El múltiple homicida Ricardo Barreda ya no tendrá que rendirle cuentas de sus actos a la Justicia. Desde el martes pasado puede salir del país sin tener que pedir permiso ni someterse a rigurosos controles psiquiátricos. A casi 24 años de haber asesinado a su mujer, sus dos hijas y su suegra en su casa del centro de La Plata, se dio por extinguida la condena a prisión perpetua que había recibido en 1995.
Barreda estuvo preso ininterrumpidamente 16 años: desde 1992 hasta 2008. En mayo de ese año dejó el penal de Gorina para irse a vivir a un departamento del barrio porteño de Belgrano, con su por entonces flamante novia, Berta “Pochi” André.
En diciembre de 2014 regresó a la cárcel de Olmos por problemas de convivencia con su pareja, quien meses después falleció de un infarto. A fines de 2015 recuperó su libertad cuando un amigo se presentó como garante y lo alojó en su casa de Troncos del Talar, en el partido de Tigre.
Lejos de las comodidades de sus anteriores domicilios (la casona en el centro de La Plata y el departamento de su novia en Belgrano), el femicida vive en una casa modesta de un barrio humilde, que está ubicada sobre la calle Ozanam, a la vera del canal Almirante Brown, un breve desprendimiento del arroyo Reconquista.
En su resolución, el juez de Ejecución Penal de La Plata Raúl Dalto declaró “extinguida la pena” y decidió “cesar las accesorias legales impuestas”.
Masacre y castigo. El 15 de noviembre de 1992, en su residencia de la calle 48 entre 11 y 12 de La Plata, Barreda asesinó a toda su familia: su esposa Gladys McDonald, de 57 años; su suegra Elena Arreche, de 86; y sus hijas Cecilia, de 26, y Adriana, de 24 años.
Luego desapareció y aseguró que aquel fin de semana había estado pescando, pero su mentira se descubrió y terminó confesando todos los asesinatos.
En 1995, y tras asegurar que había actuado así porque las mujeres de su familia lo maltrataban y sometían, la Justicia lo condenó a la pena de prisión perpetua.