SOCIEDAD

Aviso clasificado: se busca libertad de expresión

Las posibles consecuencias de la prohibición de la oferta sexual en los diarios.

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El Gobierno argentino dispuso el pasado miércoles 6, mediante el decreto presidencial Nº 936/2011, la prohibición de "los avisos que promuevan la oferta sexual o hagan explícita o implícita referencia a la solicitud de personas destinadas al comercio sexual, por cualquier medio".

Lo cierto es que cuando el control de contenidos por parte del Estado entra por un resquicio, como sería, en este caso, de la publicidad de avisos con contenido sexual, las garantías constitucionales salen por la puerta y a los gritos.

Si un funcionario administrativo, ejerciendo el monopolio de la fuerza que tiene el Estado, se arroga la facultad de interpretar las intenciones de quienes publiquen en Internet o de discriminar que constituye o no un aviso que insta a la prostitución, estamos asistiendo a la renuncia de una buena parte de las garantías individuales que consagra nuestra Constitución y al nacimiento de una "Gran Muralla" en Argentina, como la Great Firewall que creó el gobierno de China con el objetivo de intervenir los pensamientos díscolos al régimen.

La pretensión de censurar este tipo de "avisos" es solo un ladrillo más de esa inmensa y silenciosa pared que dejaría en condiciones al ejecutivo de delimitar a su conveniencia, por decreto, cualquier otra clase publicidad.

Las bases jurídicas y filosóficas del sistema vigente en la Argentina actual son claramente favorables al reconocimiento del derecho individual de expresar libremente las ideas por medio de la prensa. La Constitución Nacional consagra expresamente este derecho como uno de los pilares fundamentales de la democracia republicana. No obstante, nuestro sistema institucional está construido sobre una estructura de leyes estrictas de aplicación flexible.

¿Debemos ser optimistas sobre la conciencia ciudadana en este punto? La respuesta lamentablemente es negativa. Muchas veces, cuando hablamos de Internet en Argentina el temor principal recae sobre el poder que las compañías de la red, como Google, Facebook y otras, tienen sobre los datos personales, simpatizando una buena parte con la idea de un fuerte control gubernamental sobre el tráfico de Internet. Esto es cultural.

Sin embargo, lo cierto es que como comunidad no debiéramos estar tan preocupados sobre las compañías que ganan dinero por la información, sino, en todo caso, sentirnos seriamente amenazados por los gobiernos que controlan la misma. Son estos los que pueden construir un muro.

Si Tocqueville pudiera observar la democracia en América hoy estaría completamente sorprendido, porque, como dijo, "la influencia de la prensa libre una vez constituida sobre una nación debe ser ilimitada, es un enemigo con el cual puede el gobierno firmar una tregua ocasional pero que es muy difícil de resistir".

(*) Director y Socio Carranza Torres & Asociados

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