El mundial de Qatar genera expectativas aunque, analizando cuestiones que se alejan de lo deportivo pero sin caer en lo que podría denominarse “superioridad moral occidental”, existen muchas diferencias entre ambas culturas.
En ese país de 160 km de largo, las mujeres sufren sometimientos. Por ejemplo, sin habilitación de un varón no tienen derecho a estudiar, casarse, salir del país, conducir, trabajar o decidir sobre sus hijos. Tampoco puede recibir atención plena en salud reproductiva y las mujeres que asisten a la Universidad deben enfrentar restricciones en sus movimientos.
Las solteras menores de 30 años no pueden alquilar habitaciones en ciertos hoteles ni asistir a eventos ni bares donde sirvan alcohol. Hay casos de mujeres no nacidas en Qatar que denunciaron violaciones que fueron condenadas a latigazos y años de prisión.
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Otro aspecto por nosotros condenado pero que en Qatar está aceptado es la Kafala, Ley de patrocinio sobre trabajadores migrantes no calificados. Esta Ley habilita a los empleadores a retenerles el pasaporte privándolos de varias libertades. En la mayoría de los casos tienen empleos en áreas de construcción y tareas domésticas.
Los derechos de género son nulos. La diversidad sexual no existe en Qatar y la homosexualidad está penada con la muerte según la sharía y hasta 5 años de prisión según el código penal. Además, entre las diferencias culturales algunas son de aspecto religioso, otras sobre el consumo de alcohol en público y hasta de costumbres y valores.
Respecto a la carencia de derechos, algunos organismos internacionales ya se manifestaron. Este año Amnistía Internacional y el Observatorio de derechos Humanos denunciaron el sistema de tutela masculina que les niega a las mujeres el derecho de tomar decisiones. El Gobierno Qatarí rechazó su validez.