañaron a la Princesa de Orange sus padres, los reyes Guillermo Alejandro y Máxima, sus hermanas Alexia y Ariane, y la princesa Beatriz. Allí, recibió el reconocimiento académico por sus años de estudio y presentó su tesis final: “Más allá de la divulgación: salvando la brecha entre la Ley de Inteligencia Artificial y la Carta de los Derechos Fundamentales con cuerpos ultrafalsos”, una investigación que combina los avances tecnológicos con la protección de los derechos humanos en Europa.

Pero lo que no se ve en las fotografías oficiales es el trasfondo que acompañó su camino universitario.

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Amalia de Holanda 14072025
La princesa de Orange se graduó en la universidad de Ámsterdam

La princesa de Orange se graduó en la universidad de Ámsterdam: la historia detrás del diploma

En 2022, Amalia debió abandonar súbitamente su vida en Ámsterdam debido a amenazas verificadas de la Mocro Maffia, una red criminal holandesa-marroquí dedicada al narcotráfico internacional y al lavado de dinero, con conexiones en América del Sur, Medio Oriente y Europa. Los servicios de inteligencia detectaron un plan de secuestro contra la princesa, a cargo de Karim Bouyakhrichan, cabecilla de la organización.

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Este narcotraficante, que había sido arrestado en España por lavado de dinero, fue liberado provisionalmente por la Justicia de ese país y hoy permanece prófugo. Su fuga provocó un escándalo político en ambos países, y puso nuevamente en alerta a la Casa Real holandesa.

Por seguridad, la joven princesa se trasladó secretamente a Madrid, donde pudo continuar sus estudios gracias a un programa de intercambio con la IE University. Su paso por la capital española fue mantenido en absoluto hermetismo: ni sus amigos sabían su paradero, y toda su vida social quedó suspendida.

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La princesa Amalia con su abuela, la reina Beatriz, y su familia.

España: exilio y superación

Durante más de un año, Amalia vivió en las cercanías del parque El Retiro, acompañada por un reducido círculo de confianza y bajo la protección de los reyes Felipe VI y Letizia. Lejos del protocolo y la atención mediática, pudo experimentar una vida casi anónima.

Tiempo después, la heredera quiso devolver ese gesto con un obsequio simbólico: ordenó plantar una flor en la emblemática Plaza de Oriente, como muestra de agradecimiento al pueblo español y a la familia real. El acto fue encabezado por el embajador neerlandés en España y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida.

Amalia de Holanda: cómo es la formación que la prepara para reinar

Ya de regreso en los Países Bajos, Amalia retomó la cursada presencial y, tras una fractura en el brazo que obligó a posponer un curso, finalmente concluyó su licenciatura. Este año comenzará una nueva carrera de Derecho Neerlandés y participará en el programa de Defensity College, una iniciativa que promueve el vínculo entre jóvenes talentos y el Ministerio de Defensa.

Su historia no es solo la de una graduada real: es también la de una joven que debió enfrentar el miedo, el aislamiento y la amenaza del crimen organizado, sin perder su vocación académica ni su compromiso público.

En un tiempo donde la monarquía parece símbolo de tradición y protocolo, Amalia de Orange demostró que también puede ser sinónimo de resiliencia.

GD/EM