SOCIEDAD
hablan dos sobrevivientes de la fiesta electronica

“Apenas entré me di cuenta de que eso era como Cromañón”

Así explica lo que sucedió Micaela Polivoy, quien junto a Leandro Espinosa comparte por primera vez los recuerdos de esa noche. Galería de fotos

Ellos. Micaela Polivoy con su mamá Martha, ayer por la tarde, en su habitación del Cemic.
| Gentileza familia Espinosa

“Tardé casi una hora y media en entrar. Cuando nos dieron acceso, yo mostraba mi entrada y el DNI y ni me los miraron. Pasamos como si fuéramos un malón.  Adentro había mucha gente y hacía mucho calor. Ahí me di cuenta de que eso era como un Cromañón. Quería salir del lugar, volverme, y no podía. Había gente por todos lados”. Así, en fragmentos, Micaela Polivoy (20) –la única mujer de los jóvenes internados en el hospital Fernández tras la fiesta en Costa Salguero– cuenta por primera vez lo que recuerda de la madrugada del sábado 16 de abril que terminó en tragedia.

Micaela está ahora en una habitación común en el sanatorio Cemic, en Palermo. Fue trasladada allí el martes pasado para continuar con su recuperación, junto a Leandro Espinosa (19) y Nicolás Laitán (23), los otros dos internados en ese hospital porteño.

El sofoco y la imposibilidad de escapar también son los primeros recuerdos de Leandro, al que todos llaman “Nano” dentro y fuera del sanatorio. Superado el coma en el que estuvo más de diez días, está ahora conectado a una sonda nasal, sin los tubos que atravesaban su garganta y con las cuerdas vocales debilitadas por la internación. “Lo único que me acuerdo de esa noche es que estaba bailando con mis amigos. Había mucha gente, mucho quilombo, no se podía respirar. De repente empezó a faltarme el aire. Tenía palpitaciones, y me desmayé”, dice desde su cama en Cemic, de la que su mamá, María Cristina, no se despega ni un minuto. Su papá, Agustín, en cambio, va y viene a la casa familiar en Lanús, esperando que lo trasladen a una habitación común.

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Leandro agrega ahora: “Me desperté en el hospital sin saber qué había pasado, ni cómo había llegado ahí. Yo fui a una fiesta y terminé internado”. Recién reaccionó el jueves 29 de abril. “Ahora lo único que quiero es ir a mi casa. Ni pienso en volver a una fiesta de ésas”, confía. Cuando le contaron lo que había pasado fue la primera vez que “tuvo noción” de lo que había vivido, según confía su padre. “En el medio hubo de todo: días mejores y otros más difíciles. Tuvo algunas crisis de nervios que derivaron en tener que sujetarlo a la cama. Ahí los médicos me hacían entrar y yo lo abrazaba y le hablaba al oído. Le decía que íbamos a salir juntos de esa situación. Y así fue”, se conmueve su padre ante PERFIL.

El estado de confusión es recurrente en los dos jóvenes, a los que les espera un largo camino para recuperarse (ver aparte). Espinosa perdió casi el 30% de la masa muscular de sus piernas. Debe volver a tonificar el cuerpo, y el próximo paso es la rehabilitación en agua. “Tiene que aprender a caminar de nuevo”, describe su papá. El jueves empezó a alimentarse con sólidos y le sacaron el suero.

Micaela, en tanto, sigue con estudios y recibió ayer algunas punciones para sacarle agua de los pulmones, pero está estable y acompañada por su mamá Martha, su hermano Lucas y sus amigas, con las que compartía las salidas a fiestas electrónicas. “Sentía que me asfixiaba, que no había forma de respirar ni de salir”, agrega la joven ahora. Se desmayó y “no recuerda más nada, aunque sí que en algún momento circulaba ‘algo’ rojo entre su grupo de amigos”, suma la madre.  

Además de haber esperado durante meses la noche de la Time Warp, los dos jóvenes tienen en común el amor por la música electrónica. Micaela, futura estudiante de Psicología, la escuchaba todo el tiempo.

Y Leandro, fanático de Banfield y del tecno, hasta la componía: armaba pistas con sus amigos y las pasaba en su casa. Sus padres no condenaban esos gustos, ni la asistencia de sus hijos a eventos como la Time Warp (ver aparte). “Va a seguir con su vida normal”, asegura la mamá de la chica.

En las largas jornadas en el Fernández y, ahora, en el Cemic, las familias Polivoy, Espinosa y Laitán han generado un vínculo de acompañamiento, contenidos por los equipos psicológicos de ambos hospitales.

Por ahora, las familias Espinosa y Polivoy no iniciaron ninguna acción legal y están evaluando asesorarse en conjunto con el cuerpo de abogados de la Defensoría porteña. Los amigos de los chicos también están juntos, y los esperan afuera y con mensajes de aliento.