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Opinión

El virus del miedo

Si los líderes políticos decentes no se atreven a correr riesgos, pagar costos, tomar decisiones, a debatir sin chicanas ideológicas, sin miedo. Entonces será el miedo el que tome medida con ellos.

La política de inyectar el virus del miedo en la sociedad resultó al final un chino que nos enfermó a todos. Tenemos miedo a reconocer el pasado tal como fue, sin relatos ni héroes de ficción. Miedo a mirar el presente como es, sin excusas, sin negar lo que sucede. Miedo a un futuro con la mochila demasiado pesada por las culpas del pasado. No se puede construir nada si se tiene miedo a todo.

Nos educan y formatean en la soberbia. Te dicen que Argentina es un país rico, que produce alimentos para 400 millones de personas y no puede atender las necesidades básicas de la mitad de su población. Te dicen que vamos ganando una guerra perdida como la de Malvinas. Te dicen que estamos condenados al éxito. Te prometen pobreza cero. Te dicen que gestionamos la pandemia mejor que Suecia. Tenemos miedo a que nada nunca sea verdad.

El virus infectó la convivencia democrática en 2001. Cinco presidentes en una semana, los bancos no devolvían los depósitos, saqueos y estallidos sociales. Un poder de origen feudal, autoritario y corrupto, inyectó a continuación más miedo. Nosotros o el caos. El enfermo era el otro. La táctica de encerrarnos, aislarnos en nuestras propias creencias, bloquear el contacto con el que piensa distinto para no contagiarnos de ideas contrarias porque damos por hecho que las nuestras son las únicas válidas, fracasó.

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Así estamos hoy todos con tapabocas, sin saber ya qué decir. Los políticos debieran ser los primeros en internarse en terapia intensiva si quieren sobrevivir para hacer por obligación lo que no hicieron antes por convicción. Un acuerdo posible que le ponga un respirador de ideas a la situación de asfixia que atravesamos. No debe incluir a quienes tienen cuentas pendientes con la justicia. Ni olvido, ni perdón, ni amnistía para imputados y procesados.

Cumplida esa condición básica, se puede iniciar un debate amplio y profundo sobre políticas económicas y sociales de Estado. Proyectos de ley que actualicen y mejoren el sistema democrático. Que, de paso, terminen con la amenaza y las extorsiones a los gobiernos de turno de las familias sindicales y las corporaciones empresarias.

Se trate de alcanzar un compromiso claro, extendido en el tiempo, transparente, sin letra chica que sea exigible por la sociedad en caso de incumplimiento de alguno de sus términos. Si los líderes políticos decentes no se atreven a correr riesgos, pagar costos, tomar decisiones, a debatir sin chicanas ideológicas, sin miedo. Entonces será el miedo el que tome medida con ellos.