La semana que viene 100 familias, un centenar de niños y más de 350 personas, pueden quedar en la calle.
Es que el Gobierno porteño pidió el inminente desalojo del viejo hotel familiar ubicado en la calle Independencia 2969 (esquina La Rioja) pero sin ninguna respuesta que sea digna para quienes todavía habitan el lugar.
“Nos quieren tildar como los culpables de todo, pero acá somos víctimas. Nosotros fuimos estafados por la gente que regenteaba el lugar hasta que desaparecieron sin darnos ninguna explicación. Necesitamos que nos ayuden a reubicarnos”, dice Beatriz Agüero una de las representantes de la comunidad de “la casa” como llaman sus vecinos al lugar.
El mes pasado recibieron una notificación judicial firmada por el juez Eduardo Caruso que ordenaba el desalojo. Llegó infantería junto con los apoderados de los dueños del edificio y, por primera vez se hizo presente el Gobierno de la Ciudad a través del BAP (programa de la Ciudad para gente en situación de calle) para censar a los vecinos. “Vinieron para distraernos y así poder sacarnos, si no hubieran vuelto otro día, no cuando estamos luchando para que no nos echen”,contó Fabiana otra de las vecinas del ex hotel.
Finalmente las familias lograron quedarse y suspender el plazo de la medida por un tiempo más. Es que para los vecinos, el principal problema es el insuficiente subsidio que ofreció el Gobierno porteño. Desde entonces están en alerta.
“Lo que estamos pidiendo es que no se haga el desalojo en pleno invierno y en época escolar, por los chicos principalmente. Si hoy nos sacan nos quedamos en la calle”, señala Beatriz, angustiada y agrega: “Desde el Gobierno de la Ciudad nos ofrecen entre 700 y 1.000 pesos, pero el tema es que con hijos, ningún hotel familiar te acepta, menos si tenés dos o tres como pasa acá, necesitamos una solución habitacional”.
Un conflicto de hace años. A pesar de que la situación se agudizó en el último tiempo, el conflicto no es reciente sino que data desde 2008.
Según Beatriz, quienes administraban el hotel y que, según los vecinos creían que eran los dueños, dejaron de cobrarles el alquiler y desaparecieron. Al día siguiente se enteraron de la existencia de los verdaderos dueños, “los chinos” como los llaman las familias, quienes querían desalojarlos.
A partir de ese momento se asesoraron con la Coordinadora de Inquilinos de Buenos Aires (CIBA) y también se presentaron ante la Defensoría de la Ciudad y el Juzgado Civil 32 en donde estaba la causa por desalojo, para impedir la medida.
“Nos vimos enfrentados con el juez Caruso y el Gobierno de la Ciudad, porque en vez de tratarnos como víctimas y buscar una solución, nos tomaron como criminales, salvajes, delincuentes”, relata Fabiana, en alusión al amparo que presentó el juez para resguardar la integridad física de la policía metropolitana durante el desalojo.
Comunidad. El viejo hotel está ubicado en el barrio porteño de Balvanera. Según sus habitantes, tiene más de 100 años y está valuado en una suma de 12 a 14 millones de pesos.
Cuenta con dos pisos inmensos, más de cien cuartos, un patio común y una terraza desde la que se ve todo el barrio. En la casona viven familias argentinas, ecuatorianas, paraguayas y peruanas.
“Nosotros pusimos las instalaciones nuevas de luz, cada uno paga lo que consume”, dice Gonzalo quien llegó hace dos años atrás con su mujer y su hijo de tres años.
Quizás por necesidad, desesperación o por los cientos de chicos que corren por todo el hotel, las familias que mantenían una cordial convivencia, comenzaron a organizarse. No sólo para ver cómo se enfrentaban al desalojo, sino para poner ciertas reglas y normas que cada uno debía respetar.
“Acá pueden venir personas decentes, todo el que necesite un lugar nosotros lo aceptamos, pero si viene alguien que vende drogas o es un delincuente, lo sacamos a las patadas. Lo más importante es que se respeten a nuestros chicos”, aseguró con su mirada firme Beatriz.
Como las habitaciones no tienen cocina, todos los días realizan una “Olla Solidaria” para hacer el almuerzo y la cena. “Lo más importante es que primero coman los chicos y después, lo que sobre, lo comemos los adultos”, agrega la referente.
Desde el mes pasado, comenzaron a organizarse en asambleas, donde todos los domingos se juntan para debatir los principales temas de “la casa”. Muchas veces los acompañan algunos activistas de organizaciones sociales que apoyan su lucha.
El desalojo está previsto para la semana que viene, aunque no tiene una fecha precisa, es por eso que los vecinos viven cada día con mayor desesperación. “El lunes que viene vamos a organizar un festival en la calle para que se conozca nuestra situación y podamos llegar a un acuerdo con el Gobierno de la Ciudad, es una locura que nos quieran sacar ahora”, dice Beatriz.
Mientras tanto, al lado de la puerta principal, las pancartas que piden “no al desalojo”, están a la espera.
(*) Especial para Perfil.com